La policía disparó y mató a Brando y esa fue la chispa que encendió un barril lleno de pólvora. Patrullas ardieron, edificios se incendiaron, y hombres estuvieron a punto de ser linchados.

La policía disparó contra Brando Arellano de 27 años, sumándose a las historias de cómo los elementos municipales de Lerdo de Tejada usan el uniforme para extorsionar.

En el carro rojo que con mucho esfuerzo había comprado, el cuerpo de Brando recibió las últimas muestras de cariño terrenales por parte de sus padres. Una sábana blanca cubrió su rostro con sangre, al cual dos balas le arrebataron el brillo de los ojos.

Un pequeño murmullo en forma de canción de cuna fue la despedida de su madre quien se sentó en el asiento del copiloto para cantar al cuerpo inerte de su hijo, la misma melodía que le entonaba cuando nació.

La bala penetró desde la parte posterior del vehículo, atravesó el parabrisas y se alojó en el cuello. El carro estaba completamente detenido, y según dicen, no había motivos para que la policía disparará.

Brando fue sietemesino, dicen que como claro ejemplo de lo aferrado a la vida que era.

Todos cuentan que la vida del joven era alegría, esfuerzo y, sobre todo, amor por los suyos. Gustaba de los videojuegos, el fútbol y levantar pesas, además de siempre estar al pendiente de su familia.

En cuchicheos, dan gracias a Dios que en esta ocasión su hija de dos años y su hijo de 7 no viajaran con él, como era costumbre, pues era cercano a sus hijos.

Junto al carro, hay una pequeña vela. Pasa el tiempo, y los ministeriales no se atreven a acercarse para recoger el cuerpo y hacer el levantamiento de las evidencias del homicidio. No se les puede culpar; unas horas antes, los pobladores de Lerdo incendiaron una patrulla y el ayuntamiento en respuesta a las agresiones policiales.

“Unos asesinos disfrazados de policías me lo quitaron, (…) uno de ellos le pegó por la yugular y fue lo que acabó con su vida”, cuenta Delfino, padre del joven, mientras el cadáver de su hijo está a unos cuantos metros.

Ante el dolor de unos padres que pierden a su hijo, el pueblo se enardeció, rodearon a los policías que habían perseguido al muchacho de 27 años y comenzaron a golpearlos. Aunque los uniformados juraban que ellos no habían disparado, la gente pedía para ellos el mismo destino que el de Brandon.

Las personas que estuvieron ahí cuentan cómo uno de los policías se dio a la fuga, mientras los otros intentaban manipular la escena y recoger los casquillos percutidos, desapareciendo las evidencias de los hechos.

Los golpes propinados y el intento de linchamiento dejaron a los policías sumamente heridos, por lo que fueron llevados a un hospital cercano, donde elementos de la Policía Estatal llegaron para realizar la detención.

“Los presuntos implicados rendirán cuentas ante la Fiscalía General del Estado, para los trámites de ley, reiterando la SSP, que colaborará en todo momento con la investigación”, señaló la SSP en un comunicado.

Erika, madre de Brando, vio cómo se llevaban a los elementos de la municipal. Ella misma estaba en el hospital, pues ante la impresión de perder a su hijo estuvo a punto de sufrir un infarto.

El temor de que la impunidad reinara la llevó a intentar detener a los estatales, rogando que los asesinos de su hijo le dieran la cara mientras se colgaba de una de las camionetas oficiales durante varios metros.

Cuando salió del hospital, regresó al sitio donde su hijo fue asesinado, el sitio donde Lerdo se incendió en rabia, el sitio en el que todavía permanecía el cuerpo que poco a poco iba perdiendo temperatura.

En ese mismo sitio, todos cuentan cómo el miedo y la inseguridad se instalaron en Lerdo desde hace dos años aproximadamente.

“Antes, mi pueblo no era así”, cuentan al amparo de la noche, mientras observan cómo unos hombres con pistolas y placas de la FGE se llevan el cuerpo.

También narran que no es la primera vez que la policía incurre en abusos contra la población. Todos saben de casos de amigos, familiares o vecinos a los cuales han detenido con falsas acusaciones y a quienes les piden dinero a cambio de su libertad.

Dicen que lo han denunciado, que en redes sociales también se han compartido los casos, pero las autoridades no han hecho nada al respecto.

Ahora, con la muerte de Brando, esperan que el gobierno de Cuitláhuac García Jiménez y el del presidente Andrés Manuel López Obrador volteen a verlos y hagan algo al respecto, que esto no pase nunca más.

“Pido justicia, que esos criminales enfrenten justicia”, clama Erika.

AVC

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