Los recientes hechos violentos registrados en Veracruz y el enfrentamiento entre la delincuencia organizada y las fuerzas policiales estales y federales hace que la entidad parezca una situación muy similar, guardadas las proporciones, a un estado de guerra.

En las zonas centro y sur de Veracruz, la situación es ya insoportable y la violencia parece no tener fin.

Cuando la delincuencia organizada incendia camiones e interrumpe el libre tránsito se puede hablar de un reto, de un mensaje a la autoridad en el sentido de que los cárteles que operan en Veracruz no piensan abandonar la plaza.

La relación de hechos no sólo incluye incendio de camiones y obstrucción a las vías de comunicación por parte de la delincuencia, sino ataques a las fuerzas del orden, como el ocurrido en el hospital civil de Yanga, en la zona centro, donde un policía resultó lesionado.

Trasciende también lo ocurrido en la carretera que comunica a Jáltipan con Acayucan, en la región sur, donde los delincuentes secuestraron un autobús; lo mismo se reporta cerca de Cuitláhuac, donde robaron camiones para atravesarlos sobre la vía y después incendiarlos. Un espectáculo dantesco que fue difundido por la prensa veracruzana. En redes sociales circularon las imágenes y los videos en que se observa el hecho.

Poco después se registró el ataque a las instalaciones de Seguridad Pública en Tierra Blanca; y la agresión a balazos contra policías estatales en el tramo La Tinaja-Cosamaloapan, donde un grupo que se trasladaba en una veintena de camionetas abrió fuego contra elementos de la SSP del Gobierno del Estado. En Jáltipan, sujetos armados balearon y lanzaron granadas contra las instalaciones de la Fuerza Civil.

Hay otros casos más, pero sería insuficiente el espacio para narrar lo que se vive en el Veracruz de la violencia y la inseguridad.

Prácticamente todos los hechos recientes de violencia se atribuyen al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG); de hecho, desde el arranque de la actual administración estatal han sido frecuentes los operativos y acciones gubernamentales contra este grupo delincuencial que, de acuerdo con los partes informativos de la SSP, manejan hasta rótulos y uniformes con sus siglas, como si se tratara de un corporativo que cuenta hasta con manuales de identidad; sólo les faltan las tarjetas de presentación para sus integrantes.

Este es un estado diferente al que presentan las autoridades en materia de desarrollo económico y turismo; en esta entidad, la muerte y las imágenes de violencia son cada vez más frecuentes, sobre todo en los recientes días.

Es tan grave el problema que por muy alarmante que sea un hecho delictivo, sabemos que unas horas después habrá otro aún peor.

Como consecuencia de esa escalada de violencia, en Veracruz se extiende un ambiente de inseguridad; hay puntos de la geografía estatal en que las recomendaciones para no salir de manera innecesaria son frecuentes, básicamente en el sur y centro de la entidad, donde los empresarios lamentan que dicha situación provoque un incremento en el precios que manejan las compañías aseguradoras o que haya empresas que se nieguen a surtir mercancías, por temor a ser víctimas de la delincuencia que ha sentado sus reales.

Lo peor es que entre el actual escenario que se registra en Veracruz y la definición de un estado fallido hay una línea muy delgada. @luisromero85