Algunos sistemas planetarios están regidos por soles sin piedad: devoran a sus planetas cuando se acercan lo suficiente por efecto de la gravedad. Los científicos han logrado descubrir a estas estrellas madre de apetito voraz analizando la luz que emiten, ya que los elementos pesados de los planetas devorados dejan señales en esa luz.

Entre el 20% y el 35% de las estrellas similares al Sol consumen a algunas Tierras de su descendencia, según un nuevo estudio liderado por un astrofísico del Observatorio Astronómico de Padua, en Italia. Tales eventos podrían ocurrir en sistemas planetarios donde las interacciones gravitacionales entre los planetas arrojarían a uno de los astros hacia la estrella central, o lo acercarían lo suficiente como para que la estrella lo vaporizara y devorara lentamente.

Como este fenómeno parece alejarse del comportamiento de nuestro Sol, su caracterización podría ayudar a los astrónomos a descartar sistemas estelares que probablemente no contengan mundos similares a la Tierra. El trabajo científico ha sido publicado recientemente en la revista Nature Astronomy.

Aunque los especialistas ya sabían que las estrellas como el Sol eran capaces de engullir a sus descendientes planetarios en determinadas ocasiones, hasta el momento no se habían analizado en profundidad las características de estos sistemas. Ahora, los científicos disponen de más información: de acuerdo a un artículo publicado en la revista Science, el nuevo estudio integra observaciones de 107 sistemas binarios, que contienen dos estrellas similares al Sol.

La firma del canibalismo planetario

En el marco de la investigación, el equipo de científicos italianos estableció que cuando una estrella es anormalmente rica en hierro pero no en otros elementos como carbono y oxígeno, esto puede interpretarse directamente como una firma de «canibalismo» planetario. ¿Cómo se detectan estas firmas?

En principio, hay que tener en cuenta que los planetas rocosos como la Tierra son ricos en elementos pesados que incluyen al hierro, silicio o titanio, en tanto que las estrellas como el Sol contienen principalmente material más ligero, por ejemplo hidrógeno, helio, oxígeno o carbono.

En el momento en que un planeta es devorado, sus elementos pesados se esparcen en las capas externas de la estrella que lo deglutió: estas señales de absorción son claves reveladoras del fenómeno en su luz, que los astrónomos pueden captar con el instrumental preciso.

Sistemas binarios: el hierro y el litio son la clave

En el caso de las estrellas binarias observadas por los especialistas, hay que considerar que nacen de la misma nube de gas y polvo, por lo tanto sus composiciones químicas deberían ser prácticamente idénticas. Los sistemas observados están integrados por parejas extremadamente similares en cuanto a masa y temperatura: son estrellas que podrían clasificarse como gemelas.

En ese contexto, los resultados del estudio arrojaron que en 33 de los 107 sistemas binarios una de las estrellas «gemelas» mostró niveles elevados de hierro en comparación con su compañera. Esto indicaría que solamente una de las estrellas que conforman estos sistemas binarios es la que se alimenta de sus hijos planetarios.

Otro aspecto que confirma el fenómeno indicado y las características observadas es que los soles caníbales son ricos en litio. El litio forma parte de los componentes más abundantes de las estrellas parecidas al Sol cuando nacen, pero es quemado a lo largo de sus primeros 100 millones de años de existencia. Como fue observado en las estrellas más antiguas, todo indicaría que proviene de un planeta que ha sido devorado.

¿Es nuestro Sol una estrella caníbal?

Para finalizar, los expertos creen que existen pocas probabilidades de que nuestro Sol se haya tragado algún planeta, al disponer de una escasa cantidad de elementos pesados en comparación con otras estrellas de su tipo. Por un lado, podríamos estar tranquilos: la Tierra no sería eliminada por la propia estrella que la calienta. ¿O deberíamos estar alertas ante un cambio en sus necesidades nutricionales?

En cualquier caso, el fenómeno brinda pistas para buscar sistemas similares al nuestro y, quizás, hallar un nuevo planeta azul rebosante de vida.

tendencias21.levante-emv.com

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