-Perdón, ¿qué es tuyo si nada trajiste y nada te vas a llevar?, lo que tienes es para darlo, no para quedártelo, -reflexiona Messe en esta parte de la conversación en la que nos habla de la “vorágine de encuentros, de conocimiento, de música, y de una riqueza impresionante” que siguió a sus inicios con Puerto México. Nos habla de un concierto con Orbis Tertius, del encuentro con Leo Corona, con Estela Lucio, con Luis García; de la grabación de su primer disco, Cosa de dos; de sus experiencias con los grupos Obini Añá, Sol Mestizo y Jugosos Dividendos, y como parte del elenco del espectáculo Jarocho.
-Sí, agradezco todas las caídas porque son muy buenas, y llegan en el justo momento, -concluye diciendo
Vengo a cantar hasta aquí/ la canción que aprendí/ a la orilla del jazz
El mismo año que entré a Puerto México [1998], un día se me acercó el maestro Lucio Sánchez [entonces director de Orbis Tertius] y me dijo:
-Messe, ¿no te gustaría participar con nosotros en un concierto?
Estaban de invitados, nada más y nada menos que el maestro Édgar Dorantes y el maestro Popo Sánchez:
-Claro que sí
Ese fue el primer concierto grande que yo me acuerdo, fue en el Teatro del Estado, y fue maravilloso, maravilloso. Fue aprender de todos estos músicos y descubrir, como te decía hace un rato, todo lo que Dios tenía guardado para mí en este lugar.
Ariles y campanarios/ me comienzan a llamar, / a llamar…
Después se vino una vorágine de encuentros, de conocimiento, de música, y de una riqueza impresionante: conocí al maestro Leo Corona, y él ha sido mi maestro de maestros. El Pelón, en paz descanse, Gil Sax, me enseñó a esperar los solos en el jazz; yo cantaba, se hacía un puentecito, y volvía a cantar, y no tenía ni la menor idea de que se soleaba, él me enseñó.
Tuve la bendición de conocer a la maestra Estela Lucio, y me fui a Cuba con Rumbamba, en el 2000; después volví con Obini Añá, un grupo de cinco mujeres: Esther Cruz Maranto, Cristina Estrada, Claudia Rojas, Lilly Alcántara (Lilith), y yo, ellas eran tamboreras y bailarinas, yo iba como cantante y de repente tocaba un poquito el “tum, tum” [risas], porque me gusta mucho la percusión.
Así empecé a tener contacto con la música africana y fue maravilloso porque me empecé a adentrar en esos ritmos; después conocí a Luis García y empecé a trabajar con Sol Mestizo. La música peruana que yo conocía era El cóndor pasa y esas cosas, pero Luis me enseñó el Perú negro; así conocí el landó, el toro mata, el festejo, y empecé a conocer ritmos negros de todos lados, como la Plena, y el Changüí. Me empezó a llegar toda esa información y como había que montar el repertorio, empecé a canta de todo, y un día fui severamente criticada:
-O eres bolerista, o eres jazzista, o cantas música afro
-Oigan, ¿pero por qué me limitan?, si se está dando todo esto, pos denme chance.
Y la verdad es que no les he hecho caso hasta la fecha; no sé si hago bien o mal, y no me importa, estoy muy contenta con todo lo que he aprendido, con toda la gente que he conocido.
Cuando les di el sí/ ya llevaba impulso…
Jugosos Dividendos empezó con Manuel Vásquez, Rafa Campos, Marco Hoyo, Juan Galván, y Gaby Cruz que fue la primera cantante del grupo. Una vez nos vimos Gaby y yo en casa de una amiga en Coatepec, y me dijo:
-Oye, Messe, éntrale a Jugosos
-Pues vas
Entré, después entró Liza [Lizarely Servín], y un tiempo después entró Alejandra Robles, la que ahora es La Morena; iba a ver nuestros ensayos y le estuvo diciendo mucho tiempo a Manuel que le diera chance, que le diera chance, y cuando le dio chance, ¡qué bárbara!; es una mujer que yo admiro mucho porque tiene unas tablas en el escenario, maravillosas.
A cada quién le empezaron a dar rolas, cuando a mí me dieron Yo no sé nada, fue un reto muy grande: Yo no sé nada/ no me dijeron nada/ nadie me esperaba…, era muy rápida; yo dije, “no, espérame, ni que fuera yo qué”, pero fueron retos porque no eran cosas que fueran como papitas, eran cosas difíciles, y eso me gustaba. A Alejandra le dieron un montón de rolas, ella cantaba Encampanados, Con un cuerpo al lado…cantaba retechido la comadre. Yo nada más cantaba Yo no sé nada, y, Siento, con Gaby, y cuando Alejandra salió del grupo, entré a cantar Encampanados que es una canción que ha marcado muchas cosas; hay una pareja de amigos que me pidieron que la fuera a cantar a su boda, porque era su canción, y hay otros amigos que me dicen lo mismo, que es su canción.
Las canciones son de quien las oye y de quien las canta, son de todos; deben ser del dominio público. A quien dice “esto es mío, lo voy a registrar”, le contesto, “perdón, ¿qué es tuyo si nada trajiste y nada te vas a llevar?, lo que tienes es para darlo, no para quedártelo”.
Cuando nos fuimos a México a grabar el primer disco, ¡ufffffffffff!, fue Big Brother: nos conocimos, aprendimos, nos enojamos; pasó de todo. Era un grupo con cuatro cantantes de diferentes estilos, y creo que eso fue lo maravilloso de Jugosos Dividendos. Cuando se grabó el disco, desafortunadamente ya no estaba Alejandra, pero entró Rafa que era el cerebro y el corazón de las letras (más el corazón que el cerebro), y se hizo un disco muy bonito.
El problema fue que éramos muchos, éramos como 17 y todos, gracias a Dios, con muchos talentos, y muchas cosas, y muchas invitaciones; entonces cada quién empezó a jalar por su lado.
Me acabo de encontrar una persona en México que dice que Jugosos Dividendos es una leyenda urbana en la ciudad; qué impresionante y qué padre que se pueda dejar un registro de lo que haces, creo que eso es muy importante, por eso es tan importante tu trabajo.
Suenas tú y canto yo…
Un día me invitó el licenciado Servando Quiroz a su casa, estaban Memo Piñero, que en paz descanse, y el maestro Memo Cuevas; también invitaron al maestro Leo Corona, Javi Cabrera y Aleph Castañeda, y me propusieron hacer un disco. Se hizo una lluvia de ideas, todo mundo opinaba, pero se dieron mil situaciones, yo empecé a viajar, y no se concretó.
En el 2003, el maestro Leo Corona y yo dijimos:
-¿Y por qué no?
-¿Cuál es el repertorio que le gustaría, Merari?, -me dijo el maestro Leo
-Pues tal, y tal
Él me sugirió De repente, y Llorando por dentro, y empezamos a decidir el repertorio final. Obviamente recordamos la gente que había estado con nosotros en aquella reunión, con los que, además, hacíamos un equipo muy padre. Participaron Javier Cabrera, Aleph Castañeda, Rodrigo Álvarez, e invitamos a Nictié Laureán, tremenda percusionista, para que tocara el vibráfono. Luego se vino el trabajo del diseño y el trabajo de la fotografía, que hicieron grandes amigos.
Fue muy bonito ese disco, además fue una “Cosa de dos” [el nombre del disco], porque en ese momento, el maestro Leo y yo éramos pareja.
Se dio algo maravilloso con ese disco; lo sacamos, lo compartimos, y se acabó. Esa fue mi primera experiencia como solista.
Para subir al cielo se necesita…
Cuando vino Richard O’Neal, director del espectáculo Jarocho, nosotros estábamos con Sol Mestizo en casa de Javi Cabrera; estábamos en un ensayo y él nos escuchó y platicó un poco del proyecto, yo no tenía ni la menor idea de qué se trataba. Después empezaron a hacer las audiciones y yo acompañé a un amigo, yo no audicioné, yo estaba en otro rollo, la neta no pensé en entrar. Mi comadre Lizarely Servín fue la primera cantante de Jarocho. Eso fue en 2003, en el 2004, por cuestiones de maternidad, Lizarely tuvo que dejar el espectáculo y entonces yo creo que Richard se acordó
que me había oído, y me llamó:
-Oye, me gustaría hacerte una audición
-Sí, claro
Le hablé al maestro Leo Corona y nos echamos unas rolas; Richard me pidió que cantara la Malagueña, le gustó y entré a Jarocho.
Entré el 2004, para la primera temporada en el Teatro de la Ciudad, de la Ciudad de México. Fue regresar a mi tierra; amo a Xalapa porque me ha abrazado con todo, es mi tierra de adopción, pero mi tierra de nacimiento es allá, entonces fue muy bonito ir a cantar.
En el 2005 nos fuimos a Hong Kong, fue una experiencia impresionante. Cuando llegamos nos dijeron:
-No se esperen mucha cosa, ¿eh?; a la gente de China, si le gusta, va a aplaudir con las palmas arriba, y ya. No se hagan ilusiones, cuando vino Omara Portuondo, le hicieron así [alza las manos y aplaude con un gesto de desdén]
-Ay, Dios mío –dijimos nosotros-, ¡eso le hicieron a Omara Portuondo!, qué horror. Pues no vamos a hacernos ideas
Fue muy fuerte ese viaje, hubo problemas en la Compañía por dos queridos compañeros que se fueron a romper los chipos allá, entonces había cosas raras.
Hong Kong se mueve, yo de repente sentía que me movían el piso (no, no tomaba alcohol, ni consumía nada).
El teatro en que nos presentamos es increíble, a todo lujo, y cuando terminó la función, la gente gritaba, fue impresionante.
Una de las cosas que me enseñó Jarocho, fue a trabajar en equipo. Los bailarines están en función de los músicos, yo estoy en función de los bailarines…todos estamos en función de todos, no hay de que “yo soy”, de que “acá truenan mis chicharrones”; no hay estrellas, todos somos, de una u otra manera, polvo de esa gran estrella, granitos de arena de ese mar; por eso Jarocho es un mar tan grande.
Yo empecé cantando paradita, a veces sin nada de expresión corporal; yo no fui a la escuela de Amparo Rubín [risas], no sabía de “muévete acá” y esas cosas, y en Jarocho aprendí a estar en escena con los bailarines, a cantarles, a estar con ellos. Fandango me encanta, tengo interacción con todos, jugamos; en Danzón no canto, salgo como la dueña del lugar, por no decir otro nombre [risas], la que mueve todo. Me encanta porque desde niña me gustó mucho la actuación, me gusta mucho porque es jugar, yo creo que de ahí viene play music, de jugar.
Fue muy fuerte lo que pasó en esa gira; te quiero contar una anécdota: estábamos en la Función de Gala, yo iba corriendo en la canción de Fandango, y cuando dije: No me miren, ni me acosen, que ya estoy comprome… ¡MADRES!; en ese momento pisé unas gotas de sudor y me caí cual res, ¡ZAZ!, y en el piso seguí cantando: …que ya estoy comprometida, que ya estoy comprometida, no me miren ni me acosen…todo ese tiempo estuve intentando pararme y no podía, me dolía horrible el pie, pero me paré, terminé la frase y dije: “HASTA ME TIRARON, CABRONES”. El cónsul y toda la gente que estaba ahí, estaban muertos de risa.
Cuando salí y me fui al camerino, todo mundo me decía, “Messe, ¿estás bien?; lo que estaba, era enojada; me había dolido el ego más que el pie, y qué bueno que duela, para saber que ahí está y que hay que tenerlo bien controlado. No acepté ni médico, ni nada. Cuando salí para Danzón, con zapatillas, se me acercó Marcela, una bailarina y me dijo:
-¿Estás bien?
-Estoy bien, hermosa, gracias, pero estoy muy enojada
-Deberías estar contenta; estabas caída y seguías cantando
-Qué zonza –dije-, sí es cierto, -y volví a toparme precisamente con lo que me había llevado a cantar.
Entonces, sí, agradezco todas las caídas porque son muy buenas, y llegan en el justo momento.
Jarocho me ha enseñado muchas cosas, no sólo en cuestión profesional, sino también a nivel personal.
(CONTINUARÁ)
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