“A mi qué carajos me importa el litio o cuántas casas tenga Loret, lo que quiero es tener la seguridad de que no voy a ser violada, desaparecida o asesinada. Pero al gobierno no le interesa lo que nos pase”, me dijo una joven periodista de la zona norte veracruzana. Y cómo le rebates lector, cuando la terrible realidad que están viviendo las mujeres le da la razón.

En su conferencia de este lunes el presidente López Obrador no dijo ni una sola palabra, repito, ni una sola palabra, sobre las decenas de desapariciones ocurridas en las últimas semanas. Le pasaron de noche las manifestaciones y reclamos por el posible asesinato de Debanhi, la joven de 18 años que fue encontrada muerta en una cisterna, y por las miles de desaparecidas en el país.

Pero su némesis Carlos Loret no le pasó desapercibido; lo trae clavado en el alma.

“Quedé en que les iba a mostrar lo del departamento que compró Loret de Mola y ya tenemos la información. Pero no es lo único, ¿eh?, su familia tiene como 12 departamentos. Él tiene una mansión en Valle de Bravo de cerca de 40 mil metros cuadrados que vale una fortuna…”.

Ajá y eso qué. ¿Acaso se las robó al erario? Guste o no guste Carlos Loret es uno de los periodistas más vistos, leídos y escuchados y por eso está muy bien pagado. Si con ese dinero ha hecho negocios que le han redituado más dividendos y le han permitido comprar depas y mansiones ¿dónde está el delito?

Es evidente que paga sus impuestos y no tiene líos con el SAT, de lo contrario ya lo hubieran torcido.

El gobierno de López Obrador le ha buscado irregularidades hasta por debajo de las piedras (con una tendría para exhibirlo hasta la náusea) y no le ha encontrado nada, de ahí el malsano encono que le tiene el tabasqueño, encono que debería sentir por su hijo mayor que sin trabajar tiene una fortuna.

Los reportajes que ha hecho Carlos Loret sobre la corrupción en el gobierno de Andrés Manuel y las transas de sus familiares, tienen iracundo al presidente que no quiere saber nada del dolor, frustración e impotencia de las madres, hermanas, hijos y esposos de 24 mil 660 mujeres desaparecidas. (De éstas, 160 han desaparecido entre enero y marzo en Veracruz).

Acá en Xalapa, después de la manifestación de docenas de mujeres por el asesinato de la joven Juana Ovando de los Santos ultimada el miércoles anterior (día en que el alcalde Ricardo Ahued dijo que Xalapa salió muy bien calificada en seguridad), quedó sobre la explanada de la Plaza Lerdo una leyenda escrita con gis blanco: “160 desaparecidas; 160 hogares; 160 familias buscando”, a la que ninguna autoridad hizo caso.

Y el gobernador menos.

Este lunes Cuitláhuac García estuvo en el norte de la entidad y a la pregunta sobre el asesinato de la joven contestó lo de siempre: que no se permitirán más feminicidios y no habrá impunidad. Falso; un día antes degollaron a una mujer en Catemaco.

Presumido el señor gobernador, aseguró que en el norte de Veracruz ha mejorado la seguridad lo que genera confianza en la población. “Ya no hay impunidad, las cosas cambian, ahora se respira un ambiente de seguridad muy importante”, indicó.

Pero más o menos a la hora que estaba faroleando, acribillaron a balazos a cuatro personas en la colonia Libertad del puerto de Tuxpan… al norte de la entidad.

Es decir, los delincuentes le contestaron y lo ridiculizaron casi en sus narices.

Por más que digan, por más que inventen, por más que sigan echando la culpa del baño de sangre a los que se fueron, lo cierto es que tanto el presidente como el gobernador están evadiendo su responsabilidad en dos temas que prometieron resolver: la inseguridad y la violencia.

Ninguno de los dos ha sido capaz de inhibir las desapariciones y los feminicidios, por el contario, han mostrado un desprecio por las mujeres que raya en lo soez e inhumano.

No se vale que hablen de unos logros en seguridad que nadie ve; tampoco que nos quieran distraer con idioteces, mientras las mujeres siguen desapareciendo o cayendo asesinadas, ante la cobarde irresponsabilidad e indolencia de ambos.

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