Cuando transcribo las conversaciones suelo indicar entre paréntesis algunos estados anímicos, para contextualizar el momento de la conversación. Con Messe tendría que poner “risas” como título, pues habla gesticulando, manoteando y, sobre todo, riendo; no obstante, al iniciar esta charla se le humedecieron los ojos y me dijo:
-Debo llorar, carnal, sí, tengo que llorar, a veces necesito llorar las rolas.
Secularmente, como dicen en la iglesia, comencé a cantar por dolor, entonces, cuando cantaba una canción que me llegaba, empezaba a llorar como una fuente, a llorar, y llorar, y llorar. Estando con Puerto México, una vez se me acercó una chava y me dijo:
-A mí me gustaría mucho cantar como cantas tú, llorando
-No sabes lo que estás diciendo, esto no es un show, no le estoy haciendo al loco, me estoy muriendo…me estoy muriendo
El último “muriendo” me lo dijo con la voz quebrada. Tras un hondo suspiro se sobrepuso, el rostro se le iluminó con uno de esos soles que suceden a las tormentas, y más serena comenzó a narrarme la historia de una niña sola, de una adolescente con fuertes conflictos existenciales, del azaroso hallazgo de una voz, de una mudanza insospechada e indeseada, del momento inaugural
de una artista.
¡Ay!, soledad, soledad, / ¡ay!, solita, soledad
Yo soy Messezabel Merari Bustos Hernández y nací el 25 de junio de 1970, en la Ciudad de México. Nací muy cerca del metro Gómez Farías, ahí por la Zaragoza, ya venía yo pa’ acá…jajajaja.
El primer acercamiento a la música lo tuve con mi familia materna. Yo traté muy poco tiempo con mi papá; él se casó con mi mamá, después se tuvo que ir a su tierra y yo me quedé con mi mamá y mis abuelos maternos. A mi abuelo materno le gustaban mucho el jazz, el blues, la música de las grandes bandas, y además bailaba, era de esos danzoneros que dicen que bailan en un tabique; me contaba que a veces tenían hoyos en los zapatos, y salían y se ponían periódico para seguir bailando. A mi abuela le gustaban muchos los boleros, hacía la comida chiflando y cantando. El primer bolero que canté con Miguel Flores, Sabor a mí, fue porque yo se lo oía cantar a mi abuela.
No canté hasta los 20 años, a mí me gustaba bailar, fue lo primero que hice. Dice mi madre que cuando me puso en la andadera, primero andaba como cangrejo; para atrás, para atrás, y cuando logré pararme, me agarré de la andadera y me puse a mover la cadera, y mi mamá dijo, “esta va a ser rumbera” [risas].
Fui una niña muy sola, vivía casi como princesa porque nos cambiamos a la Unidad Habitacional CTM Atzacoalco; vivíamos en el Retorno Manuel Buendía No. 8 que colindaba con la tenebrosa Colonia Gabriel Hernández, que es una de las más fuertes del Distrito Federal, está más allá de Indios Verdes, por la carretera a Pachuca, entonces no me dejaban salir. Llegaba, comía, me cambiaba, mi abuela me subía a mi cuarto y me encerraba con llave toda la tarde y parte de la noche, hasta que llegaba mi abuelo. No tenía contacto con nadie, mis únicos amigos eran los de la escuela, entonces, en clases terminaba rápido lo que tenía que hacer, y me ponía a platicar; todos mis reportes eran por platicona.
Mi abuelo me regalaba radios de transistores, de esos de colores, y ahí escuchaba música; me gustaba la música instrumental y la música en inglés; desde niña me gustó mucho el inglés, estaba en el baño y todo lo que oía, lo repetía, y lo repetía. En el radio escuchaba La Pantera, Radio Éxitos, Radio Chapultepec, y una estación que estaba al final de la banda, que se llamaba BIB FM 88. Esa fue mi primera incursión en la música.
Cuando íbamos en el carro con mis abuelos, mi mamá y yo cantábamos los himnos o los coros de la iglesia, y a mis abuelos les gustaba mucho, pero nunca fue algo así como que yo cantara, no tenía ni la menor idea, eso sucedió hasta 1990.
No soy nada,/ yo no tengo vanidad…
Me casé a los 17 años y me separé a los 20. Un día, cuando estaba recién separada, estaba en la casa del pastor (que es norteño); empezó a cantar un himno bien sabroso, y yo le hice segunda voz, no me preguntes cómo, de hecho aún no sé cómo lo hice, sólo sé que salió; volteó y me dijo:
-Oye, Messezabel, ¿tú cantas?
-No hermano, yo no canto
-Sí, tú cantas
-No
Y bueno, me estuvo insistiendo hasta que me preparó para cantar un himno especial en la iglesia. Yo era sociable pero, precisamente por esa soledad o no sé por qué, era rechazada; cuando el hermano Héctor López anunció que iba a cantar, todas aquellas personas de las que sufría bullying, empezando por familia y terminando por iglesia, voltearon a verme como diciendo, “¿tú?” (para no decir todo lo que pensaban).
Me subí, cerré los ojos, y empecé a cantar. Me acuerdo que cuando abrí los ojos, unos estaban llorando, otros estaban que no sabían ni qué, y yo estaba igual, no sabía ni qué.
De niña siempre tuve fleco, cuando me veía detrás de él, empezaba a pensar: “¿Para qué vine a este mundo?, ¿este mundo es cierto?, ¿es verdad o es una mentira?”. Tenía unas dudas existenciales del tamaño del universo; conforme fui, no creyendo en una religión, sino más bien teniendo una relación personal con Dios, muchas de esas cosas se fueron quitando; ¿por qué?, no me preguntes, eso se llama fe, solamente sé que eso pasó.
Ese día me di cuenta para qué había venido, y desde ese tiempo empecé a cantar.
Empecé a cantar en la iglesia, y a tocar guitarra, también como Dios me dio a entender, y conocí a personas que me invitaban a cantar en desayunos de mujeres. Así empecé.
Te vas porque Él quiere que te vayas…
Unos años después, en el 93, Dalia, una chica que conocí por el tremendo compositor de música cristiana Rubén Sotelo, se me acercó y me dijo que tenía un mensaje de Dios para mí; yo creo en Dios, pero de repente soy un poco escéptica y dije: “espérame, a ver, a ver, ¿cómo está eso?; barajéamela más despacio”.
A mi mamá y a mí nos habían traspasado uno de esos departamentos que les dieron a los damnificados del 85; vivíamos en Recreo, entre Plutarco Elías Calles y Congreso de la Unión, pagábamos 100 pesos mensuales. Todo estaba perfecto, yo iba al gimnasio y trabajaba con unos brothers que tenían una compañía de venta de software; de repente llega esta mujer y me dice:
-Por favor, necesito hablar contigo a solas.
Esos chavos, como eran cristianos, me dijeron:
-No hay bronca, pásenle a la oficina
Ellos sintieron que era right now, y yo dije, “ay” (ahora podría decir, “ay güey” [risas], pero en ese momento no decía esas palabras). Pasamos a la oficina, nos sentamos y pregunté:
-¿Qué pasó?
-Mira, yo lo único que sé es que Dios me dijo que te tienes que ir del Distrito Federal
-¿Pero por qué?
-No sé, solo sé eso
Al oír su “no sé”, y al no oír cuestiones tan específicas como: “te tienes que ir a tal lugar y hacer tal cosa”, fue más creíble para mí.
-Ok, pero hay un problema, mira, yo no me he divorciado
Para no hacerte el cuento largo, un divorcio que no pudo hacerse en tres años, se hizo a los 15 días de que ella habló conmigo.
Cuando se arregló lo de mi divorcio se hizo un congreso que se llama Dame tu vida. Fui y todo lo que se decía era para mí, de verdad, fue impresionante; al final, el hombre que estaba dando la plática dijo:
-Si tú sabes que Dios te está hablan…, -no terminó la frase cuando yo ya estaba en el altar, dije:
-Señor, aquí estoy, ¿qué hago?, ¿a dónde me voy?
-A Xalapa
-¿Qué carajos voy a hacer a Xalapa?
En Xalapa estaban pidiendo alguien que llegara y dijera alabanza, y trabajara con el grupo de jóvenes.
Ángel de la neblina
Aquí vivía el hermano de mi mamá, su esposa y sus hijas; en esa época no tenía una relación buena con ellos (ahora ya la tengo; esa es una de las razones por las que Dios me trajo acá), entonces para mí era un rollo venir acá; no diré que era venir a la boca del lobo, pero no era una buena idea. Yo hubiera podido decir “no”, pero precisamente fue aquí donde vine a encontrarme con todos ustedes, y además vine a encontrarme, cara a cara, con aquel que me había llamado [señala al cielo].
Llegué a trabajar a la iglesia pero dije, “no, no me va a estar pagando la iglesia, si yo lo que quiero es chambear”, entonces hablé con un brother que resultó ser Jefe de Personal del IMSS, y me dijo:
-Mira, yo voy a dar tu nombre, nada más, para que hagas tu examen; si no lo pasas…
-Gracias, manito, con eso me ayudas
Bendito sea Dios lo pasé, y entré a trabajar al Seguro Social en la temporada navideña del 94 o 95, por ahí. Llegué al departamento de juguetería y se me hizo mi sueño, porque siempre soñé con ser cajera, me encanta apretar botones. Yo estaba ahí cajereando, y como supieron que cantaba en la iglesia, me invitaron a cantar el Himno Nacional en los actos que se hacían en la Clínica 11, el primer lunes de cada mes.
Este es el latido de mi corazón
Cuando estaba en la iglesia, Benjamín, un brother que tiene su estudio de grabación, hizo un coro que se llamaba Asaf donde se cantaba góspel en español, se llamaban Himnos y a mí me invitó a cantar uno en especial, que era para el Día de Resurrección. Grabamos un disco con ese coro.
Después resultó que el pastor que había descubierto que yo cantaba, había terminado su función en la iglesia del Distrito Federal y lo llamaron a Tucson, Arizona. Hablé con él y me dijo, “vente para acá”. Estuve dos meses en Estados Unidos cantando góspel. Canté en iglesias en Tucson y en Phoenix.
A veces pienso que terminaré cantando góspel; es lo mejor que puedo cantar porque así empecé y porque es la razón de mi existencia, eso es lo que me llena, y es lo que me hace hacer esto que esto haciendo ahora, si no, ¿a quién le voy a cantar, caramba? Sólo somos un canal, cómo no, y cantar es compartir esta bendición
Nuestras almas se acercaron/ tanto así…
Luego me enamoré perdidamente y no resultó, y fue tan grande mi dolor que empezó a repercutir en lo que estaba haciendo en la iglesia, y para no entrar en detalles, se armó un pancho enorme.
Entonces conocí la secretaria de mi amigo, Diana Solano; ella me habló de Puerto México porque era muy amiga de Claude [Pineda], y Miguel [Flores Morelos].
Un día me dijo:
-Oye, ¿por qué no cantas?
-Ay, no, ¿qué te pasa?, ¿cómo crees?, no, no
-Vamos con mis amigos
Fuimos y conocí a Miguel, a Claude y a Tomás.
Pero yo iba a verlos y a chillar mis penas, no iba a cantar, ese no era mi objetivo.
Un día, tres meses después, me acerqué a Claude para saludarla, y me dijo:
-¿Por qué no te subes a cantar?
-No, ¿cómo crees?
-Vamos, ahorita entras
Me llevó con Miguel Flores y le dijo:
-A ver, Miguel, acompáñala con una canción
Y Miguel volteó a verme con una cara de “ay, qué flojera” (lo entendí), y me dijo:
-¿Qué quieres cantar?
-Sabor a mí
-¿En qué tono?
-¿Eh?, -¡me estaba hablando en chino!
-A ver, empieza a cantar
–Tanto tiempo disfrutamos…
Fue una cosa…volteó a verme, dio el tono, y fue como cuando los carros chocones hacen energía, “¡pifffff!”. Impresionante, nos echamos todo el último turno; yo no me sabía las canciones, pero sí me sabía las líneas melódicas por mi abuela, y así empecé a cantar boleros.
Esto fue en la Casona del Beaterio, yo tenía 27 años, y para mí fue una sorpresa. Pasó algo muy curioso esa noche: había una pareja que se estaba divorciando y habían ido a hablar de eso y, curiosamente, canté todas las rolas con que se enamoraron. Terminamos en el after en casa de Miguel y de Claude, chillando juntos, y ellos diciéndome, “gracias, porque ya nos dimos cuenta que no queremos divorciarnos”.
A veces el artista se siente dueño de su arte y no, somos canales, y entre más abiertos y más limpios, mejor. Yo ese día me di cuenta que soy un canal, pero yo no pensaba cantar fuera de la iglesia, sólo iba a echar palomazos.
Un día Claude me dijo:
-Oye, súpleme porque voy a estar fuera un tiempo
-¿Cómo que súpleme?, no
-Ándale
Curiosamente las cosas se estaban recrudeciendo un poco en la iglesia, entonces dije:
-Este no es el camino, gracias a todos por todo, con permiso
Pero tampoco quería cantar afuera; eso fue en el 98, yo no quería cantar para el mundo, quería cantar para Dios. Nosotros somos los ojos, las manos, y la voz de Dios aquí, pero somos tan idiotas que estamos ensimismados, y en ese momento yo estaba en ese punto, estaba totalmente encerrada en mí misma.
Entonces hice una despedida en Tierra Luna, pero, ¿cuál despedida?
Claude es insustituible; nadie puede sustituir a nadie, todos son especiales, pero bueno, Claude me cedió su lugar cuando se fue a Paris, y yo empecé a trabajar con Puerto México en El Juanote, en La Tasca, en La Casona del Beaterio.
Yo no conocía la trova, no conocía nada, sólo conocía lo que había escuchado con mi abuelo y con mi mami; a mi mami le encantaba la bossa, el bolero, el jazz, el blues, las grandes bandas; ésa era mi información, y la música de los 80, ah, porque yo soy fan. Fuera de eso, no sabía nada más.
(CONTINUARÁ)
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