Llamadas y mensajes en las madrugadas, atención las 24 horas del día, los 365 días del año, tener valor y ánimo para no dejar colgado a nadie, incluso cuando las solicitudes escapan a las facultades de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, pero mediante acompañamiento y gestión la atención se da; vivir bajo presión y amenaza constante por hacer bien el trabajo y tocar intereses o poderes. Sacrificar a la familia, en sentido figurado, incluso saber que también está en riesgo.

Dejar atrás los logros académicos, que para muchos no son mas que prueba de preparación pero no de experiencia; que una licenciatura en derecho, Maestría en Psicología Jurídica y Criminología, diplomados y estudios avanzados en el Colegio de Leyes de Washington, la American University y la Academia de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario sean la base de un conocimiento usado en favor de las y los veracruzanos.

Cualquiera de las y los aspirantes que acaban de ser entrevistados en el Congreso de Veracruz tiene el legítimo derecho de buscar esa silla, pero es muy diferente decir que hacer, no ponemos en tela de juicio sus dichos y expedientes y las firmas recabadas; pero estamos hablando de la única institución, al menos en Veracruz, que no puede poner en riesgo su reputación, los valores que justifican su propia existencia, con tal de abrirle la puerta a novatos. Estamos hablando de una alta responsabilidad civil, incluso jurídica, que requiere temple y un profundo sentido de servicio.

El trabajo de la Doctora Matzumoto al frente de la CEDH ha sido aplaudido y abucheado, no por malos resultados ni por hacer algo extraordinario; así pasa cuando la grilla no cabe en el quehacer diario y se trabaja, tener contentos a todos es una idea ociosa cuando toca mediar entre sociedad e instituciones, la justicia es así; y “quedar bien” desde la defensa de los Derechos Humanos es tan simple, pero tan complejo, como apegarse al marco de las leyes, a pesar de la popularidad. Eso no se enseña en las aulas, lo da la experiencia, un requisito indispensable para relevar a la todavía Presidenta de la Comisión.

Se han quejado, algunas y algunos aspirantes, de que no hay “piso parejo” en la elección de nuevo titular de la Comisión de los Derechos Humanos en el estado, pero no reconocen el hecho de que la hoy Presidenta, Namiko Matzumoto, pudo reelegirse de haberlo querido y porque está permitido en la ley; ella prefirió apuntarse en la lista y presentarse como cualquier otro lo hizo, exponer sus propuestas y experiencia, y esperar la decisión del Congreso del Estado.

Hoy, como ella, nadie acumula el andar y trabajo en el ámbito. Pero la última palabra está por darse; si de verdad las y los diputados son representantes populares, entonces habrán de tomar en cuenta la postura de las agrupaciones que han encontrado en Matzumoto una persona de valor.

Esta designación obliga a no permitir preferencias personales, amiguismo, recomendaciones, titulares a modo. Para llenar esa silla no hacen falta palabras, mucho menos la improvisación con tal de cambiar por transformar.