Un grito de Carlos López cambiaría para siempre su vida. Hoy tiene 43 años, pero en aquel entonces cursaba la Primaria y estaba sentado en un salón de clases cuando la maestra dijo: “El grito no puede ser de él porque oí el de una niña”, relató quien hoy se identifica como una persona LGBT+.

Charlie dos veces López, como se le conoce dentro del activismo LGBT+, fue amenazado con expulsión escolar si no iba a un Esfuerzo para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género (ECOSIG), los también llamados “terapias de conversión” que en México no están regulados.

“A los pocos días (del grito) la maestra tuvo una junta con mi mamá y la directora para decirle que me tenían que llevar con un psiquiatra para corregir mi comportamiento porque ‘no estaba bien que un niño grite así’”, contó el sociólogo en entrevista para Grupo Fórmula.

Hoy en día hay 13 estados mexicanos que prohíben las terapias de conversión o ECOSIG. Sin embargo, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Diversidad Sexual y Género (ENDISEG) 2021 en el país, 1 de cada 7 personas personas Trans y 1 de cada 10 personas LGB+ fueron obligados a asistir con un médico, autoridad religiosa u otra persona para “corregir” su identidad u orientación sexual.

“No se le puede llamar terapia a algo que que en realidad es una tortura”, explicó Erica Salinas, de 40 años, activista de Sociedad Activa y una sobreviviente de ECOSIG durante su juventud.

“Yo era una persona cercana a la iglesia”, contó. Ella es oriunda de Sonora y hoy se considera una persona de fe, mas no religiosa. “Yo necesitaba que me guiaran para no ser una pecadora, para no irme al infierno, pero realmente el infierno comenzó a raíz de confesar mi homosexualidad”.

Con sus 22 años, Erica fue a confesarse con el padre de su iglesia. No le dijo a nadie y pasó cinco años con penitencias. “Cada vez que quieras besarla, te imaginarás a nuestra Virgen María ¿Te atreverías a besar a nuestra madre?”, le cuestionó el dirigente religioso.

Los ECOSIG no necesariamente se dan en centros o casas de seguridad. Más bien, estos intentos por “curar” o “suprimir” la diversidad sexual de una persona se pueden presentar en el hogar, la escuela, la iglesia o centros de rehabilitación e incluyen agresiones físicas, psicológicas y hasta sexuales.

Estás prácticas han sido calificadas como tortura por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, pues existen pese a que desde 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) retiró la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales.

“Te estoy hablando de que yo nací en 1988, en el año en que yo nazco, todo el mundo me consideraba a mí un enfermo mental”, dijo Ivan Tagle, director General de Yaaj México.

¿Qué son los ECOSIG o “terapias de conversión”?

Se consideran ECOSIG a todos aquellos métodos por los cuales se busca “modificar” la orientación sexual y/o identidad de género de una persona. Sin embargo, en 2016, la Asociación Mundial de Psiquiatría recalcó que “no hay evidencia científica sólida de que se pueda cambiar la orientación sexual innata”.

Dos décadas antes de ese momento, a Charlie lo obligaron a ir al psiquiatra dos veces por semana. Sólo tenía 10 años, no entendía que había hecho mal al gritar, era un niño alegre y de buenas calificaciones, pero su paso por el ECOSIG cambió su vida completamente.

“El psiquiatra me ponía a caminar en línea recta, yo tenía miedo y trataba de caminar lo más rígido posible”, recordó. “Empezaba a hacer señalamientos sobre mi expresión de género al caminar, de repente me hacía preguntas como: ‘¿Te gustan los hombres o te gustan sólo los niños?¿Has tenido contacto con hombres más grandes que tú? ¿Yo te gusto? ¿No te gustaría tocarme?’. Sentí que eso había sido un abuso sexual”

Aunado a esto le recetaron un medicamento que le causaba dermatitis, se rascaba las manos y los brazos constantemente, se sentía cansado, sus calificaciones bajaron y el acoso escolar surgió casi de inmediato.

“Estas prácticas surgen debido a la falsa creencia de que cualquier orientación sexual o identidad de género que estén fuera de una norma está mal, es patológica y entonces puede ser curada”, señaló Ivan Tagle.

En México este discurso ha sido promovido por movimientos de ultraderecha conservadora como el Frente Nacional por la Familia. Además de que gobiernos como el de Jalisco financiaron casas de seguridad donde Yaaj México registró que se realizaban ECOSIG contra la comunidad.

“Es una deuda histórica que tiene el Estado para con las poblaciones LGBT+”, aseguró

México, la ilegalidad de los ECOSIG

México se han logrado prohibir las “terapias de conversión” en 13 estados: Ciudad de México, Sonora, Tlaxcala, Colima, Zacatecas, Yucatán, Baja California Sur, Baja California, Jalisco, Estado de México, Puebla, Nuevo León e Hidalgo, pero aún quedan 18 entidades donde estas actividades operan, sin prevención ni sanción, desde la clandestinidad.

Quienes realizan ECOSIG no sólo están a un clic de distancia, algunos psicólogos, que Grupo Fórmula intentó contactar sin éxito, usan el internet para difundir un discurso de “cura” a la comunidad LGBT+, mientras otros se encuentran insertos en grupos de apoyo donde, de voz en voz, se acercan a la familias para ofrecer estos servicios.

“En México existen este tipo de organizaciones, pero al no estar reguladas ni por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) o por la Secretaría de Salud, siguen promoviendo servicios fraudulentos”, señala “Nada que curar. Guía de referencia para profesionales de la salud mental en el combate a los ECOSIG”, hecha en 2019 por la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la CDMX y la organización Yaaj México.

La violencia de los ECOSIG comienza desde que una familia no respeta la identidad u orientación de una persona. De ahí escala hasta llegar a la privación ilegal de la libertad en centros de rehabilitación, de 4to y 5to paso, o alguna institución religiosa, de las cuales se omiten sus nombre por respeto a las investigaciones y procesos legales que se llevan en su contra y ante el riesgo de su desaparición al ser nombradas.

Hoy en día, aunque varios estados sancionan los ECOSIG con multas, pena de cárcel o el retiro de cédulas profesionales se requiere de una legislación federal que permita homologar la prohibición en el país.

De hecho Yaaj, México en conjunto con Genaro Lozano y las senadoras Citlalli Hernández, Patricia Mercado y Alejandra Lagunes propusieron una iniciativa en 2018 para prohibir la práctica de los ECOSIG en México, reformando el Código Penal Federal y la Ley General de Salud, la cual fue aprobada por el Senado de la República y recientemente por las comisiones de Justicia, Diversidad y Salud en la Cámara de Diputados.

“Lo que hace falta es que aquellas entidades que hayan aprobado estás iniciativas comiencen a trabajar en políticas públicas y mecanismos para hacer efectiva la prohibición y la prevención del delito, que es lo más importante, prevenir no solo castigar”, explicó el director de Yaaj México.

Ahora que las comisiones dieron el visto bueno, el proyecto recaerá en la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados y deberá volver al Senado por una observación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

“La observación era que se tenían que modificar el castigo o la pena que no fuera permanente porque hay una parte de la ley que dice que a cualquier profesional de la salud que imparta esto se les retirará la cédula de manera permanente. Entonces, de acuerdo a México, no puede existir penas permanentes, tiene que haber una unidad de medida pueden ser 100 años, pero tiene que haber un número”, explicó

Tipos de ‘terapias de conversión’ o ECOSIG

Mientras se estanca la legislación, los ECOSIG se siguen perpetuando. La ONU ha registrado tres enfoques principales en éstas prácticas: el psicoterapéutico, que contempla terapias conductuales, cognitivas e interpersonales, así como el uso de descargas eléctricas y drogas.

La segunda es médica, donde se usan fármacos, terapia hormonal o esteroides basados en la idea de que “la diversidad sexual o de género es una disfunción biológica».

Finalmente aquellas ECOSIG basadas en la fe utilizan un asesor espiritual que somete a las personas para superar “su condición”. La violencia es desmedida, pues va desde rezos, penitencias y hasta golpes.

Tanto Salinas como Tagle reconocieron que quienes operan estos espacios se aprovechan del desconocimiento y la vulnerabilidad de las familias para ofrecerles “cambiar” la sexualidad de una persona en cuestión meses.

Las familias aceptan. Dejan de lado por completo un consentimiento de la víctima y firman “una carta responsiva a los familiares donde afirman que hay una prueba toxicológica”. Así es. Miles de personas LGBT+ son ingresadas en anexos bajo el argumento de que tienen una adicción.

“En su mayoría son amigos o parejas (las que denuncian)”, contó el director de Yaaj México. Sin embargo, con todo y una denuncia por desaparición en la Comisión Nacional de Búsqueda o articulados con la Comisión Nacional de Atención a Víctimas, el promedio para que una persona en ECOSIG se libere de estos espacios es de seis meses y muchas veces con obstáculos de por medio.

El “pecado” de Erica: las secuelas de los ECOSIG

Las penitencias que le sentenciaban a Erica escalaron con el tiempo. Le sugerían que se lastimara cada vez que sintiera ganas de estar con una mujer. “Hasta que el dolor sea más fuerte que el pensamiento”, le decían. Tenía que rezar, subir el cerro de la virgen de rodillas, hacer viacrucis, votos de silencio y castigos impuestos por el propio padre.

“Me decía: ‘Quédate en tu casa sola y encerrada hasta que creas que puedes salir a ser digna de lo que Cristo tiene para ti’”, comentó. Algunos detalles son borrosos en su memoria por el trauma, pero “quería curarse antes de tener que decirle a su mamá”.

En la iglesia le prohibieron leer sobre la comunidad LGBT+ para “evitar que se confundiera”. No fue hasta sus 26 años que decidió abandonar las penitencias, luego de que el padre le sugiriera un psiquiatra para recibir terapia de electroshocks y una ginecóloga que le diera “estrógenos para recuperar la feminidad perdida”.

Charlie y Erica sufrieron las consecuencias de los ECOSIG como disfunción sexual, depresión e ideas suicidas. No sólo ante una discriminación social, si no ante el posible rechazo de sus propios padres y las consecuencias de dejar tratamientos médicos sin supervisión.

“No sé si de repente mis cuadros de ansiedad o de depresión sean resultado o no de haber interrumpido ese tratamiento psiquiátrico”, señaló Charlie, mientras que Erica toma terapias EMDR, especializada para eventos traumáticos, para superar lo sucedido en la iglesia y realizó el cortometraje “Para: Sara” como catarsis de su experiencia.

“Con esto te vas a curar”, le dijo el padre a Erica al ofrecerle electroshocks y estrógenos. Fue la primera vez que usó ese término en el proceso. “La palabra curar fue lo que me hizo darme cuenta de todo lo que estaba pasando. En ese momento dije: ‘Yo no estoy enferma, estoy enamorada’ y salí corriendo de ahí”.

Aunque algunos logran salir de los ECOSIG, lo cierto es que al buscarles dentro de los centros de rehabilitación existen obstáculos como que la víctima se quede por miedo a las consecuencias, que incremente la violencia en su contra o que los cambien de anexo para evitar su localización.

“Lo más importante es generar una serie de acciones políticas públicas que ayuden a quitar los estigmas y los prejuicios en torno a la patologización de nuestra sexualidad e identidades”, dijo Tagle. “Para lograrlo tiene que haber un etiquetado de presupuestos específicos para combatir este tipo de violencias”, garantizar la no repetición y la reparación del daño en víctimas de ECOSIG.

Tras años de lucha, en México cerca de 1 de cada 7 personas trans y 1 de cada 10 personas LGB+ han sido víctimas de la tortura de los ECOSIG o “terapias de conversión”, afectadas por una legislación estancada, una clandestinidad latente y el discurso perpetuado de violentar sin fundamento a la comunidad LGBT+.

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