La locuacidad del candidato republicano Donald Trump a veces divierte –como cuando asiste a los incontables talk show gringos o a los realitys en los que germina la semilla del capitalismo salvaje-, pero últimamente asusta, sobre todo cuando trata con su ignorante ligereza los asuntos de Estado.

Consecuente con su cultura americana, Trump es un producto de mercado bastante chafa (hasta las costillas BBQ tienen mejor presentación aunque el mismo sabor infame de los conservadores artificiales), sin sustancia, sin control de calidad. No alimenta pero quita el hambre, pues.

El tema es que en esta elección, los gringos parecen que no distinguen entre la Presidencia de su país y un partido de futbol americano, por lo que están dispuestos a pagar por una costosa hamburguesa Trump solo para matar el hambre y salir del aburrimiento de dos presidencias demócratas. Hoy quieren más espectáculo.

Internacionalista de formación y diplomático frustrado, soy de los que piensan – el deseo no basta- que Trump no va a ser presidente. Que los gringos latinos y los gringos más liberales, sabrán evitar que el magnate llegue a la Casa Blanca… Pero también estoy consciente que tiene muchas probabilidades de lograrlo.

Anoto lo anterior porque en caso de que la locura y la dislexia se apodere de los votantes norteamericanos, entonces si estoy de acuerdo con Donald Trump; los mexicanos sí vamos a pagar por su muro… y lo haremos con mucho gusto.

Me explico. El financiamiento del muro de la barbarie, de la insensatez, por supuesto que no tiene lugar en el proyecto de presupuesto que este jueves envió la Secretaría de Hacienda al Congreso federal. Tampoco saldrá de las arcas norteamericanas como parte del financiamiento que se da a México en apoyo al combate al narcotráfico y la delincuencia organizada. Es decir, la construcción del muro no implica dinero público, eso es cierto.

Pero como dice el locuaz y temerario Trump, lo pagarán los mexicanos –no su gobierno- “aunque ellos aun no lo saben”. Tiene absoluta razón. La cooperación voluntaria de la hermandad tenochca es muy sencilla: a partir de su llegada, Trump impondrá un nuevo modelo tributario a los mexicanos de aquí y de allá.

De esta forma, se podría triplicar el costo de los pasaportes, establecer un impuesto especial a los mexicanos que viajan por vía aérea y para aquéllos que a diario cruzan la frontera para realizar arreglos comerciales o ir a su lugar de trabajo.

En su anaranjada cabeza debe rondar ya la idea de imponer impuestos especiales a los miles de millones de dólares que cruzan la frontera en calidad de remesas, y seguramente los mexicanos no tendríamos el beneficio de la devolución de impuestos cuando se realicen viajes por turismo o negocios. Eso por citar sólo algunos de miles de situaciones en las que los mexicanos aportamos de manera directa y permanente con la economía gringa.

Así las cosas, ante el absurdo, costoso e inútil proyecto, ¿los mexicanos dejaríamos de viajar a Estados Unidos? ¿Dejaríamos de hacer negocios con ellos o ya no iríamos a estudiar a sus universidades? ¿No volveríamos a cruzar la frontera a diario para ir a trabajar? ¿Nuestros parientes dejarían de enviar dinero a sus familias en México? ¿Cuántos mexicanos que hoy lo hacen, no volverían a ir a New York, Orlando, Las Vegas o San Francisco de vacaciones? ¿Ya no iremos de compras a los outlets de la frontera? No lo creo.

Entonces, si la tragedia nos alcanza, tiene razón Mr. Trump, los mexicanos vamos a pagar su muro… y aun no lo sabemos.

La del estribo…

Multará el Congreso a Javier Duarte por intervenir en el proceso electoral. Seguramente ya estará juntando sus monedas de diez pesos para contribuir a la broma.