Son las 6:30 de la tarde y parece que va a llover, aún así, decenas de personas buscan un resquicio en una escalera, barandal o barda para sentarse. Merece la pena correr el riesgo de sufrir un chapuzón: después de 13 años, la Orquesta Sinfónica de Xalapa visita el Barrio de Xallitic, en el corazón de la ciudad.
Para cuando dan la primera llamada, hasta los lavaderos están repletos de gente y siguen llegando más familias, parejas de la mano y transeúntes que se acercan al ver a tantas personas esperando.
A las 7:00 en punto, el director Martín Lebel anuncia el inicio del concierto, «espero que sea del agrado de todos ustedes». Los músicos alzan sus instrumentos y comienzan con la danza número 1 de Johannes Brahms. Una pequeña y su abuelo bailan al compás de la obra del compositor alemán. La niña se ríe y ese sonido se funde con las notas musicales y la alegría de los asistentes que sigue el ritmo con la cabeza.
Para la siguiente pieza, igual de Brahms, el público va olvidando sus temores ante una lluvia intempestiva, y se anima no sólo a llevar la melodía con los pies sino a comprar palomitas, chicharrones o helados a los vendedores ambulantes. La zona de arriba de Xallitic está llenándose también, de forma similar a las casas aledañas, terrazas y locales. Todos quieren escuchar a la Orquesta fuera de su hogar, el Tlaqná.
«La siguiente danza es muy romántica. Espero que le guste a los enamorados» dice Lebel antes de iniciar la tercera pieza de Brahms, sus palabras provocan un sonoro «ahhh» de los asistentes. Parejas acarameladas se abrazan y besan. Una niña en los hombros de su padre, para poder ver encima de la multitud, utiliza un palito para imitar los movimientos del director.
Este es el ambiente general del evento «histórico», como lo anunció la OSX, que logró congregar a más de 3 mil personas y que promete ser una oportunidad para vincular a la Orquesta con su público, más allá del recinto académico que utilizan con regularidad, además de abrir la oportunidad a qué eventos presenciales de esta envergadura se realicen tras las restricciones sanitarias por la pandemia.
El tiempo está con nosotros
La fuerza y dulzura de las obras de Brahms fueron recibidas por el público con ánimo, sin embargo, en el momento en que el director anunció que tocarían «El lago de los cisnes» de Piotr I. Tchaikovsky aplaudieron con mucho más entusiasmo. En los lavaderos, una pareja bailaba intentando imitar pasos de ballet y por un momento consiguieron representar el dramatismo de la muerte del cisne.
Pero, antes de que las notas del compositor ruso sonaran en Xallitic, Lebel compartió aliviado que la lluvia no llegaría esta tarde «¡Que bueno que el tiempo está con nosotros! Toda la semana, en la Orquesta consultamos los pronósticos del clima y estuvimos preocupados, pero no pasa nada, tenemos el tiempo de nuestra parte» y tiene razón, el cielo está azul y sin ninguna nube, sólo de vez en cuando sopla un viento frío que mece los árboles de la plaza.
La siguiente pieza: «la bella durmiente» de Tchaikovsky causó que teléfonos celulares se alzaran entre las cabezas de los asistentes para registrar el momento, niños bailan y reconocen la pieza musical, probablemente por su aparición en una película infantil. Al finalizar, se escucha un aplauso más duradero que en las piezas anteriores. El músico ruso conquistó a los xalapeños.
Para dejar un poco de lado el drama del ballet, Lebel anuncia un par de vals de Johann Strauss. «El bello Danubio Azul» y la obertura «El murciélago» son el inicio de la despedida de la Orquesta, que concluye con un sonoro aplauso de la concurrencia.
Tras agradecer al público, Lebel acepta despedirse con una última canción alegre, para sobrellevar la amargura de la separación, «Conga del fuego nuevo» del mexicano Arturo Martínez resuena en el centro de la ciudad con la promesa de que la Orquesta regresará para ganar a la lluvia y el corazón de los amantes de la música «es un placer hacer música así, después de dos años, gracias a ustedes» concluye el director.
AVC
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