El primer paso de cualquier estrategia de seguridad en una ciudad, municipio o estado es la prevención, y una Policía de proximidad –como la que se está conformando en Xalapa– es fundamental para empezar a resolver un fenómeno tan complejo como la violencia, considera el investigador de la universidad “Alberto Hurtado” de Chile, Germán Díaz Urrutia.

De visita en la capital del estado, para impartir un Taller de Políticas de Seguridad Ciudadana y Prevención Ciudadana en el Nivel Local, organizado por el Centro de Seguridad Urbana y Prevención, enfatiza que los xalapeños no deben esperar que su Policía local sea un elemento reactivo que combata el crimen.

En realidad será un Policía de barrio, al que la gente conoce, en quien confía. Es decir, el primer contacto del Ayuntamiento con el ciudadano y sus necesidades. Trabajará para que el delito no suceda –dice–, y “el caso de Xalapa es extremadamente interesante, en la medida que se está constituyendo un nuevo Gobierno que hace una apuesta grande”.

– ¿Es necesaria la Policía Municipal?

– Sí, pero bajo ciertas condiciones. Lo primero es dignificarla, que esté bien preparada y tenga condiciones mínimas de seguridad, de formación y salariales para operar. En Xalapa sí hay esa concepción desde su integración: Una Policía bien formada, muy bien seleccionada y mejor pagada.

– ¿Qué es y qué características debe tener una Policía de proximidad?

– Saber detectar los delitos, pero también los factores de riesgo o las causas del delito. Estar muy bien entrenada en lo que llamamos la detención temprana, y para lograr eso el Policía debe ser muy próximo a su barrio, a su contexto.

Su enfoque es preventivo: la Policía es la gente, y la gente es la Policía… Ahora existen corporaciones especializadas contra el crimen organizado, que deben tener niveles de inteligencia distintos, pero la mayor cantidad de las policías deberían hacer un trabajo preventivo.

El Policía debe conocer a todas las fuerzas vivas del barrio, y viceversa. Para muestra, un botón: la mejor policía de proximidad es la japonesa. Cuando allá se inaugura una vivienda social, quien corta el listón no es el político, sino el Policía, quien de inmediato es reconocido y aceptado por la comunidad.

Otro elemento es la formación ética. Las policías manejan niveles de información y están expuestas a situaciones que ameritan un discernimiento ético constante. Cada elemento debe ser capaz y estar entrenado para garantizarlo, porque en el minuto en que empieza a haber corrupción, todo el modelo de trabajo se pierde. Aunque muchas veces no es corrupción, sino falta de procedimiento.

Necesitamos policías de proximidad capaces de atender las diferentes circunstancias que se presentan en la colonia, en la congregación. Por ejemplo, si alguien denuncia a un vecino, el Policía debe garantizar todas las medidas de protección al denunciante. No exponerlo, porque muchas veces aunque la Policía no es corrupta, aplica procedimientos inapropiados que finalmente perjudican a la comunidad. Los elementos deben tener una perspectiva de género, de derechos humanos, conocer los protocolos para actuar en circunstancias que hoy no son fáciles.

– ¿Cómo terminar con la percepción de que la nueva Policía resolverá todos los problemas?

– Se va logrando en la medida que toda la política de seguridad del municipio tenga una dimensión pedagógica hacia el ciudadano, que la población entienda cuáles son las competencias del municipio, de la Policía Municipal y del Gobierno Federal.

Además, que se entienda que el nuevo enfoque de seguridad ciudadana implica la coproducción, es decir, que todos somos parte del problema y de la solución. Como vecino no puedo estar todos los días quejándome de que en mi barrio la calle está mugrienta, que hay basura, porque entonces la pregunta es: ¿Qué estoy haciendo para trabajar por un barrio más limpio?

Y aquí está un gran desafío: que la Policía sea capaz de transmitirlo. Tiene que animar, junto con el Ayuntamiento, la prevención comunitaria.

– ¿Cómo debe trabajar una Policía de proximidad en materia de prevención del delito?

– Si bien estamos afectados por una gran criminalidad en el contexto de la narcocultura o de la violencia estructural, lo que más genera inseguridad son los conflictos cotidianos mal resueltos: el vecino que pone la música muy alta, el barrio que está feo, el foco roto.

Ahí es donde la Policía de proximidad tiene que jugar un rol muy eficiente, para que el ciudadano reconozca que se está haciendo las cosas distintas y el cambio parte de lo pequeño, para al final modificar toda la estructura.

Germán Díaz Urrutia  cuenta que en Chile, la Policía de proximidad hace un reporte semanal y lo manda al municipio, para registrar todos los factores de riesgo en el barrio: desde una luminaria que no funciona hasta el niño que no va a la escuela. Es más, si un niño no asiste a clases, la maestra va con el Policía a buscar al niño y conversa con su familia: “Lo que hace falta es generar una nueva relación Policía-comunidad”.

– ¿Qué hacer para enfrentar, como sociedad, el problema de la inseguridad?

– A partir del reconocimiento de la identidad colectiva. Siempre menciono como ejemplo el caso de Cherán, un pueblo de Michoacán pobre, indígena, que es capaz de decir “basta”. Para ellos, lo importante era cuidar el bosque y se armó todo un movimiento que finalmente expulsó al narcotráfico.

Si los campesinos de Cherán son capaces de movilizarse, la única fuerza capaz de mover la corrupción política y al narcotráfico es la fuerza de la comunidad. Pero para que exista, primero debe haber un sentido de pertenencia, la capacidad de hacer proyectos en común, un sueño colectivo. Eso falta.

La sociedad neoliberal, de consumo, rompe poco a poco las relaciones sociales y vamos perdiendo el espacio público, hasta que la delincuencia lo toma. Es necesario volver al espacio público, a la convivencia, para generar una cohesión que haga sentir a la gente que es parte del cambio y tiene el derecho a la ciudad, a cambiarla o reconstruirla.