Hacer favores no es algo que la gente haga constantemente y en política la verdad se ven muy, pero muy poco.

Del caso de José Luis Lobato Campos, cuando dejó de ser director del Instituto de Pensiones del Estado (IPE) y empezaba a gobernar Agustín Acosta Lagunes, quien arrancó con la espada desenvainada y quiso mandar mensajes de honradez y escarmiento, se derivó esto que contaremos y que tiene que ver con la escasez a la hora de los favores.

Acosta Lagunes mandó a encarcelar a Lobato y más allá de la encendida defensa que hizo de él Miguel Ángel Yunes Linares en la tribuna de la Legislatura del Estado, que pudo haberle costado ser el segundo en ser enviado a prisión, cuentan que si el exdirector del IPE fue sacado de la cárcel se debió a que personalmente el exgobernador Rafael Hernández Ochoa pidió el favor en Los Pinos al presidente en turno.

El presidente era José López Portillo (a don Rafael lo había puesto de gobernador Luis Echeverría Álvarez), y supuestamente había recibido la promesa de Jolopo que lo incorporaría a un puesto del gobierno federal.

Pasado el tiempo y viendo que la promesa de incorporación no era cumplida, Hernández Ochoa buscó el canal adecuado para de la manera más atenta recordársela a López Portillo.

La respuesta que recibió fue contundente y no le dejó oportunidad de insistir:

Dice el señor presidente que el favor a que tenías derecho ya te lo pagó con el caso de tu funcionario que fue excarcelado, ya quemaste tu nave.

Como se ve, en eso de hacer favores la gente no es pródiga, aunque tenga poder y pueda hacer muchos.

Viene esto a cuento ahora que está por terminar el gobierno de Cuitláhuac García y él y su gente han caído en la cuenta de lo ingrata y traicionera que es la actividad política, pues no es lo mismo tener el poder y hacer lo que uno quiere, que estar a punto de dejarlo y no recibir ni siquiera un favor, solo reclamos, indiferencias y exigencias.

Hace unos meses los que rodeaban al Gobernador se veían como candidatos o con una oficina en alguna dependencia de la Ciudad de México, pues daban como un hecho que su jefe recibiría un buen cargo y les daría trabajo.

Hoy lo que quieren es no estar en la mira de la candidata de su partido, Rocío Nahle, y en diciembre irse tranquilos y que los olviden.

Cuitláhuac, para marcharse con un cargo a la CDMX, primero tiene que ganar Claudia Sheinbaum, después tiene que mostrar que en Veracruz ganó bien la candidata presidencial.

Pero eso no serán las únicas condicionantes para un futuro más tranquilo que lo que vive ahora.

Debe aportar lo suyo para que la candidata a gobernadora gane bien y además con un Congreso a su favor.

Sí su candidata pierde o gana apretadamente y tiene que gobernar con una Legislatura en contra, el culpable será él (independientemente de que sí ha dado su cuota), pues así es esto del reparto de culpas y más con la personalidad que tiene Nahle.

La cuestión es que es muy complicado operar electoralmente y entregar buenas cuentas si para todo hay reclamos, exigencias y acusaciones contra los colaboradores.

Si pierden Sheinbaum y Nahle el Gobernador podrá estar tranquilo, él, no un buen número de sus colaboradores. Pero si solo pierde una de ellas, la intranquilidad llegará hasta su nivel.

Y a ver quién le hace un favor.