Dos niños de 12 años portan entre sus manos un par de escopetas calibre 22, junto con otros siete jóvenes de 18 años que se alzaron en armas para apoyar a sus padres en contra de La Familia Michoacana y defender su comunidad, Acatlán del Río, en el municipio de Heliodoro Castillo, Guerrero.

En este lugar, al que MILENIO acudió, los hombres de 12 años en adelante portan pistolas para defenderse de la violencia del narcotráfico.

“Alan”, como pidió ser llamado, apenas puede cargar el rifle, su baja estatura y delgadez no le permite sostener el arma, pero sabe que de ser necesario la tiene que utilizar para defender a su madre y hermanas.

En febrero del 2023, La Familia Michoacana incursionó en esta zona serrana de difícil acceso de Guerrero, a la cual se llega sólo por brechas. Se ubica a 128 kilómetros de Chilpancingo, un recorrido en vehículo que supera las 7 horas debido a las pésimas condiciones del camino.

Desde entonces, los criminales atacan casi todos los días a la población con explosivos lanzados con drones; al menos una veintena de casas han resultado afectadas, tienen los techos destruidos y algunas presentan daños en la estructura.

En los días más cruentos, los integrantes de La Familia Michoacana arrojan hasta 25 bombas, mientras que a los pobladores no les queda de otra más que esconderse debajo de techos de concreto, el problema es que en la mayoría de las viviendas son de lámina.

“Así es como echaron una bomba aquí en mi casa. Pero algo tienen esas bombas porque además de explotar también hacen fuego, aquí en mi casa se levantó un llamaral, nos estábamos quemando y yo no puedo correr porque no tengo un pie”, narró una mujer que pidió que su identidad no fuera revelada, por temor a represalias.

Esta situación ha provocado el éxodo de los habitantes de Acatlán del Río, algunos optaron por huir a Estados Unidos, otros se refugiaron con familiares en Chilpancingo y Acapulco.

Los pocos que se atrevieron a quedarse lo hicieron solo para defender lo que por años construyeron, con el esfuerzo de su trabajo y evitar que les maten o roben sus animales, que les saqueen sus casas o se lleven sus vehículos.

Los sicarios de La Familia Michoacana se esconden en un cerro frente al ejido; a la comunidad y a los criminales solo los divide el agua de la presa El Caracol, cada día, a partir de las 10:00 horas, los sicarios comienzan a disparar al aire como si fueran llamados a misa, a partir de ese momento la tensión se respira en el ambiente, porque los pobladores saben que es la antesala de los ataques con drones.

Acatlán del Río vive mayoritariamente de la pesca gracias a la hidroeléctrica el caracol, pero hoy los pescadores no pueden trabajar porque apenas ponen un pie en el agua y son atacados a balazos desde el cerro de enfrente; MILENIO lo pudo constatar.

Escuelas sin clases; ya perdieron un curso 

El problema se agudiza en Acatlán del Río, porque los niños y jóvenes ya perdieron el pasado ciclo escolar y existe preocupación de que pierdan el que está en curso.

“Tendrá unos 15 días que cayó la bomba y nos dañó aquí el techo de la primaria y desde ese día, bueno en realidad desde antes, desde que comenzó todo esto los maestros ya no quisieron dar clase. No sé exactamente qué día pero desde febrero los niños dejaron de tener clases: los de secundaria y los de primaria, todos pidieron sus cambios, ya no querían estar aquí”, detalló una mujer.
Hoy la escuela luce abandonada, con daños en las paredes y los techos, por las explosiones de los proyectiles lanzados desde drones, en el patio donde tendría que haber niños jugando, hoy se aprecian esquirlas de los artefactos explosivos.

“Los salones están abandonados, ninguna autoridad se ha hecho presente ni estatal ni municipal ni federal”, denunció otro habitante.

El centro de salud está cerrado desde hace dos años porque los médicos también huyeron de la violencia.

Cuando MILENIO acudió a Acatlán del Río, la comunidad ya llevaba 9 días sin luz, luego que hombres armados dañaron un transformador que acababa de ser reparado por la Comisión Federal de Electricidad.

Los alimentos escasean conforme pasan los días, ninguna empresa se quiere parar en ese lugar, pues temen que sus empleados sean blanco de algún atentado.

Acatlán del Río no es la única población que vive bajo el yugo de La Familia Michoacana, esta misma situación la padecen al menos 10 poblaciones del municipio de Heliodoro Castillo, entre ellas La Lagunita, El Querengue, Texocotla, El Corral Grande, Santa María y Tichapa.

Un hombre de 90 años, campesino de profesión, originario de Lagunita, narró que hace dos meses, las 25 familias que vivían en su comunidad huyeron por las amenazas del crimen organizado. Recordó que ese día, antes de que saliera el sol, abordaron una lancha y se fueron abandonando todo.

Otra mujer también narró que la gente está escapando de las bombas: “si no nos mandan gobierno, que nos manden armas y todo lo necesario para defendernos”, reclamó.

Milenio

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