En los últimos años, el consumo de bienes y servicios se ha incrementado desproporcionadamente. Este crece a un ritmo mucho más veloz que la población y que los ingresos de la misma. Nunca faltan los descuentos de temporada: el Buen Fin, el Prime Day, el Hot Sale, etc. En el mundo de los negocios, la promoción de ventas, cuyo objetivo es incentivar el consumo, existe desde hace muchas décadas. No obstante, con el auge de los mercados de masas tenemos, como población, más opciones que nunca. En internet podemos encontrar y comprar casi de todo, con una facilidad que era difícil de imaginar en algún momento. Las empresas tienen tantos datos sobre nosotros que sus ofertas se vuelven tan personalizadas como irresistibles.

Consumir en sí no está mal. El acto por sí mismo puede tener una infinidad de objetivos. A veces es útil y, sobre todo, necesario. El problema, precisamente, comienza cuando este consumo se hace por las razones equivocadas o como respuesta a ciertos problemas de nuestra vida. Por tal motivo, hoy en día el consumo compulsivo ya se clasifica como una adicción.

De acuerdo con el neuropsicólogo Arash Emamzadeh, las compras compulsivas «tienen que ver con una preocupación obsesiva acerca de adquirir bienes y servicios y gastar dinero», y esta conducta comparte ciertas características con otros males tales como la ansiedad, el trastorno obsesivo compulsivo y el abuso de sustancias, entre otros. Tratar este mal puede requerir, en ciertas instancias, recurrir a terapia psicológica.

Según un estudio publicado el año pasado en el Journal of Behavioral Addictions, los siguientes pensamientos y comportamientos pueden ayudar a diagnosticar las compras compulsivas:

  • Preocupación excesiva por gastar y comprar (experimentar un impulso irresistible por adquirir un bien o servicio).
  • Control reducido sobre la conducta (gastar más dinero de lo que se había planeado).
  • Comprar productos que después no se utilizan o se hace pero con un fin distinto al establecido anteriormente.
  • Utilizar el consumo como un mecanismo para relajarse o mejorar el humor.
  • Tener problemas interpersonales como consecuencia del consumo excesivo.
  • Experimentar sentimientos de culpa y angustia después de haber consumido.
  • Continuar con el gasto excesivo aún después de experimentar emociones negativas.
  • Tener pensamientos recurrentes sobre un producto o serie de productos que no se resuelven hasta que se adquieren estos.

¿Hay gente más propensa a ser víctima de las compras compulsivas? Sí, existen diversos factores de riesgo. Las compras compulsivas pueden ser un mal episódico o crónico, dependiendo de la persona, su contexto y etapa de vida. Se cree que los ambientes disfuncionales y materialistas pueden fomentar el consumo excesivo. Las personas con menor control emocional y mayor necesidad de novedad tienen mayor probabilidad de experimentar este mal. Por último, al ser una conducta aprendida, las compras compulsivas tienden a presentarse en grupos de personas que están vulnerables emocionalmente: gente con ansiedad, depresión, soledad, duelo, entre otras.

En el mundo actual, no podemos dejar de consumir. Lo que debemos hacer es aprender a consumir en el momento adecuado y por la razón correcta. Posiblemente la mejor herramienta para ello sea la terapia psicológica, para así aprender a identificar los estímulos que dan pie a que consumamos en exceso y a cambiar los pensamientos obsesivos que tengamos al respecto. De igual forma, hay un sinfín de actividades que pueden ayudar directa o indirectamente. Estas actividades tienen que ver con satisfacer nuestras necesidades básicas de una forma más sana, como el ejercicio, una reunión con amigos, el trabajo, entre otras. El consumo puede ser una herramienta valiosa y un aliado, siempre y cuando este contribuya a nuestro bienestar.