Como comenté en la entrega dedicada a las grabaciones trascendentales de jazz que se produjeron en el año 1959 [ver: 1959, el año del renacimiento del jazz], Kind of Blue —el disco que grabó Miles Davis con Bill Evans en el piano en cuatro de los cinco temas y Wynton Kelly en el otro—, John Coltrane en el sax tenor, Cannonball Adderley en el sax alto, Paul Chambers en el contrabajo y Jimmy Cobb en la batería— marca un antes y un después en la historia del jazz. A sesenta años de su grabación, sigue seduciendo escuchas, ganando adeptos, siendo motivo de conversaciones, reseñas, estudios; sigue marcando rumbos.
Tras su lanzamiento, Kind of Blue se convirtió en piedra angular para la edificación del nuevo jazz. Uno de sus grandes méritos es descrito por Bill Evans en la nota que acompaña al disco original:
«Miles concibió estos arreglos solo unas horas antes de la sesión de grabación y llegó con bocetos que indicaban al grupo lo que había que tocar. Por lo tanto, escucharán algo cercano a la espontaneidad en estas interpretaciones. El grupo jamás había tocado estas piezas antes de la grabación, y pienso que, sin excepción, la primera interpretación completa de cada una de ellas fue una ‹toma›».
En su texto Kind of Blue: El jazz y la expresividad total, Gabriel Ramírez lo equipara a El Quijote: «Si Cervantes —afirma— construyó la voz narrativa más moderna de todos los tiempos (sigue siéndolo), este sexteto dirigido por Miles Davis, construyó lo que resultó ser el icono de la modernidad musical. Y no solo de la música jazz. Kind of Blue ha influido en cientos de músicos y bandas desde que se grabó».
Más adelante, apunta:
«Las características del álbum son sorprendentes para el que no conoce el disco. Podríamos hablar de complejidades técnicas extraordinarias, de impactos violentos en el oído del que escucha, de una enorme revolución en las formas y en el fondo. Sin embargo, no se puede decir nada de eso o, al menos, habría que matizar cada aspecto. Porque Kind of Blue es sencillez en la forma y complejidad en el fondo; es evocador desde una sutileza deliciosa; en hondo hasta límites inesperados aunque accesibles para cualquier aficionado; es la vivienda deseada por cualquier amante del jazz.
«Tanto es así que es uno de los discos más vendidos de la historia y mantiene un nivel de presencia muy estable desde 1959 hasta hoy. Eso no puede ser casualidad».
En su libro Miles Davis. La biografía definitiva, el músico, compositor, escritor y educador escocés de jazz Ian Carr dedica un extenso capítulo —titulado ¿Es jazz?— a desmenuzar la paradigmática producción, retomo algunos fragmentos:
«A comienzos de 1959, después del brillante álbum con pequeño grupo, Milestones, y el magnífico disco orquestal Porgy and Bess, la mayoría de la gente pensaba que la música de Miles había alcanzado su mayor capacidad expresiva. Sin embargo, a principios de ese año grabó un álbum que llevó aún más lejos aquel aspecto melancólico y meditativo de su música que se me ha revelado por primera vez en noviembre de 1945 durante la sesión de Parker de ‹Now’s the Time›. Se llamó Kind of Blue, y llegaría a ser tal vez el álbum más influyente de la historia del jazz […]
«Después de un período de incubación de unos diez meses, Miles Davis regresó al estudio de grabación el 2 de marzo de 1959, pero cuando Wynton Kelly llegó se encontró con Bill Evans, lo que lo perturbó y desconcertó. Nadie le había informado de nada a Kelly, y, como él acababa de incorporarse al sexteto, no sabía con seguridad si era o no el pianista fijo. Jimmy Cobb explicó que: ‹Eso es lo que Miles hacía a veces. Solía traer a dos intérpretes para ciertas ideas que tenía […]. Le gustaban los blues y sabía cómo tocaba Wynton, y le gustaban las cosas bonitas y sabía cómo tocaba Bill›. De hecho, ese primer día se grabaron tres piezas, y aunque Kelly solo tocó en una de ellas, se le pagó por todo un día de trabajo. El álbum quedó terminado después de otra sesión que tuvo lugar a fines de abril, en la que se grabaron dos piezas más […]
«Como es típico, en aquel entonces los músicos no se habían dado cuenta de que acababan de realizar una grabación histórica. Jimmy Cobb recordaba el momento en que lo escucharon en el estudio:
Después de terminarlo y escucharlo, lo revisamos todo […] y sonaba tan bien en el estudio […] y quedó tan bien el disco […]. Exclamé: ‹¡Caramba! ¡Suena bien!› Pero luego se convirtió en algo especial en la música […]. Mucha gente empezó a escuchar música con ese disco, y muchos tipos empezaron a tocar jazz acompañando ese disco […] y unas cuantas personas me dijeron que habían gastado tres o cuatro ejemplares de ese disco.
«Sin embargo, la elegancia discreta de Kind of Blue solo podía haber sido lograda en la atmósfera monacal del estudio y trabajando con materiales desconocidos. En las actuaciones en vivo, los grupos de Miles tenían una dinámica demasiado irreprimible como para funcionar de una manera tan contenida. Con ese álbum, Miles llegó a los límites de los aspectos occidentales de su música. ‹Blue in Green›, por ejemplo, lleva a un extremo la melancolía civilizada y la sensibilidad introvertida y egocéntrica, que tienen un origen europeo, pero sin llegar jamás a la sensiblería. Es una composición tan triste y nostálgica que se vuelve casi dolorosa. El timbre de Bill Evans tiene una importancia fundamental en la música de Kind of Blue, y es significativo que el pianista haya sostenido que su contribución para esa pieza fue más orgánica que en las otras».
Mucho se ha escrito —y seguirá escribiéndose— sobre este disco, podría atiborrar esta columna de citas que se justifican porque cumplen una importante función: aproximar al escucha novel a esta obra maestra, pero más importante es dejarse seducir por el lirismo y la honda melancolía de Davis y de Evans, por la profusión expresiva de Adderley y de Coltrane, por la libertad rítmica de Chambers y de Cobb, por el toque bluesero de Kelly, por la gran capacidad imaginativa de un sexteto que cambió para siempre el rumbo que habría de tomar el jazz.
«A principios de los años sesenta —concluye Carr—, Miles ganó la encuesta internacional de los críticos de Down Beat y la de los lectores de la misma revista. Como una especie de bonificación extra, los lectores de Down Beat también lo escogieron como personalidad del jazz de 1959. Según le comentó el dueño de un club: ‹¡El problema contigo, es que le caes bien a todos pequeño hijo de puta!›. Con esos niveles tan altos de popularidad y prestigio y con una controversia sobre su obra más enconada que nunca, Miles Davis estaba a punto de dar comienzo a un período de muchos viajes por el resto del mundo, donde el interés por su música y su mística había florecido desde Europa a Japón».
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Improvisación en jazz | Bill Evans
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