«Con motivo de este Día, hago un llamamiento para que el potencial de la educación plurilingüe se reconozca en el mundo entero, en los sistemas educativos y administrativos, en las expresiones culturales y en los medios de comunicación, en el ciberespacio y en los intercambios comerciales»
Ese es el mensaje que publicó este año Irina Bokova, Directora General de la UNESCO, con motivo del Día Internacional de la Lengua Materna, conmemoración aprobada por la Asamblea General del organismo en 1999 para que se celebrara cada 21 de febrero a partir del año 2000.
Este año, el IVEC organizó una lectura en la Galería de Arte Contemporáneo de Xalapa. Los poetas Rosalba Pérez Priego y Juan Hernández Ramírez, leyeron poemas contenidos en los libros Agua de navajas, de la poeta, y Tlalxiktli. Ombligo de la tierra (edición bilingüe), del poeta huasteco, ambos publicados por el Instituto en su serie Voladores.
«Con Agua de navajas –se explica en la contraportada del libro- el lector está frente a un discurso de música e imágenes que, mediante la reelaboración oscura de la tradición poética prehispánica, abre o crea nuevas puertas de la percepción, donde la imagen más familiar es un golpe de luz sobre uno mismo: ‹Soy la avispa/ que acarrea tierra/ pero que nunca/ fabricó panal›, porque al final de cuentas en la poesía genuina la sorpresa mayor suele disfrazarse con aura de sencillez».
SobreTlalxiktli, también en la contraportada, se informa:
«Este libro contiene poesías un enamorado de la mujer que está junto a la naturaleza no contaminada, donde hay árboles, ríos, hojas, pájaros, mariposas, etcétera que se puede contemplar siempre, en un cielo libre y despejado.
«Es de alabarse la poesía en versión bilingüe, sobre todo si la otra lengua es parte del legado multifacético de las culturas precolombinas».
Con una selección completamente arbitraria de ambos poemarios, aunque de manera tardía, desde esta columna nos unimos a la celebración.
De Agua de Navajas, de Rosalba Pérez Priego
Día de lagarto
(Cipactli)
EN EL DÍA DE LAGARTO
caminamos con las manos llenas,
luminosas, llevando ramas de ocote
para encender el fuego
allá, en aquel lugar,
de esperanza y cobijo.
Llevar las manos con sol
para que en lo oscuro
se transforme en joya
dorada… día de lagarto
día de sol.
Día de viento
(Ehecatl)
DÍA DE VIENTO
y ráfagas de sol,
día que abre y cierra
el cielo… y allí
-encubierto –el sol
radiante que aleja
la oscuridad del bosque
y del alma.
Día de serpiente
(Coatl)
DÍA DE VIAJE largo –serpenteante –
viaje pasivo de propósito
sobre rocas escarpadas….
En las manos las armas
porque ahí en el camino
en algún lado, «el coralillo»
(veneno, serpiente, sangre
herida mortal) lanzará
su saeta que dé fin a la vida
y al andar.
Día del jaguar
(Ocelotl)
CAMINANTE CON BASTÓN precioso
-largo camino el que recorre-.
Caminante de amarilla vestimenta
expectante siempre,
porque la fiera acecha
la fiera sigue los pasos
del que camina… y al final
devora todo: los pasos
las lágrimas, los días
el cuerpo y el corazón.
El recuerdo
(In poctli, in ayahuitl)
EL RECUERDO, COMO humo negro,
el recuerdo, como niebla
que enceguece….
El recuerdo en oleadas invasoras
que no permiten ver el fondo,
el recuerdo, que en espuma
se disuelve.
El murciélago
CAE LA FRUTA, cuando madura
y derredor del árbol
el danzante, murciélago,
animal que comer fruta,
animal que come xocotl,
animal de la muerte,
danza en giro sempiterno…
Ahí, en el árbol de la vida
suena el tambor.
De Tlalxiktli. Ombligo de la tierra, de Juan Hernández Ramírez
Solo un sueño
VÉNDEME UN SUEÑO
que no tenga más que poemas,
porque quiero ser poeta
aunque sea por un momento.
Solo un sueño en el que estés tú
con tu vestido de olas cayendo
para leer los versos
que han escrito tus ojos
bajo la sábana florecida
en una noche de aguas turbulentas.
Véndeme un sueño
donde estés dormida
sobre la yerba
para oler la tarde
enredada arriba de tus muslos.
Quiero sobre mi espalda
tus manos mojadas de yerba
penetrándome lentamente
hasta extraer del trapiche de madera
el jugo dulce de la caña.
Mujer náhuatl
LA TIERRA SONRÍE contigo
en su oración
bendiciendo tu nombre: mujer.
Mujer de quexquén
con bordados de hilos infinitos,
y los de sangre y lágrimas
que solo la tierra entiende.
Aquí estoy contigo,
junto a ti
con mis manos de labriego
y mi danza de palabras.
Con los cocuyos
LA NOCHE TIENE cocuyos
y una luna camina sobre mis ojos.
Yo, estoy sentado y recargado
en este árbol.
Ven, siéntate aquí,
recarga tu cabeza en mi hombro
mientras te voy nombrando
los astros de la noche.
Pero mejor te voy a decir
solo dos palabras:
«te quiero», y dejaré
que las ranas de los charcos
te digan el nombre
de cada una de las estrellas.
Ven, déjame oler
tu cabellera deshojada por el agua.
Ven, siéntate
sobre la tierra mojada de rocío.
Ven aquí, Oralia,
a mojar tus dedos con la luna
y a caminar una historia
con la luz de los cocuyos.
Desnúdame poco a poco
de los ruidos y de la obscuridad.
Quita de mi piel,
el aleteo sigiloso del murciélago,
el canto del tecolote,
el insomnio de los patos silvestres
y la pisada sutil del jaguar
trasuntado viento.
Cuida mi sueño
después de haber encontrado
los niños del maíz.
Jazmín silvestre
LAS SOMBRAS SE acercan a la luz,
la empujan hacia los altos montes
y los pájaros huyen, se esconden
en las alas negras de la noche.
Yo también corro a esconderme
en tu piel de jardín nocturno,
bajo la jícara celeste
que derrama estrellas.
La luminosa noche
ha silenciado las piedras
y le ha dado voz
a las hojas de bambú
que hacen con su canto
una hamaca de suspiros.
Me embriagas con tus olores
de jazmín silvestre
y los pájaros huyen a esconderse
de las flechas disparadas
por el arco tenso de tus muslos.
En la contraportada también se lee: «…el poema con que cierra el libro tiene cinco versos, porque son los cinco días nefastos el calendario náhuatl».
Se han escrito otras hojas de luna
en el árbol del sueño.
La música ha sido entera
y el ombligo de la tierra sigue adherido
a la naturaleza de la piedra de fuego
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