​​​“Una nación está en peligro cuando su presidente habla todos los días y se cree la persona más importante del país”, dijo alguna vez el ex presidente argentino Arturo Illia. Y México le dio la razón.

La conferencia mañanera del Presidente López Obrador nunca fue un ejercicio de información y transparencia. Ha sido un instrumento de propaganda y manipulación, una caterva de mentiras, que ha servido al presidente para expeler el odio y el resentimiento acumulado tras décadas de frustración.

La mañanera es un soliloquio autoritario, un ejercicio diario de auto veneración, utilizada para polarizar al país mediante la violencia política ejercida en contra de una infinidad de personajes de gobiernos anteriores, integrantes de los poderes legislativo y judicial, organismos autónomos, líderes y partidos políticos, gobernadores de oposición, pero también en contra de empresarios, médicos, maestros y hasta de una clase media “aspiracionista”.

Es el púlpito donde se vocifera la mayor cantidad de mentiras. En promedio, el presidente dice más de ¡100 mentiras por cada conferencia! En cinco años de gobierno, López Obrador ha dicho más de ¡130 mil mentiras!, según han documentado de manera precisa medios y especialistas.

Prácticamente miente cada vez que respira.

Según un cálculo realizado por The Washington Post, en todos sus actos, declaraciones y tuits, Donald Trump acumuló durante su mandato 30 mil 573 afirmaciones falsas, engañosas o incomprobables. Así que la cantidad de mentiras de AMLO, ¡no las ha dicho ni Trump!

Eso no asusta a nadie. Por desgracia, el país se ha acostumbrado a la violenta demagogia de un presidente ausente de la realidad, cómplice de los atracos de su familia y su gobierno, empecinado en destruir las instituciones y a sus adversarios, entre los que ubica a los medios de comunicación.

El presidente ya había dado visos de su perversidad cuando acusó al periodista Ciro Gómez Leyva de que el atentado en su contra podría haber tenido el único interés de afectar a su gobierno. Es decir, el ataque no fue contra Ciro sino contra López Obrador; la víctima no fue el periodista sino el gobierno.

Lo mismo sucedió hace algunos días cuando en la mañanera pidió “entender las circunstancias” por la salida de Azucena Uresti de Milenio Televisión.

Bajo esa lógica se inscribe la perversa revelación en foros clandestinos de internet de los datos personales de más de 300 periodistas que han asistido a la conferencia mañanera.

Hay pasaportes, identificaciones, RFC, nombres, correos electrónicos, teléfono, dirección, fecha de nacimiento, CURP y todos los datos personales de los periodistas acreditados para acudir a la conferencia matutina. Esa información sólo la tiene palacio nacional y sólo podría utilizarla para validar la mentira, ejercer la censura y realizar un acto de intimidación en medio de un violento escenario electoral.

La filtración no sólo exhibe los datos personales, sino que pone a los comunicadores a merced de la delincuencia y la furia del fanatismo morenista. Es una clara amenaza respecto a las consecuencias del ejercicio de su profesión.

El gobierno acusará a los hackers. Los periodistas ya saben a qué atenerse.

La puntita

A propósito de López Obrador y sus próximas iniciativas de reforma constitucional, cito al sacerdote jesuita Jorge Loring Miró: “Aunque un gobierno haga una ley dando permiso a los burros para que vuelen, no por eso a los burros les saldrán alas”.