De profundis

Cuando entra uno en contacto con el alma, se convierte uno en un ser tan sencillo, como un niño; así dijo Cristo que deberíamos ser. Resulta trágico que tan pocas personas lleguen a poseer a su alma, antes de morir. Emerson afirma que no hay nada más infrecuente que un hombre capaz de actuar por sí mismo. Y tiene razón. Casi todos los seres humanos son otros, no ellos mismos. Piensan según las opiniones de otros; sus vidas se convierten en una imitación constante, sus pasiones en citas textuales. Cristo, no fue tan solo el individualista supremo de la historia; también fue el primero. Se apiadaba en efecto de los pobres, los cautivos, los de condición humilde, los que padecían; pero aún se apiado más de los ricos, los hedonistas convencidos, los que desperdiciaban su libertad convirtiéndose en esclavos de las cosas. La riqueza y el placer le parecían tragedias peores que la pobreza y las calamidades. Y en cuanto al altruismo, acaso ha habido nunca nadie, capaz de comprender mejor que él, que es la vocación y no la volición la que nos guía? Vivir para los demás como objetivo concreto y deliberado no era su credo. Cuando decía aquello de «Perdonad a vuestros enemigos» ,no pretendía que actuásemos por el bien de dichos enemigos, si no por el nuestro propio. Porque el amor es más hermoso que el rencor. Cuando implora al joven al que amó con verle: «Vende todo lo que posees y dáselo a los pobres». No es en el estado de los pobres en lo que está pensando, si no en el alma del joven, el alma noble que la riqueza estaba destruyendo. Su concepción de la vida es como la del artista, que sabe, que ley inevitable del propio desarrollo impulsa al poeta a cantar, al escultor a pensar en bronce y al pintor en hacer del mundo, espejo de sus estados de ánimo. Pero aunque Cristo no dijera a los hombres :»Vivid para los demás», si declaró que no existía ninguna diferencia entre las existencias de los demás y la de cada uno. De esta forma dio al hombre una personalidad titánica, gigantesca. Desde su venida, la historia de cada individuo en sí, es o puede llegar a ser, la historia del mundo.

Naturalmente, la cultura ha acrecentado nuestra personalidad. El arte le ha abierto horizontes infinitos a nuestro cerebro. Quienes poseen el temperamento artístico van al destierro con Dante, y aprenden cuán salado es el pan de otros y cuan empinadas sus escaleras; captan por un instante la serenidad y la calma de Goethe, sin olvidar ni por un momento que Baudelaire se dirigió a Dios en estos términos: “O Seigneur, donnez-moi la force et le courage. De contempler mon corps et mon coeur sans dégout”.

(O Señor,dame valor y fortaleza/para contemplar mi cuerpo y mi corazón..sin asco)

De Margo Glantz

Soy como soy porque he leído. Leí y leo a los hombres. Leo las actitudes, leo los sentimientos y sus consecuencias, leo al hombre cuando camina. Como se viste. Lo leo cuando habla. He leído a otros hombres. Escrito por otros hombres, que los han leído también. Cuantas vidas en la vida leída de un hombre? Entonces soy, porque todos los hombres somos uno. Nos hemos leído a través de los siglos. Somos la lectura propia para no caer en el olvido, en la desmemoria y no seamos los de sin recuerdo..los de sin razón.