En su primer disco, Ilusiones (2018), Ik’Balam pretendía hacer el registro del requinto jarocho eléctrico de cinco cuerdas que construyó con ayuda de Ramón Gutiérrez en la laudería y Norberto Cuevas en la ingeniería, instrumento con el que cursó la licenciatura en jazz y exploró las posibilidades de integración del son jarocho con el jazz. Recientemente grabó su segundo álbum, Erosión de la memoria, un proyecto más ambicioso que representa la culminación de una larga búsqueda, tras probar diversas combinaciones instrumentales, al fin logró componer en lenguaje jazzístico con los instrumentos tradicionales del son jarocho.
Erosión de la memoria se presentará en el Noveno Festival Internacional JazzUV. El concierto será el viernes 25 de octubre, a las 17:00 horas, en el Teatro J. J. Herrera. Hace unas semanas platiqué con él, en esta primera parte de la conversación nos habla de la génesis del disco y de los pormenores de su realización.
«Este disco, que se llama Erosión de la memoria, es el testimonio del sonido que tenía en la cabeza, que es utilizar instrumentos del son jarocho para tocar jazz. Ha sido —todavía es— un proceso largo que fue de muchas pruebas y errores, paciencias, impaciencias, desaciertos y logros, porque pasaron muchos años para llegar a este disco, desde que empecé a escuchar música y luego estudiar la licenciatura de jazz con el requinto y luego componer las piezas y arreglarlas, y siempre tenía en mente que quería hacer algo con instrumentos de son jarocho pero para tocar piezas instrumentales donde se improvisara. Con la carrera desarrollé también los vocabularios del jazz, no solamente los del son jarocho.
«Fue un proceso muy largo para llegar a este producto. A lo largo de los años, fui probando qué instrumentos ensamblaban con el requinto: el primer trío que tuve era con bajo eléctrico y jarana, luego, cuando estaba en la escuela alternaba entre bajo eléctrico y contrabajo con cajón set; un tiempo hubo batería y más recientemente, este año, estuve tocando en otra parte del país con bajo eléctrico y tabla hindú, probé esa combinación y vi que sí ensamblaba con el requinto, pero ahora se dieron las circunstancias y se pudieron sumar la jarana y la leona al requinto eléctrico de cinco cuerdas y sí se materializó la concepción que tenía en mente desde un principio, porque al momento de escribir iba pensando en rasgos generales y esperaba poder tener, en algún momento, el ensamble específico que pudiera tocar esas piezas. Al fin se dio la oportunidad de hacer el disco, aunque nunca pode probarlo porque no se daban las circunstancias, el resultado sí fue bastante cercano a lo que tenía en mente.
«Todo se fue acomodando: hace dos años, Vico Díaz —el que toca la leona— fue al Centro de Estudios de Jazz porque lo invitaron a dar una clase junto con Jahaziel Arrocha y Andrés Márquez. Para mí fue muy padre ver que ya había alguien más tocando jazz y otras músicas con un instrumento del son jarocho. Nos juntamos, tocamos juntos en un salón, hubo muy buena química y quedamos en hacer algo en algún momento. En ese entonces yo todavía estaba en la carrera y él estaba viviendo en Guadalajara y salía bastante, incluso estuvo viviendo un tiempo en Estados Unidos, por eso no se pudo concretar algo en ese momento.
«Paralelamente, me reencontré con un amigo que se llama Pablo Emiliano García, que es músico de son jarocho en su formación principal. En una fiesta nos encontramos y tocamos, y me llamó la atención que él ya podía tocar en varios tonos, en otros tiempos, que ya estaba buscando en ese camino. Como él vive en Ciudad de México, a veces iba a verlo y le enseñaba ciertas cosas de las piezas, de otras armonías, entonces fue como ir entrenando a Pablo un poquito para, en algún momento, poder integrar la jarana a mi proyecto.
«Este año, Vico se mudó a la Ciudad de México y Pablo seguía ahí, los llamé para montar el repertorio como lo tenía pensado. En junio tuvimos las dos primeras presentaciones en Ciudad de México y dije ¡wow!, hicimos un ensayo y medio y ya está sonando justo como lo tenía pensado, esto lo tengo que grabar.
«Teníamos esas fechas en México, yo tenía otras aquí en Xalapa y le hablé a Norberto Cuevas, de Azul Estudios, con quién he trabajado mucho. Le pregunté si estaba disponible en tal fecha y me dijo que sí. Llegamos de Ciudad de México, tocamos en Cauz, al otro día nos metimos al estudio y aprovechando que veníamos de ensayar y de tocar y que estaba fresco, en una sesión se hizo el disco. En ese sentido, se asemeja a los discos de jazz que se hacían en el siglo XX sin tanta producción, ensayos y cosas así, sino aprovechando ciertas inercias y cosas para generar esa espontaneidad. También es como un disco grabado en vivo porque está muy fresco, no está tan pensado matemáticamente como para que se haya hecho en el estudio.
«Después de la grabación han seguido algunas presentaciones porque fue un sonido que sí me convenció y dije sí le quiero seguir por ahí, y con las presentaciones se ha ido afianzando, ya llega a un nivel que suena natural, porque las piezas no son tan sencillas en un principio.
«Con este disco trato dar un testimonio de mi visión musical a nivel composición, en la que intento otorgarle a la palabra ‹instrumento› el valor que tiene. Creo que los instrumentos son un medio para hacer música, aunque en esta etapa particular de mi trayectoria estoy usando muchos recursos del jazz y del son jarocho, a fin de cuentas es música, y solamente son el medio porque, en primer lugar, mi requinto no es un requinto del son jarocho tradicional, es, justamente, la herramienta para que yo pueda tocar lo que tengo en mente; luego, la leona de Vico también tiene ciertas modificaciones como que no tiene trastes y no la toca con un plectro de cuerno convencional sino con los dedos; y la jarana que utilicé para grabar fue modificada en la afinación y en la encordadura para que pudiera tocar otro tipo de acordes, para que tuviera otra sonoridad. No es solamente tomar los instrumentos de esa tradición, sino que es todo un proceso de búsqueda de sonido».
(CONTINÚA)
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