Basta caminar por algunas de las principales avenidas y calles de la ciudad para percatarse de que la autoridad en materia vial es prácticamente inexistente. Varios de los elementos de tránsito estatal están bien atentos, pero a sus teléfonos móviles. La policía vial recorre en motocicleta distintos puntos de la capital, pero solo en busca de su próxima víctima. Los pasos peatonales parece que se pintaron en los años 60. Las mayoría de las señales de tránsito bien podrían ser donadas a esas camionetas que transitan por la ciudad, anunciando que «compran fierro viejo». Cada día impera más la ley del más fuerte. En este caso, la ley del más hábil y atrabancado. Y cuidado, porque si uno llega a tener algún accidente, no puede contar con la intervención oportuna de tránsito del estado.

Es en estos casos cuando uno se pregunta acerca de la utilidad de las leyes y los reglamentos. Resulta ingenuo creer que porque X documento estipula que debemos llevar a cabo Y acción va a ser así. En primer lugar, es competencia de las autoridades en la materia darle difusión a las partes más relevantes de leyes y reglamentos; promover conductas que estén alineadas a lo que se estipula en estos documentos; y por último, comunicar oportunamente los cambios y las modificaciones en la materia. De igual forma, es atribución de dichas autoridades encontrar la manera más eficiente de que se respete lo estipulado en los documentos antes mencionados. De no ser así, deberán tomar cartas en el asunto, ya sea a través de castigos, sanciones o multas, o bien, encontrando los incentivos adecuados.

La anarquía vial que experimenta Xalapa actualmente no es únicamente responsabilidad del Estado. El egoísmo de quienes conducimos algún tipo de vehículo juega un papel muy importante. La irresponsabilidad de quienes no cumplen con las leyes de desarrollo urbano y territorial también. Se puede apreciar que en diversos puntos de la ciudad no solo los vehículos se estacionan donde no está permitido, sino que también lo hacen en doble fila. Los conductores de transporte público tampoco respetan los espacios designados para el ascenso y descenso. Y lo increíble es que lo hacen enfrente de los mismos agentes de tránsito, sin ninguna consecuencia. Pero más increíble aún es ver a cuántos vehículos que contaminan de forma exagerada se les permite circular aún. Todo esto ocurre porque se puede; nadie da la cara. En cuanto a vialidad, Xalapa tiene una cultura excesivamente permisiva. El resultado: cada quien hace lo que quiere, conforme a lo que le conviene. Nos hemos olvidado del bien común.

La pregunta es, ¿quién va a tomar el liderazgo en materia vial? Aunque resolver el caos que experimenta la capital veracruzana requerirá una enorme red de colaboración y llevará mucho tiempo, urge que alguien de la cara y se comprometa a tomar cartas en el asunto. La semana pasada se publicó en esta columna acerca da la urgencia de contar con un plan de movilidad vial. De poco va a servir que se lleven a cabo actividades al respecto si no se hacen de manera integrada y consistente, con base en objetivos y estableciendo responsables para ello. Un programa estratégico ayudara a que se determinen prioridades y, con base en ello, se seleccionen las acciones más pertinentes, así como sus responsables. Esta es la mejor manera de resolver esta problemática, a la vez que se logra transparencia, pues todos los ciudadanos podremos conocer el progreso de determinadas actividades, así como el avance de las metas establecidas.