No se puede poner en tela de duda que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez es una persona bien intencionada. Su infancia, adolescencia y juventud las pasó en el seno de una familia de modestos xalapeños donde aprendió valores y principios que sus padres le inculcaron. El gusanito de la lucha social lo indujo a participar en algunas luchas contra el gobierno y enfrentar las represión policiaca, más adelante se enlistó en las filas del lopezobradorismo cuando regresó de cursar una maestría en Europa pagada por el gobierno de Fidel Herrera Beltrán. En lo que hoy conocemos como Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) el partido político de AMLO, Cuitláhuac García realizó sus primeras actividades de tipo político participando en mítines de campaña con la finalidad de encumbrar a su líder, el tabasqueño López Obrador, en la presidencia de la república, lucha que a decir verdad tuvo un costo muy alto en términos de desgaste físico de quienes acompañaban al tabasqueño en sus recorridos, pero no más allá de eso, es decir, ni participando como estratega en la logística ni como ideólogo en la confección de los mensajes del líder, lo que comúnmente hacen los más destacados políticos que acompañan o se suman a una causa político electoral de este tamaño. La vida de Cuitláhuac García Jiménez al interior del equipo de López Obrador transcurrió como un fanático más de los ideales de su guía moral, además como un acomedido en la talacha de campaña.

El trabajo que realizan los miembros de un staff de campaña no es cualquier cosa, requiere de mucha voluntad, un convencimiento total de que se va en el camino correcto y una disponibilidad a lo que sea con tal de que las cosas marchen bien. Luego entonces el bien intencionado ingeniero civil cumplió adecuadamente con sus pedestres comisiones dentro de la prolongada campaña de AMLO a quien le simpatizó lo que el acomedido veracruzano hacía gracias a lo cual logró su objetivo: que lo tomara en cuenta el líder, con eso. Y tan le fue bien que lo primero que le dio el señor López fue una candidatura a la diputación federal, con lo que jamás había soñado, pero lo más importante, el premio mayor, se lo sacó cuando AMLO le puso el ojo para que fuera su candidato al gobierno del estado en la elección del 18 cuando el hartazgo social terminó con casi ochenta años de priismo y panismo para dar paso a un cambio que se suponía sería para mejorar. Así las cosas y sin un proyecto de gobierno, solo con la disposición de ir donde lo dijera AMLO, Cuitláhuac fue candidato al gobierno y gobernador. De sus capacidades y propósitos debieron darse cuenta Rocío Nahle y sus compinches quienes metieron a Cuitláhuac en una burbuja, la burbuja de Nahle, y a armarle un gabinete para que “gobierne”.

Los resultados de este experimento morenista saltan a la vista y los padecen todos los veracruzanos: un gobierno sin rumbo; una inseguridad al borde del estallido social; una pelea entre los más importantes funcionarios por ganar la candidatura de Morena al gobierno con el principio de que “después de Cuitláhuac” cualquiera puede ser, y la presencia de un moreno homofóbico que hace todo lo que está en sus manos para empinar al gobernante. Total; Cuitláhuac García Jiménez es un gobernante solo, como están sus gobernados.