A pesar de lo que quisieran los apresurados, a contrapelo de lo que inventan los mentirosos profesionales, opuesto al deseo de quienes ven que tienen las mayores posibilidades… contra todo eso, en el tema de la sucesión gubernamental de Veracruz y en el subtema, digamos, de la candidatura priista hay una decisión única, personal y exclusiva de la que pende todo: la del presidente Enrique Peña Nieto.

Democracias aparte, en el Revolucionario Institucional ha vuelto a permear la preeminencia histórica de quien es jefe del partido durante el tiempo que dura su mandato al frente de las instituciones nacionales.

En el PRI. El Presidente decide, y todos los militantes acatan la voluntad del Señor, arrimados a su convicción de que son “institucionales”, como a ellos les gusta definirse. Con ello, reafirman esa condición especial que sustentó (y sigue sustentando) por décadas la fuerza política y electoral del partido; esa condición que lo ha hecho permanecer en el poder (y hasta regresar) sobre la base de la unidad que surge cuando todas las fuerzas internas se acoplan y convergen en dirección a lo que haya marcado el dedazo, cuando de elegir a candidatos se trata.

Por eso la decisión presidencial es lo definitorio en la sucesión gubernamental de Veracruz (aunque la decisión bien puede ser dejar que a su vez decida quien tiene los hilos del mando priista en la entidad, que es el Gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa).

Ni el Secretario de Gobernación, con toda su fuerza política; ni los secretarios cercanos en el afecto del Presidente; ni el Presidente del CEN del PRI, con toda su sapiencia… nadie, nadie, nadie tiene el poder de emitir la decisión. Sólo el Presidente.

Aunque convengamos en lo afirmado en el paréntesis de hace dos párrafos, la fuerza presidencial otorgada por el sistema priista es tal, que cabría la posibilidad de que el factótum nacional decidiera dar un vuelco de última hora… y todo el partido se apresuraría a apoyar la medida, por más extraña y/o estrambótica que pudiera ser (“Si el Señor Presidente dice que una vaca debe ser el candidato, a una vaca apoyamos, y la hacemos ganar”, aseguran y cumplen los priistas).

Así que la voluntad que se va a cumplir en esta sucesión no es la de una aparente mayoría de militantes tricolores veracruzanos, ni se tomarán decisiones sobre la conocencia de una persona entre el electorado, ni se operará la refulgencia de los grupos al interior del partido.

No, no es el tiempo de los acelerados, ni de los marrulleros, ni de los mentirosos. Pero tampoco el de los honestos, los bienintencionados, los derechos.

Es el tiempo del Señor Presidente, y ya. Y nadie sabe (tal vez ni él aún) por dónde se va a dirigir su decisión. La tomará una vez que haya estudiado condiciones, y sopesado consensos. Será hecha, no se dude, con la mejor intención de que sea consecuente con el bien de Veracruz.

Tendremos que seguir esperando unos días, semanas más, con paciencia, con madurez… y con institucionalidad (para los priistas).

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