Si en algo aprecia su libertad, Hugo López-Gatell debe aprovechar su cercanía con el presidente López Obrador y pedirle que lo ayude a escapar a un país que no tenga tratado de extradición con México, porque más tardará Andrés Manuel en salir de Palacio Nacional, que él en entrar a un reclusorio. Y más si la próxima presidenta es Claudia Sheinbaum.

La pandemia del Covid le dio a Hugo la gloria que quizá nunca imaginó desde la primera vez que el secretario de Salud, Jorge Alcocer (negado para hablar en público), lo llevó a una mañanera y lo puso frente al micrófono presidencial.

Su facilidad de palabra, su elegancia al hablar, sus finos modales, el cúmulo de conocimientos sobre el Covid que desparramó generosamente ante los reporteros y ante el propio López Obrador, cautivaron al tabasqueño que de inmediato lo nombró zar de la pandemia. De ahí a convertirse en un rock star, la distancia fue así de chiquita.

Y las candilejas lo deslumbraron.

La ciencia supo que había perdido a López-Gatell para siempre cuando éste la cambió por la política en marzo del 2020 al manifestar, con Andrés Manuel a sus espaldas pero tomando nota: “La fuerza del presidente es moral, no es una fuerza de contagio”.

López Obrador ordenó que le habilitaran una oficina en Palacio Nacional y Hugo era el único que tenía derecho de picaporte en la oficina presidencial, por encima de cualquier secretario de Estado.

Fue con el presidente y no con los científicos con quien armó la estrategia contra el Covid que se basó en mandar al diablo el uso del cubrebocas (porque no existen evidencias científicas sobre su efectividad), a pesar de que era una exigencia de la Organización Mundial de la Salud. También mandó al diablo las pruebas anticovid (porque no tienen sentido; así no funciona la vigilancia epidemiológica) cuando era otra de las recomendaciones sustantivas de la OMS.

Y la estrategia fue un desastre.

Sin insumos suficientes para afrontar la terrible enfermedad, (porque les fueron negados por el gobierno), médicos y enfermeras se convirtieron en algo más que héroes, pero ni aun así pudieron evitar la muerte de más de 800 mil enfermos.

López-Gatell desdeñó el consejo de científicos que habían sido sus maestros y de la propia OMS que le pedían que no siguiera llevando a más mexicanos al matadero. Ahogado en soberbia, paseaba su altivez de pavo real por Palacio Nacional y sus cercanos lo empezaron a candidatear como sucesor del presidente.

Hasta que cometió el error de mentirle sobre la cifra de muertos.

El periodista Carlos Loret de Mola, dio a conocer un encontronazo verbal entre la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum y Hugo. ¿Cuándo vas a dejar de mentirle al presidente? le habría dicho Claudia al descubrir que la cifra de muertos en la CDMX era mucho mayor que la que López Gatell le pasaba diariamente a López Obrador. Y desde entonces lo tiene en la mira.

Luego vinieron otras mentiras garrafales, como asegurar que los padres de los niños con cáncer hacían sus marchas y manifestaciones con el fin de derrocar al gobierno. Y que los menores no necesitaban la vacuna anticovid porque eran más inmunes que los adultos. “Una vacuna a un niño puede hacerle falta a una persona mayor”.

Fue entonces que López Obrador literalmente estalló y lo proscribió de sus mañaneras.

Claudia Sheinbaum y el canciller Marcelo Ebrard le pidieron que lo corriera. Pero López Obrador se aguantó las ganas al considerar que correrlo sería aceptar que se había equivocado al nombrarlo subsecretario de Salud. Pero lo tiene a dos fuegos; por un lado lo desprecia en privado y en público ha llegado a decir que es uno de los mejores científicos del mundo.

Con todo, Hugo no pudo evitar que entablaran una demanda en su contra por “falta de deber de cuidado, negligencia y falsos informes dados a la población”.

En respuesta, la Fiscalía General de la República determinó no investigarlo porque los hechos “no son constitutivos de delito”. Pero el juez Arturo Medel revocó esa resolución y López-Gatell está en peligro.

Para apaciguar las aguas, Andrés Manuel dijo que esas demandas son producto del rencor, el odio y la politiquería. “Son una injusticia y actos de mala fe”.

Si López-Gatell piensa que con eso ya la libró, qué inocente es.

Puede que la Fiscalía se haga pato haciendo como que investiga, pero al final Hugo tendrá que enfrentarse a un juez. Y a los delitos que le imputan seguramente le agregarán negligencia criminal por la muerte de más de 800 mil personas por Covid. Y crímenes de lesa humanidad por la muerte de 2 mil 600 menores con cáncer a quienes el Estado les negó sus medicamentos oncológicos. Acusación que compartirá con el presidente y el Secretario de Salud.

Si en efecto Hugo valora su libertad, debe pedirle a López Obrador un apoyo más efectivo, como enviarlo a Ruanda para que se pierda por allá. Porque de lo contrario, se la pasará choreando incautos en algún reclusorio de mediana seguridad… por el resto de su existencia.

bernardogup@nullhotmail.com