Hace varios años, Alex Mercado me habló de su sistema de enseñanza de la música, que es totalmente opuesto al sistema tradicional de enseñanza, él parte del aprendizaje que tenemos todos los humanos de la lengua materna y traslada esa experiencia al terreno de la pedagogía musical. «Hablar es como un oficio, digámoslo así, y lo aprendimos de una cierta manera entonces toda mi metodología se basa en responder a una sola pregunta, ¿cómo aprendiste a hablar? Si observas eso, ahí está el secreto de mi pedagogía; si cualquier cosa que quieras aprender la aprendes igual que aprendiste hablar, la vas a dominar igual que dominas hablar, parece fácil pero, entonces ¿por qué el sistema de educación musical tradicional está totalmente al revés de este sistema?,Cuando analizamos, nos damos cuenta de que se está utilizando una metodología opuesta, contradictoria y perjudicial, porque no solamente estorba, sino que incluso hace daño, atrofia», me dijo en aquella ocasión. Con el paso de los años ha depurado su metodología, la ha fundamentado con estudios especializados en el tema y el año pasado vertió todas esas reflexiones y toda su experiencia docente en el libro El sublime proceso del lenguaje musical. La semana pasada le llamé por teléfono para que me hablara sobre ese libro, esto me respondió:

«El sublime proceso del lenguaje musical es un proyecto que tiene ya muchos años de concepción, en él plasmo la síntesis de mi metodología, mi experiencia acumulada a través de muchos años en la docencia, muchos años en la experiencia artística y concertística, y en él vierto todo ese pensar, esa filosofía sobre cómo se debe de aprender el lenguaje de la música y cómo no se debe de enseñar el lenguaje de la música; la aproximación a ese lenguaje debe ser mucho más natural.

«En este libro reivindico a la oralidad del lenguaje de la música, que puede entenderse como una improvisación más allá de cualquier frontera estilística, simplemente en la apropiación del lenguaje como un ente vivo a través del cual podemos expresar todas nuestras emociones, nuestros pensamientos, en la pertinencia del momento presente. No es algo exclusivo del jazz, ese es uno de los mitos que trato de derribar. En este libro hay una crítica muy fuerte a la academia y a su proceder en la enseñanza de la música a través de teorías, conceptos, reglas que se convierten en requisitos para que el alumno improvise o proponga, pero que a final de cuentas se convierten en obstáculos porque el lenguaje de la música, como cualquier otro lenguaje, debe de aprenderse de manera totalmente intuitiva y receptiva, es decir, primero hay que escucharlo para poder entenderlo y después hablarlo, como cualquier otro lenguaje en el cual se desarrolla una competencia lingüística que consiste en no solamente poder tocar un instrumento, no solamente llamarse músico a través de la ejecución de obras ajenas, sino en apropiarse del lenguaje para poder expresar lo que somos; ése es el tema del libro

«Tiene doce capítulos, uno de los cuales aborda ampliamente el origen común de la música y el habla, hago una comparativa entre los dos lenguajes: ambos son sonoros, ambos ocurren a través del tiempo, ambos utilizan estructuras como fraseos, gramáticas, prosodias —tienen puntos, comas, acentuaciones—; son vehículos idóneos para poder expresar un sentir específico.

«Después hago una breve historia de la pedagogía musical desde los tiempos de la antigua Grecia, pasando por la era medieval, cuando la música fue secuestrada por la iglesia con músicos que regulaban el uso del contrapunto para dar pie a la armonía occidental tradicional tal y como la conocemos, pero en el camino se fue pervirtiendo, se fue celebrando a sí misma y fue excluyendo manifestaciones folclóricas, manifestaciones populares, y desembocó en una educación muy segmentaria que divide los oficios de ejecución y de composición en figuras que no se tocan y que en el romanticismo, en el barroco, en el medioevo estaban concentradas en una sola persona como, por ejemplo, Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven, Wolfgang Amadeus Mozart, incluso románticos como Liszt, Chopin eran tanto improvisadores como compositores, no se separaban esas dos funciones porque en el lenguaje esas funciones son inseparables, la creación espontánea en el lenguaje es intrínseca, no puede haber un lenguaje que se escriba primero y después se hable, es precisamente al revés, primero se habla y después escribe, y a veces ni siquiera se escribe ni se lee, hay un analfabetismo que se puede transferir a la música folclórica, mucha gente no lee, no escribe y sin embargo toca y se expresa: canta, se mueve, toca instrumentos de percusión. Recordemos que en nuestro cuerpo hay dos instrumentos: la voz humana y nuestro cuerpo como instrumento de percusión que puede ser golpeado, puede ser manipulado para crear diferentes ritmos, entonces, el ritmo está en nuestro cuerpo y la melodía está en el canto.

«La música está en nosotros pero la academia la aleja del ser humano y la convierte en una función social de ejecución que utiliza para satisfacer las demandas de un mercado que se ha desarrollado de cierta manera a lo largo de los años, en la que se da prioridad a las obras del pasado para mover los mercados de la música; las improvisaciones se excluyen del quehacer musical y para un compositor se convierte en una tarea muy difícil dar a conocer su obra entre ese océano de obras del pasado, cuyo consumo la academia y la sociedad promueven a tal grado que el público lo pide, lo demanda; ya no se sabe qué fue primero, lo que sí sabemos es que eso tiene que cambiar y este libro es un granito de arena para poner a reflexionar al mundo de la música, a los creadores.

«Pensé este libro para todo público, aquí digo que cualquier persona puede aproximarse a la música como a un idioma, se puede aprender de la misma manera en que aprendemos el idioma materno, es decir, a través de una inmersión total en el contexto en el que se habla el lenguaje para poder hablarlo con naturalidad. Es un libro controversial, es un libro radical porque propongo que escuchemos música todo el tiempo durante dos o tres años, que nos mudemos, metafóricamente, al país de la música para que, después de vivir ese tiempo en ese país imaginario, podamos emerger hablando el lenguaje con toda naturalidad, con improvisación, con desenvoltura.

«También propongo el autodidactismo que ha sido tan relegado en la pedagogía universal, solamente hasta la segunda mitad del siglo XX hay estudios, hay gente que se ha preocupado por el autodidactismo y por fomentarlo, por defender el derecho de los adultos a aprender, porque tenemos un sistema basado exclusivamente en la enseñanza en los primeros años del individuo y condiciona que este individuo no aprenda más cosas en su edad adulta. Hay un capítulo en el que menciono estudios sobre las fallas que tiene el sistema tradicional y cómo no ha cambiado a lo largo de los años; se ningunea a los alumnos que muchas veces están totalmente desapegados de ese mensaje, sobre todo cuando sucede en un marco puramente institucional, pero este sistema ha fallado, las estadísticas indican que el porcentaje de influencia en el aprovechamiento de los alumnos que tiene una universidad es solamente del 10%, esto corresponde al famoso estudio Coleman Report que se hizo en los Estados Unidos en 1966 y arrojó estas cifras verdaderamente lamentables para un sistema que promueve y, de alguna manera, está orgulloso de sus resultados.

«Es un sistema que ha controlado a la sociedad durante muchos años pero en realidad no funciona porque ese porcentaje de influencia es mínimo, el 90% tiene que ser puesto por cada uno de los individuos; después de analizar estos estudios, uno concluye que da lo mismo ir a Harvard que a la UNAM, a la Ibero, al Tec de Monterrey, a la UAM o a cualquier universidad porque solamente va a aportar el 10% de su aprovechamiento, de su evolución, de su aprendizaje, inclusive hicieron estudios para saber si estar en una universidad u otra repercute, por ejemplo, en los honorarios que percibe un egresado, en su calidad de vida, y tampoco es así, realmente, cualquier persona puede sobresalir en cualquier ambiente, quiere decir que lo que más importa es el trasfondo familiar, lo que se hace en casa, la disciplina que se tiene, la pasión que se siente por lo que se hace; eso es lo que va a determinar qué tan exitosa puede ser una persona en su rama, en su profesión. Esto quiere decir que si nosotros tenemos que poner el 90%, mejor podríamos ser completamente autodidactas, ese 10% podemos obtenerlo a través de otras fuentes como investigación, lectura, etcétera. Aquí se propone que cada persona pueda, por sí misma, sin recurrir a un maestro particular, sin recurrir a una escuela, convertirse en un hablante de la música, más allá de sí va a ser la profesión o va a ser una actividad que se realiza por hobby o por placer; que la persona sea un hablante activo de lenguaje de la música y que pueda expresarse con elocuencia en ese lenguaje a través de esta metodología que explico en el libro, que se basa principalmente en la escucha y en la absorción del lenguaje de una manera directa, sin intermediarios que desglosen de una manera artificial todo lo que podemos encontrar directamente en el lenguaje de la música a través de la experiencia sonora y de la inmersión total en ese mundo que desafía nuestros sentidos y que poco a poco tenemos que decodificar porque estamos dentro de él; esa es, precisamente, la manera en que aprendemos a hablar y lo único que hay que hacer es trasladar esa metodología.

«Cada una de las personas con plenas capacidades físicas y mentales, en cualquier país del mundo, puede hablar y tiene una competencia lingüística en su lenguaje, quiere decir que el resultado de esta metodología está totalmente garantizado, simplemente la academia no lo quiere ver y nosotros estamos tan condicionados por ella que nos negamos a esta posibilidad; eso es en lo que insisto, lo que trato de enfatizar en este libro».

El sublime proceso del lenguaje musical puede adquirirse en Claro Shop.

 

 

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