“Que paren la guerra”, son las palabras que salen de la boca de José de Jesús, hermano de Arturo Zacarias, veracruzano que se encuentra entre las personas secuestradas por rebeldes de Yemen en un barco en el Mar Rojo.

Un conflicto de medio oriente, que poco pareciera tener que ver con la vida de una familia en el norte de Veracruz, tocó la puerta de una casa de un barrio de clase media en Misantla.

La noticia llegó de manera lenta, primero como un rumor y poco a poco se fue confirmando. La verdad fue demoledora; el carguero Galaxy Leader se encontraba bajo el control de rebeldes hutíes, enemigos declarados de Israel.

Arturo llevaba seis meses en el barco, su madre cuenta que desde niño siempre amó el mar y ello le llevó a estudiar en la Escuela Náutica Mercante Capitán Alt. Fernando Siliceo.

Joven hiperactivo y con amor por los carros, ha viajado por diferentes partes del mundo por mar; pero siempre vuelve a casa, ese lugar en el que se sabe amado y respaldado.

Deseaba llegar antes de navidad a Misantla, pero su viaje se alargó por lo que avisó que no llegaría a cortar el tradicional árbol con su familia y pidió que todos fueran para que el pino estuviera listo a su llegada.

María Meza, su madre, cuenta que originalmente el plan de Arturo era desembarcar en Turquía, – un destino antes del sitio donde el barco fue secuestrado-, pero de última hora pidió trabajar un mes extra en la nave.

“El domingo estábamos platicando (antes del secuestro) y yo le estaba preguntando si lo esperábamos para ir a comprar el árbol de navidad y me dice ´no mami, yo creo que nada mas te vas con mi papá y mi hermano´”, relató María.

Poco antes de embarcar, toda la familia fue a un restaurante a celebrar el cumpleaños del padre de Arturo. Ambos comparten algo más que el nombre, en el antebrazo tienen tatuada la palabra “Familia” como muestra del amor entre los suyos.

Don Arturo cuenta que es su primer y único tatuaje, se lo vio a su hijo y por ello decidió copiarle la idea, nunca antes pensó en dejar que la tinta marcara su piel: “Me lo hice porque quiero mucho a mi familia, la verdad es un sentimiento muy grande y es una angustia la que tengo ahorita”, señaló.

Hoy, padre y madre esperan que su hijo vuelva con bien, José de Jesus también espera a su hermano, mientras que anhela que el estrés y la angustia no mermen la salud de sus progenitores.

Don Arturo padece sordera, María diabetes, ambos rezan a la orilla de un pequeño altar improvisado que resguarda una vela, una imagen de la virgen de Guadalupe y una foto de Arturo.

De los labios de José de Jesús emiten una súplica: “Que paren la guerra para que puedan liberar a todos los rehenes”

AVC/Iván Sánchez

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