Cuento Indígena mexicano

Un coyote salió de su agujero para ir a buscar comida. Llegó a un cañaveral de maíz; allí se encontró con un zorrillo y le preguntó:

¿Yo vengo en busca de mi comida? ¿Y tú dónde vas?

También vengo en busca de mi comida. Podemos apostar una carrera. Nos colocaremos en ese surco y cuando yo grite tres veces, juntos echaremos a correr. Quien antes llegue al final del surco habrá ganado.

Espera, le contestó el coyote al zorrillo ¿Y cuál es el premio? Qué tal si apostamos lo que vamos a buscar; si pierdo te daré lo que iba a ser mi comida, mi despensa, y si tú pierdes, me darás la tuya.

Como tú quieras, respondió inmediatamente el zorrillo.

Ambos se colocaron en el comienzo del surco, y el zorrillo gritó:

¡Uno, dos, tres!

El coyote, sin fijarse en nada más, echó a correr. El zorrillo, en cambio, en cuanto vio salir al coyote, se escondió en su agujero.

El coyote no sabía que al otro lado del surco había otro zorrillo. Éste, de lejos, había oído la conversación. Así, cuando llegó el coyote, el otro zorrillo estaba esperándolo sentado

tranquilamente.

El coyote quedó muy sorprendido de que le hubiera ganado la carrera y dijo:

¡No puede ser que corras más que yo! ¡Repitamos la carrera!

Se colocaron otra vez en el surco y el zorrillo dio la señal.

El coyote echó a correr y a correr…. Pero cuando llegó al otro extremo del surco ya estaba allí esperando  el zorrillo. El coyote no salía de su asombro pero ya no se atrevió a discutir con el zorrillo.

El zorrillo le dijo:

Ya viste cómo te pasé. Ahora dame lo que me prometiste.

Bueno, contestó el coyote, espera a que yo vaya a buscarlo, y cuando volvamos a encontrarnos aquí te lo daré.

¡No!, respondió enfadadísimo el zorrillo, quedamos que me lo darías aquí.

Pero si ahora no tengo nada, dijo el coyote.

De acuerdo, se conformó al fin el zorrillo. Ve a traerlo.

El coyote echó a correr y a correr… y se fue riendo. Ya no volvió nunca. Y cuentan que el zorrillo todavía lo está esperando.

De Thornton Wilder

“Los idus de marzo”

Agosto 17 del año 45, antes de Cristo.

Carta de Sirvilia, madre de Marco Junio Bruto, a la esposa de César.

Señora:

No es verosímil que el Dictador te haya informado aún que la Reina de Egipto llegará pronto a Roma, con intenciones de hacer una prolongada visita a esta ciudad. Si acaso deseas confirmar esta noticia, no tienes más que visitar tu propia Villa del Monte Janículo y allí, sobre la pendiente más lejana ,encontrarás a varios obreros afanados en la construcción de  un obelisco y de un templete egipcio.

Importa que dispenses tu atención a tal visita y a sus peligros políticos, porque ya va siendo motivo de irrisión en todo el mundo tu falta de  aptitudes para el alto puesto que ocupas, y se murmura que tu comprensión de la política romana, no es superior a la de  un niño.

Cleopatra, Señora, es madre de  un hijo de  tu esposo.
El nombre del  niño es Cesarión.

La reina lo ha mantenido oculto a las miradas de su corte. Pero continuamente difunde el rumor de  su divina inteligencia y de su gran belleza. Sin embargo, la verdad, según fuente autorizada, es que se trata de  un idiota, que todavía no habla y que apenas camina, a pesar de  haber pasado su tercer cumpleaños.

El único propósito de  la Reina al venir a Roma es legitimar a su hijo, y establecer sus derechos a la sucesión en el dominio del  mundo. El plan es absurdo, pero la ambición de esta mujer no reconoce límites. Su habilidad para la intriga, su falta de  escrúpulos, que no se detuvo ni ante el asesinato de su tío y de su hermano-esposo. Y su ascendiente sobre la lujuria de  tu marido, bastarían para sembrar en el mundo, la confusión. Aunque no alcanzarán para dominarlo.

No es la primera vez que has sido insultada públicamente por los  ostensibles adulterios de  tu esposo.

Que su capricho lo ciegue ahora al riesgo, que esa mujer significa para el orden público, no es sino una prueba más de  la senilidad, que empieza a trascender en su Gobierno. Poco es lo que puedes hacer, Señora. Tanto en salvaguardia del  Estado como en la defensa de tu dignidad. Pero en cualquier caso, debes enterarte, de que las mujeres de  la aristocracia romana, se negarán a ser presentadas, a esa criminal egipcia, y no aparecerán en su corte.

Si demostrases  una firmeza semejante, habrías dado el primer paso para reconquistar el respeto de  la ciudad. Respeto que has perdido, por la forma en que seleccionas a tus amistades, y por la ligereza de  tu conversación. Cosas, que, ni siquiera, tú extrema juventud, puede excusar.

Otra vez el Cardenal Julio Mazarino (1602-1661)

Del Breviario de los políticos

Permanece callado el mayor tiempo posible, escucha los consejos de otro y sopésalos un buen rato.

Celebra los obsequios que recibas, por mínimos que sean, como si fueran regalos extraordinarios, si te los ha hecho tu  señor; pregona y proclama que te gustan muchísimo.

Ten siempre consejeros cuyos temperamentos se complementen (pues es difícil encontrarlos de carácter equilibrado): uno flemático y otro impetuoso, uno indulgente y otro riguroso. Con un consejo así llegarás a adoptar las mejores decisiones.

Con los melancólicos muéstrate serio, con los coléricos, bilioso, y con tus superiores, paciente.

Nunca hagas broma de las cosas serias ni de ningún defecto físico o moral del otro del que pueda avergonzarse: dejarás en él un amargo recuerdo.