Las fiscalías no tienen nada de independientes pues están sujetas a lo ordenado por los presidentes y gobernadores en turno. Esto ya lo hemos visto y lo seguiremos viendo, en Veracruz y el resto del país.

De hecho, en unos meses estaríamos viendo un cambio más en la Fiscalía General de Veracruz, aunque por diferentes razones, gane quien gane las elecciones de junio.

Para su tranquilidad administrativa, jurídica y política quienes representan al Poder Ejecutivo maniobran e imponen al fiscal general que los acompañará durante su sexenio. Para eso convencen a renunciar, con los métodos necesarios, a quien esté el frente de la Fiscalía y vía el Congreso local nombran al nuevo fiscal a modo.

Hay pocos casos en los que no ha sido así, porque los gobernadores no tienen mayoría en la Legislatura de su estado y no saben negociar, sino solo imponer y arrasar.

Así pasa en Morelos, donde Cuauhtémoc Blanco ha querido destituir y mantener en la cárcel al fiscal independiente Uriel Carmona, y en Nuevo León, entidad en la que Samuel García si bien logró quitar de la Fiscalía a Gustavo Adolfo Guerrero, no pudo nombrar a su fiscal y paga las consecuencias por un control que le resulta muy contrario a sus intereses y formas de gobernar.

En Veracruz, en la era de la Fiscalía General del Estado, el entonces gobernador Javier Duarte puso, con el respaldo del Congreso que controlaba, a Luis Ángel Bravo Contreras, que estaría más allá de su periodo como mandatario.

Eso no fue posible, el siguiente gobernador, Miguel Ángel Yunes, lo quitó y colocó al ahora encarcelado Jorge Winckler, a quien se asegura le dieron la oportunidad de renunciar, pero no aceptó la salida sin ruido, quiso pleito y lo quitaron como pudieron.

Dicen expertos en derecho que eso de que lo quitaron como pudieron derivó en una ilegalidad, de ahí que un funcionario del área federal asignado en Veracruz no habría aceptado ser el nuevo fiscal, echándose de enemigo al entonces todopoderoso secretario de Gobierno, Patrocinio Cisneros, quien debió echar mano de su directora Jurídica, Verónica Hernández Giadáns.

Así que llegó al cargo de fiscala general Verónica Hernández, quien ha hecho poco por disimular su dependencia del Poder Ejecutivo.

Al respecto corre la versión de fuentes confiables que un día, en reunión con funcionarios, le salió la inspiración y, delante de su verdadero jefe (no el real, que ya se fue, sino el verdadero) proclamó su independencia.

Dicen que su verdadero jefe (a lo mejor estaba de malas), olvidó sus buenas formas y sin darle rodeos al asunto, seco y contundente, le recordó que no tiene tal independencia.

En fin, por eso vimos en estos días cómo quisieron imponer la reelección de Ernestina Godoy al frente de la Fiscalía de la Ciudad de México y cómo le hicieron para nombrar al encargado y acá, en su momento, pase lo que pase en la elección de junio, gane Pepe Yunes o Rocío Nahle, la fiscala recibirá la invitación para que renuncie.

Si es Pepe, por su mal trabajo, si es Nahle por la desconfianza hacia ella. La diferencia serán las formas.