Ernesto Gómez Cruz murió a los 90 años, dejando un hueco en el mundo del cine en el que se destacó y se desempeñó durante 57 años. Sin embargo, atravesó momentos complicados a lo largo de su haber como actor, pues aunque forjó una prolífica carrera, fue víctima del desempleo y hubo una época en que tuvo que ejecutar el oficio de barrendero para salir adelante.

Desde que Gómez Cruz residía en su natal Veracruz, se despertó en él la necesidad de dedicarse al canto, sin embargo, era una persona sumamente tímida, lo que le impedía desempeñarse como intérprete musical, o como compositor o locutor, sus otras dos grandes aspiraciones.

«Yo era una persona muy tímida, me sonrojaba yo ante cualquier persona y, si era mujer, peor, pero yo quería ser cantante, quería ser compositor, quería ser locutor, pero no tenía la preparación», reconoció en una entrevista para ADN 40, en 2014.

El primer actor nunca se atrevió a dedicarse a la música, por lo que comenzó a probar suerte en diferentes oficios, pero ninguno de ellos lo llegó a satisfacer, no como años más tarde lo haría la actuación.

«No sabía yo a que me iba a dedicar, pasé por todos los oficios habidos y por haber».

Pasaron unos cuantos años para que don Ernesto viajará a la Ciudad de México para estudiar la carrera de actuación en el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), antes INBA.

Al graduarse, llegó su primera y gran oportunidad en el cine, como «el Azteca» en la cinta de «Los caifanes» de Juan Ibáñez, granjeándose de reconocimiento generalizado por parte del mundo del cine nacional.

«Llega la fama pero, en ese momento, yo no entendía lo que era la fama, así como me llegó, la disfruté», destacó.

Aunque destacó que las malas rachas que vivió a lo largo de su carrera, lo llevaron a comprender la importancia de enfocarse en sus proyectos y entregar todo su esfuerzo a cada cinta o producción en la que participó.

«Tuve mis altibajos, fueron los que me enseñaron a soportar todas las inclemencias que se presentaban dentro de mi tiempo», señaló.

Ante la falta de oportunidades, luego de debutar en la gran pantalla, Gómez Cruz fue barrendero del Teatro Comonfort, el cual estaba ubicado cerca de La lagunilla.

«Recuerdo que recién terminada la película de ´Los Caifanes´, los productores me congelaron y tuve que ser barrendero del Teatro Comonfort, durante dos años sin trabajo y fue difícil», confió a Notimex en una entrevista hace 10 años.

Fue así que aceptó la propuesta de Ernesto Alonso de aparecer en «Lágrimas amargas», el melodrama con que incursionó en las telenovelas mexicanas.

A raíz de esto, don Ernesto se enfocó en atender a las peticiones de los cineastas con los que trabajaba, algunos de ellos, de los más importantes en la historia de nuestro cine, como Felipe Cazals, Arturo Ripstein, Jorge Fons, Pepe «el Perro» Estrada y el hijo de este, Luis Estrada.

«Me volví fanático de hacer las cosas lo mejor que pudiera hacerlo, me ayudó, me concentré bastante en ello, al respeto ante los demás, a mis compañeros, como a los técnicos, al director, por supuesto, y cierto respetillo al productor, que es el que siempre te regaña, nunca hay dinero, es con el que vienen las discusiones», destacó.

El Universal

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