El pasado jueves un suceso histórico volvió a enfrentar a nuestros amigos españoles. El cuerpo del dictador Francisco Franco fue extraído de un sitio histórico, patrimonio del pueblo ibérico (El Valle de los Caídos), con la finalidad de que no se hagan en dicho lugar más visitas que enaltezcan la memoria del dictador. Independientemente de si ésta fue una decisión politiquera –o no– por parte del gobierno en funciones, con miras a las elecciones del próximo 10 de noviembre, resulta inaudito ver como decenas de personas se dieron cita al momento de la exhumación, para gritar entre muchas otras cosas: “¡Viva Franco!”

Me resulta complicado comprender cómo es que se puede vanagloriar a alguien que hizo tanto daño; no veo un proceso racional que me permita entender razones por las cuales alguien quisiera gritar efusivamente su nombre posterior a un ¡viva! Aún así, mis amigos me aseguran haber sido testigos, en más de una ocasión, de personas nostálgicas del franquismo.

Es increíble que así sea y, aún más increíble me resulta, que exista quien haga pública su añoranza a un régimen totalitario, asegurando que aquellos fueron tiempos benévolos. Desde un punto de vista personal, lo anterior podría presumirse como reflejo de haber sido parte de un grupo reducido que, durante el régimen, gozó de los beneficios selectivos de la dictadura, manteniéndose alejados de la realidad mayoritaria.

Hay quienes creemos que este tipo de prácticas que enaltecen el nombre y figura de los que atentaron contra la dignidad del ser humano, deben estar prohibidos por ley; tal como pasa en Alemania, donde hasta el hecho de negar la historia del régimen nazi hoy está prohibido.

No obstante, reconozco que no es una cuestión fácil ni en lo normativo ni en lo moral ni en lo filosófico, pues ni siquiera sabemos, como especie, hasta qué punto debe garantizarse la libertad de expresión. ¿Debe haber cabida a ideas explícitamente intolerantes? ¿Debe permitirse la libertad de homenajear públicamente a aquel que atentó contra las mismas libertades?

Yo considero que no, pues ello, si bien puede coartar ciertos derechos, me parece la estrategia más factible para que no se repitan ese tipo de barbaridades. No hagamos complicado para los niños de hoy distinguir entre el buen y el mal uso del poder.

Así pues, termino diciendo que vale la pena recordar que no todos los tiempos pasados fueron precisamente mejores.

Con el mayor de los respetos al país y al pueblo que me ha estrechado una mano y regalado muchas sonrisas. Entiendo que es un tema sensible con puntos de vista encontrados.

 

SOBRE EL AUTOR

Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública (UAEMex); Máster en Liderazgo Político y Social por la Universidad Carlos III de Madrid; actualmente Doctorando Ciencias Políticas en la U. Complutense de Madrid y Máster Análisis Político y Electoral UC3M.
Áreas de interés: Democracía, Teoría Política, Partidos Políticos, Sistemas electorales, Cultura Política y Comportamiento Electoral.
Cursos y Seminarios sobre Campañas Electorales y Estrategias Políticas por: The Washington Center, George Washington University, ITAM, Universidad de Yale, Universidad de Harvard.

Profesionalmente ha colaborado en Asociaciones Civiles como LULAC; Consultorías Políticas como CEPLAN, y en Dependencias de Gobierno como la Embajada de México en Francia. Asimismo ha sido partícipe de distintas campañas sociales y electorales y colaborado como autor en medios como #MexiquensesTestimonioDeUnaGeneración y #LaOpiniónDe.