Un día de marzo de 1991, Fernando Aceves entró a fotografiar un concierto de Billy Joel y desde entonces no ha parado de estar al acecho de la música para capturar el instante en que cometa un error y transformar ese momento en un eterno trashumante que vaga de galería en galería, de pupila en pupila, de asombro en asombro.

La primera actividad de la Segunda Edición del Xalapa Jazz Festival fue la inauguración de la muestra 25 miradas al jazz, de Fernando Aceves, una colección de 25 de esos instantes en los que sucede la creación.

La exposición permanecerá montada en el Centro Recreativo Xalapeño hasta el 20 de julio pero no esperen tanto, vayan a verla de una vez, para que se animen, reproduzco el texto de sala que muy amablemente me invitaron a redactar.

25 miradas al jazz

Algo, muy íntimo, le dice Antonio Sánchez a sus tambores, algo que está naciendo en ese instante en que las escobillas arañan, suavemente, al cuero para arrancarle un susurro que vaya hasta la masa de fantasmas rojizos que, en el fondo, presencia la comunión del ser y su instrumento.

Sumergido en una honda soledad, McCoy Tyner se funde con su piano para ungirse como ofrenda a un público cuya imagen se ha desvanecido pero está ahí, expectante y silente, postrada ante la consumación del milagro del sonido.

Dos brazos se encuentran, como amantes, a hurtadijazz, el de Dave Holland y el de su contrabajo, y el instrumentista se aleja del planeta en busca de sonoridades ignotas para musicar ese encuentro.

La mirada de Paco de Lucía se sumado a una caravana de gitanos, no está ahí, junto a su cuerpo, ha partido en busca del secreto de Jorska, aquel gitano que resucitó por mes y medio. De Lucía sabe que sus cuerdas se corresponden con esas seis semanas que fueron concedidas como postrera gracia, sabe que son un plazo perentorio, por eso deja que su alma se ilumine con los tres reflectores que lo miran desde el piso, por eso le entrega su ser a un público que, invisible, lo alimenta.

Kenny Garrett sopla en su saxofón soprano como si se tratara de una lámpara encantada y del tubo sale su alma vaporosa transfigurada en sonido. De la trompeta de Erik Truffaz nace un hombre de alambre. Paquito D’Rivera estalla de dicha mientras Gabriel Hernández se revuelve, como animal acorralado en el fondo de un túnel. Pat Metheny hurga en su caja de sorpresas en busca de nuevos testimonios de su imaginación inagotable. B. B. King se entrega, de cuerpo entero, a sus dioses y sus demonios.

Estas son algunas de las 25 miradas al jazz que componen esta muestra. 25 momentos que nacieron de la catarsis sin sospechar que quedarían cautivos gracias a que la mirada de Fernando Aceves, como los solos del jazz, narra historias que le fueron transmitidas por los gestos, las respiraciones, las sudoraciones de quienes entregan toda su existencia en cada nota. 25 solos de jazz que se conjugan para componer un standard, un blues, una pieza polifónica, vigorosa y plena, un universo. 25 veces los ojos de un artífice de imágenes cuyos misterios nos toca descifrar.

Más que una colección de rostros o un collage de expresiones, 25 miradas al jazz es una sola imagen de gestos múltiples que se conjugan para entregarnos el rostro verdadero esta música que nos apasiona.

También es un espejo en el que podemos reconocernos porque esas caras ya no pertenecen a sus dueños y tampoco pertenecen al fotógrafo sino que se han integrado al repertorio común de imágenes con que cuenta el universo.

25 miradas al jazz es una partitura escrita para los ojos o, mejor, es música compuesta para seducir y apasionar nuestra mirada porque los ojos de Fernando Aceves capturaron cada nota y detrás de ella al instrumento y detrás de él al instrumentista y en el fondo de todo, el fugaz latido de varios corazones, el del músico, el del fotógrafo, el nuestro.

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