Con amplio sentido de oportunidad y capacidades mediáticas, en meses pasados, los grupos criminales en Sinaloa inundaron las redes sociales con entregas de ayudas en zonas urbanas populares y comunidades rurales de la entidad. Una de ellas la colonia Ampliación Bicentenario en Culiacán, bastión del Cártel de Sinaloa.

En el sitio, uno de los más marginados de Sinaloa, decenas de niños dejaron de estudiar por la pandemia, al no tener computadoras ni televisiones para las clases a distancia.

La familia Quiñones creó una escuela temporal para evitar que abandonen sus estudios y caigan en las drogas o se sumen a las filas del crimen organizado. A través de redes sociales, los Quiñones pidieron ayuda para comprar material educativo. Como respuesta, recibieron dádivas de los hijos de Joaquín el “Chapo” Guzmán identificados como Los Chapitos, pero también del Banco de Alimentos y la Secretaría de Educación de Sinaloa.

En entrevista con Noticieros Televisa, César Quevedo, subsecretario de Educación Pública de Sinaloa, aseguró que no existe una relación laboral con el cártel liderado por Ismael el “Mayo” Zambada, sino una “relación de generosidad y de apoyo para que esos niños sean atendidos”.

Existen diversos factores que permiten a los cárteles posicionarse como supuestas organizaciones con “responsabilidad social”, entre ellas que los programas de apoyo económico del gobierno han resultado insuficientes o apenas se están aperturando.

Las dádivas de Los Chapitos en Sinaloa se han realizado de manera expedita, sin trámites, registros ni papeleos, lo que ha ocasionado polémicas en la región. Un ejemplo, la familia Quiñones ha sido señalada de tener vínculos con el narcotráfico.

“La gente nos juzgó por aceptar la ayuda. Dijeron, los narcos están creando soldados para el mismo narco, yo no lo veo así, yo veo que los narcos están quitando soldados para el mismo narco”, señaló Esme Quiñones, a Noticieros Televisa.

Una escuela, la declaración de guerra

Las guerras en las organizaciones criminales son una constante. Apropiarse del monopolio de algún delito en una zona geográfica o del negocio ilícito en alguna ruta, es parte de esa “normalidad”.

A veces las causas son rencillas intestinas o familiares, o el control de la autoridad por las relaciones corruptas. En suma es el poder, tan parecido al control del poder político.

La zona norte de Culiacán es desde hace años un sitio impenetrable. Lo saben los pobladores, pero no así los “Chapitos, quienes han habilitado una escuela temporal en la colonia Bicentenario.

Alfredo, Iván Archivaldo y Ovidio Guzmán, son conocidos por su imprudencia, ostentación y excesos. En Sinaloa, sin embargo, son una insólita combinación de “héroes”, objetos de respeto e incluso de reverencia.

Durante el confinamiento por la pandemia, los “Chapitos” se han hecho presentes en distintas zonas de Culiacán —bastión del Cártel de Sinaloa—, con la entrega de dinero, despensas, útiles escolares, y ahora una escuela para una zona marginada.

El centro educativo, acondicionado en un terreno con malla sombra, lámina, una estructura de madera, piso de tierra, un baño y una bodega, con laptops, impresoras y un módem para internet inalámbrico, es parte de una interesada generosidad de los lideres criminales.

De acuerdo con la radiografía del narco en aquella entidad, la zona está dominada por el “Ruso”, enemigo acérrimo de los “Chapitos”, quienes estarían interesados en ampliar su base social en aquel sitio. Los expertos advierten que con esta acción, los hijos del “Chapo” Guzmán le han dado la cara al “Ruso” con una inminente declaración de guerra.

Los enfrentamientos internos en una de las organizaciones criminales más poderosas de México no son sólo asunto de sus negocios. Arrasan con ciudadanos también. La circulación de convoyes armados y los enfrentamientos han cobrado vidas de pobladores ajenos a sus negocios e intereses.

INFORMACIÓN/INFOBAE

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