Un día despertó en un lugar diferente, en un país diferente, a una edad que no era la suya y ahora, Ana Lucía Ramírez es actriz experimentada, dramaturga premiada a nivel nacional y con obra publicada, productora y promotora de teatro. Todo comenzó frente a la televisión de sus abuelos, en intervenciones exprés al espacio de los comerciales.

Cachetes de bizcocho

«Cuando cumplas 12 años
te compraré una pistola»,
le dije la última vez que
me hizo una rabieta.
Y sonrió.
Infló esos cachetes de
bizcocho que me matan.
Es muy bella la cabrona.
Y yo tan susceptible.
Con un gesto me deshace.
(Ana Lucía Ramírez)

Yo nací aquí en Xalapa, Veracruz, y crecí en un ambiente familiar en el que no hay personas que se dediquen a las artes, de hecho, en mi familia casi todos son ingenieros o matemáticos, se dedican más a lo técnico y a lo científico, pero a mí, no sé exactamente por qué, desde muy chica me gustaron las artes, cuando estaba en el kínder y en la primaria me gustaba salir en todo lo que se podía: bailables, pastorelas, obras de teatro, y desde entonces decía yo voy a ser actriz.
Mi abuela veía mucho la televisión (risas), yo me disfrazaba y en los comerciales me paraba enfrente de la televisión y me ponía a declamar o a bailar o a cantar, mi abuelo siempre me aplaudía y mi abuela me decía ¡quítate, chamaca, que ya empezó mi novela! (risas).
Mi primer taller de teatro fuera de la escuela fue cuando estaba en la secundaria, tenía como 14 años y fui a tomar un taller con Leticia Valenzuela al Ágora de la Ciudad. Luego me metí a los Talleres Libres de La Caja y tomé uno con [Arturo] Meseguer, otro con Valeria España. Después tomé uno con Roberto Benítez pero fue muy cortito, algo pasó, dejó de darlo y entró Gustavo Fox. En los talleres supe que había una Facultad de Teatro y decidí entrar.

En un lugar diferente

Un día desperté en un lugar diferente.
En un país diferente.
A una edad que no era mía.
Y aquí estoy.
(Ana Lucía Ramírez)

Yo no tenía tanta claridad de todo el ambiente teatral y artístico que se produce en Xalapa, como mi familia no era tan apegada a esas cosas —si acaso habremos ido un par de veces al teatro, pero no más—, no era asidua al teatro ni a la música ni a nada de lo que se hace aquí, cuando entré a la Facultad de Teatro fue cuando empecé a descubrir todo el mundo que había a mi alrededor y que yo desconocía.
En la carrera tomé clases con todos los maestros que estaban en ese momento, mi primer taller fue con Fernando Yralda, con él montamos Terror y miserias del Tercer Reich, de Bertolt Brecht. Después estuve con Martín Zapata, teníamos un grupo de impro con el que dimos funciones en un bar que se llamaba La Bola. Luego tomé uno de teatro clásico con Octavio Rivera Krakowska, hacíamos unos autos sacramentales. Cuando estuve con Martín, se hizo la primera compañía para egresados y estudiantes de la Facultad de Teatro, fue un proyecto piloto pero después no se le dio continuidad, creo que fuimos los únicos que estuvimos ahí (risas). Montamos la obra Orquídeas para un segundo funeral, escrita y dirigida por Martín, y tuvimos presentaciones en el Festival de Teatro Nuevo León, en Monterrey, fuimos a dar funciones al Teatro Julio Castillo, estuvimos en Querétaro, nos movimos mucho con esa obra. Con Fernando Yralda fuimos a Rumania a un encuentro de estudiantes de teatro que tenía una temática distinta cada año, cuando fuimos, los temas fueron La Orestíada y Romeo y Julieta.
Cuando salí de la Facultad, me uní a la compañía La Talacha Teatro, con Austin Morgan, estuve en La niña de Tecún y también me tocó ayudarles en Niños poniendo el audio y en cuestiones más técnicas. Paty Estrada, Miguel Corral y yo hicimos el grupo Tres Colectivo Escénico y empezamos a generar cosas, lo que nos latía era la intervención de espacios. Se juntaron esos dos grupos y creamos Área 51, y a partir de eso hemos tenido varios montajes. También estuve con Los Tres Tristes Tigres en la obra Fractales, bajo la dirección de Adrián Vázquez.

Una poderosa máquina de escribir

En medio de eso, estuve en un taller con Alba Domínguez, se trataba de producir una obra pero no teníamos texto, creamos los personajes de la nada. Llevábamos dos años ensayando, teníamos los personajes súper asumidos pero no teníamos historia y no podíamos tomar un texto que ya estuviera escrito porque no nos iba a funcionar para lo que ya habíamos generado. Dijimos ¿y ahora qué hacemos?, pues vamos a un taller de escritura a ver quién puede armar el texto, o lo hacemos entre todos. Fuimos a La Caja a tomar un taller con LEGOM [Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio], era un taller de estilo literario y ahí empecé a darme cuenta de que tenía facilidad para la escritura, que era algo que yo desconocía por completo. Luis Enrique me invitó a trabajar con él y escribimos juntos El origen de las especies, una obra que montó la OrteUV bajo la dirección de Alberto Lomnitz. Esa obra ganó el Premio Nacional de Dramaturgia Víctor Hugo Rascón Banda en 2012, y de ahí para acá también me dedico a escribir.
El primer texto que escribí se llama Hombre rasgado con vista al mar. Rafa el predicador, con esa obra participé en el Festival de la Joven Dramaturgia en 2013, eligieron algunos textos y los publicaron en un libro que se llama Joven dramaturgia. Volumen 1. Fue publicado por una editorial en línea que se llama Malaletra.
En 2015 escribí Las chicas del carrer notariat 10, hazaña excitante de unas confundidas, también fue un proceso sobre la escena que hice con estos dos grupos que se juntaron de donde salió Área 51. Karina Eguía se había ido a estudiar teatro gestual a España, cuando regresó nos enseñó la técnica y quisimos hacer un montaje, empezamos a ensayar pero, lo mismo, no había texto, como ya teníamos más o menos claridad de los personajes y teníamos la idea de la historia, me puse escribirla. Fue un proceso de trabajo actoral muy largo y de escritura, muy corto, en dos semanas saqué el texto y dijimos vamos a estrenar en un mes. A pesar de que no me había puesto a maquinar toda la estructura dramatúrgica, ya tenía claridad de por dónde transitaba, de cómo eran los personajes y cómo se iban desenvolviendo en ese tránsito, en este viaje —porque realizan un viaje—.
Le fue muy bien a esa obra, estuvimos en un festival en Colombia, ganó la Muestra Estatal, después ganó la Muestra Regional en la zona sur y nos fuimos a la Muestra Nacional, y ha tenido buena vida, vamos a tener otra temporada en el DF.
De ahí escribí, para la Facultad de Teatro, una obra que se llama La muerte de Julio César, intentaba hacer una versión del Julio César de William Shakespeare, pero al leerlo y al investigar otras cosas, más bien me salió mi propio Julio César, que claramente está inspirado en el de Shakespeare pero es otra cosa, tiene escenas que no contiene la obra original.
De ahí escribí, para una compañía de Ecuador, una obra que en un principio titulé Autopsia para un corazón, pero descubrí que ya había una Autopsia para un copo de nieve y dije hay que cambiarle el nombre, le puse Llamadas para el fin del mundo y luego me dijeron que ya hay un Karaoke para el fin del mundo, y dije nooooo. Terminó siendo El centro del mundo y la acaba de publicar El Milagro, hace poco más de un mes. Se montó en Ecuador, hace como un mes me invitaron a Tijuana al Festival Internacional de la Dramaturgia Contemporánea y ahí también se hizo una lectura de este texto.
De ahí volví a escribir para la Facultad de Teatro una obra que se llama Esto no es una comedia, es una obra que contiene música, también está un poco inspirada en la comedia de enredos, leí mucho a Shakespeare, a Moliere. Es una comedia de enredos de capa y espada, y tiene música, ahí fue cuando empecé a incursionar a escribir canciones.
Había ido a ver una obra que me encantó, tenía música y dije yo quiero hacer eso, y en mi cabeza empezaba escuchar la musiquita y empezaba a componer (risas). En realidad, las canciones no estaban tan estructuradas, se las di a Manuel Monforte y me dijo vamos a meterle esto y esto y esto, y quedaron muy bien, la verdad, le habrá cambiado algunas palabritas pero respetó bastante la letra. Algunas las escribí en mood canción, versadas, y otras las tomó del mismo texto y los intérpretes las cantaban. Eran texto, no estaban escritas en verso ni tenían propiamente un aliento shakesperiano, pero sí tenían cierta rítmica, cierta cadencia, entonces era mucho más fácil ponerles música.
Luego tuvimos unas sesiones en su casa, yo iba y escribía algo, él hacía la música, yo la escuchaba y terminaba de escribir. La verdad es que trabajar con el Chocho [Manuel Monforte] fue muy padre porque yo desconocía esa parte.
Luego escribí Hikari: una poderosa máquina de velocidad, un unipersonal que le escribí a Karina Meneses, que también ha tenido muy buena respuesta, estuvo en Muestra Nacional [de Teatro], en el Festival de la Joven Dramaturgia, en el Festival de Tijuana, en el Festival Otras Latitudes y en DramaFest, el año pasado estuvo en el DF, en el Teatro Julio Castillo, este año fue seleccionado para presentarse en el Primer Encuentro Estatal de las Artes Veracruz y acaba de tener una corta temporada en Área 51.
También escribí un unipersonal para mí que se llama Esa que una noche cayó del árbol, estuvo en el Festival de Unipersonales, aquí en Xalapa, en el Festival de Nayarit y en la Muestra en Querétaro.

(CONTINÚA)

SEGUNDA PARTE: Y el sueño me fue llenando

TERCERA PARTE: El olor a chicle Trident

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