Son quince las organizaciones ciudadanas interesadas en transformarse en partidos políticos y si todas logran su objetivo, nomás de entrada el OPLE erogará 90 millones de pesos para sus prerrogativas. Es decir, les tocará de a 6 millones por piocha.

Lo anterior le parece “positivo” al magistrado del Tribunal Electoral de Veracruz, Roberto Eduardo Sigala Aguilar, quien la semana anterior declaró que la medida contribuye al fortalecimiento de las instituciones.

“Esto es bueno porque quiere decir que la vida democrática le interesa a la mayoría de los veracruzanos y creo que mientras más se interesen en esto, más opciones tendrá el ciudadano para poder votar”.

¿Será que acaba de nacer el señor magistrado?

Mientras en otros países un partido político se crea como verdadera alternativa ciudadana y quienes aspiran a registrarlo saben que deben sudar la gota gorda para lograr su objetivo, en este México nuestro y salvo rarísimas excepciones, un partido político se funda con la única finalidad de sacar de jodidos a los desempleados y zánganos de la política.

Eso de que “Somos una auténtica propuesta democrática”; “No somos mercenarios de la política sino una alternativa honesta”; “Somos una organización abierta a todas las ideas propositivas” y la más pegadora “Jamás seremos comparsa de nadie” es la parte alegórica de un plan cuyo único y verdadero propósito es la lana.

Nada más fácil en México que formar un partido político; unas cuantas asambleas distritales o municipales aderezadas con unas cuantas firmas (el 0.26% de los inscritos en el padrón electoral del distrito correspondiente) y ya estuvo.

Desde el nacimiento del INE (antes IFE) se cuentan por docenas los ejemplos de partidos políticos que nacieron, recibieron sus prerrogativas y murieron de inanición económica mientras sus dueños se convirtieron en nuevos millonarios. Y en ese sentido Veracruz no es la excepción.

Con la crisis de trabajo que hay en la entidad; con los cientos de politicastros vividores que deambulan por ahí causando pena y ayunos de transas y de moches, se me hace hasta poco que sólo 15 organizaciones deseen brincar al status de partidos políticos.

No creo que todas logren su objetivo, pero mientras menos sean mejor les irá a las que consigan el registro porque recibirán más prerrogativas. En lenguaje llano: entre menos burros habrá más olotes.

¿Cuántos de los nuevos partidos sobrevivirán a las elecciones intermedias y cuántos llegarán a las del 2024? Acaso un par, no más.

Ejemplos de longevidad político-parasitaria hay dos en el país: el PT y el PVEM que desde su registro (hace 29 y 28 años respectivamente) han tenido el tino de ser comparsas de los partidos grandes.

¿Qué ha aportado a la democracia mexicana? Nada. Lo único que han conseguido y hasta por sabido se calla, es hacer multimillonarios a sus dueños y más fregados a sus escasos militantes.

En contraparte con esos parásitos nacionales, los partidos-parásitos estatales tienen poca duración; acaso dos elecciones y ya. Pero no desaparecen del todo, sus dueños los reciclan fundando otra organización con otras siglas. Es decir, desaparecen para dar paso a otros, que desaparecerán para que otros nazcan y así hasta el infinito. Y todos con un solo fin: medrar del presupuesto.

Eso de que fortalecen las instituciones y contribuyen a la vida democrática es puro pinche sobado y relamido cuento.

bernardogup@nullhotmail.com