Aunque la cifra de secuestros en México disminuyó 10.5% el mes de febrero, la perspectiva local no es tan alentadora; gracias a un informe de la organización Alto al Secuestro, ayer conocimos estadísticas que nos muestran el comportamiento de una epidemia de la que, parece, nuestro país nunca se va a curar. A pesar de la pequeña baja en el porcentaje nacional, la incidencia en Veracruz lo mantiene dentro de las primeras entidades con 17 secuestros registrados en febrero, después del Estado de México en el que se contabilizaron 18 durante el mismo mes.

Un dato que más nos preocupa es el subregistro que el gobierno tiene, con respecto a los datos de la ONG, pues de los 86 casos contabilizados por Alto al Secuestro el mes pasado, el gobierno únicamente tiene registrados 56; la diferencia podría originarse por el miedo que tiene la sociedad de denunciar, pues la confianza en las fiscalías estatales y la federal sigue siendo baja, gracias al pobre resultado en investigaciones, siendo solamente instituciones dedicadas al hallazgo de cadáveres y no al rescate de personas privadas de su libertad, salvo exclusivos casos. O podría ser una falta de coordinación en cifras, entre Fiscalía General de la República y sus homólogas estatales, igualito que pasa entre el conteo de muertes y contagios de coronavirus en el país.

¿Qué pasa en Veracruz, que desde hace varios sexenios no hay certidumbre en el tema? Han pasado Fiscales y hoy una fiscal, antes procuradores de justicia, los gobernadores han ofrecido abordar el asunto, pero no hay mas que miedo entre la ciudadanía, la percepción por salir de casa y no regresar es generalizada, efecto que mayormente se tiene entre las y los ciudadanos de municipios como Xalapa, nuestra querida y tan dañada capital.

No salimos del efecto destructor del inexperto gobierno municipal actual, y la ciudad sigue gravemente enferma de secuestro, compartimos con el municipio de Benito Juárez (Quintana Roo) el vergonzoso primer lugar de casos acumulados con 47, al cierre de febrero del año en curso; tan gris es la perspectiva que superamos a ciudades «tradicionalmente» violentas como Ecatepec, Iztapalapa, Coatzacoalcos, CDMX y Reynosa. No somos nadamás la Xalapa de los baches y de la obra pública desperdiciada, la capital veracruzana se marchita mientras desaparecen xalapeñas y xalapeños, con todo y una policía municipal acreditada bajo estándares de primer mundo. Para defender lo indefendible, dirán los guindas que el periodo de conteo es amplio, pero no es posible, no debería haber ni un secuestro, ni 10, ni 47; no merecemos vivir entre la impunidad y falta de estado de derecho.

¿Que dónde estábamos cuando el pri… ? Igual, incluso sufriendo de lo mismo por el caso de un familiar directo. ¿Y la Guardia Nacional? Tan bonito le recibimos en la ciudad, tanto se ha luchado por ponerles cuartel, después de tanto tiempo operando no se ve efecto; aunque la responsabilidad no recae tanto en los elementos operativos como en los mandos, nadie se mueve si no se le ordena.

Apeas hace unos días, un ciudadano hizo un reclamo al presidente municipal Hipólito Rodríguez; durante una «banquetera» el padre de una víctima de secuestro, entre llanto y angustia, señaló a elementos de la policía municipal de Xalapa de estar relacionados con la desaparición, «su policía está corrompida», asegurando que durante el secuestro de su hijo los policías no permitieron a familiares intervenir para salvarlo.

Ese caso mas los tantos que se viven diariamente en México generan la gran desconfianza ciudadana hacia la autoridad, además sumemos que de acuerdo con las cifras difundidas por Alto al Secuestro, el número de detenidos relacionados al delito de secuestro en México disminuyó en un 1% con un total de 98 en comparación con los 99 presuntos responsables en el último mes de 2020.

Con todo y el encierro al que nos obligó la pandemia de Coronavirus el secuestro sigue viviendo entre nosotros, para eso no hay vacuna, no hay tratamiento; el estado y su capital Xalapa viven en el terror cotidiano. Los inocentes funcionarios de la 4T echarán las campanas al vuelo por la ínfima reducción de la incidencia nacional, mientras la problemática parece nunca acabará. Sin seguridad no podrá haber cuarta transformación, por más que el «Tata» nos salga con tener otros datos, sus fintas discursivas ya se las está aprendiendo el país.