El PRI veracruzano hace un esfuerzo por mantenerse más o menos vigente; su problema es un enorme descrédito que le pesa como una losa.

Hace una semana, el dirigente estatal, Marlon Ramírez Marín, entregó nombramientos a presidentes y secretarios generales de los comités municipales. En ese marco, se refirió a los retos del tricolor de cara a futuro inmediato.

Dijo que los atributos, la hoja de servicio que habrá de caracterizar a los nuevos dirigentes municipales del PRI son lealtad, fidelidad, honradez, eficacia, sencillez y humildad.

Pidió a los líderes municipales de su partido “no colgar su nombramiento en la pared, porque significa una gran responsabilidad… hay que caminar, tocar puertas; les pido que vayamos a evaluar las obras del actual gobierno estatal, si es que logran encontrarlas”.

Ya enfilado, Ramírez Marín dijo que “pregunten qué apoyos y programas les da (a los ciudadanos) el Estado y la Federación, y si son más y mejores que los que recibieron con el PRI”.

El regidor con licencia del ayuntamiento de Veracruz se refirió al proyecto para reconstruir al partido, “empezar desde abajo, hacer estructuras, tener consejos políticos municipales, nos decían locos, yo les puedo decir que al día hoy tenemos 138 Consejos Políticos Municipales que rindieron protesta físicamente y 19 mil 815 consejeros políticos municipales en todo el estado”.

En efecto, el gran reto del tricolor pasa por la reorganización interna, por la construcción desde las bases y cimientos; y renovar los consejos políticos y los comités municipales no parece una mala idea; el problema priista, sin embargo, tiene que ver con el descrédito y la pésima imagen y un pasado de corrupción que difícilmente se puede borrar en una o dos generaciones.

El discurso de Marlon Ramírez es el que iría acorde con el dirigente de un partido de oposición, como lo es en la actualidad el PRI, al menos en teoría.

Aquí es donde entra la pregunta ¿quién le cree a un partido que por años ha sido sinónimo de corrupción?

La apuesta del dirigente estatal del partido, en el sentido de pedir a los ciudadanos que comparen el desempeño del actual régimen con el de las administraciones priistas, parecería aventurado; fácilmente le puede revirar la gente de Morena, porque en cuestión de imagen pública, los priistas llevan ventaja en cuando a experiencia a la hora de corromper programas y acciones de gobierno.

En las cárceles hay decenas de ex gobernantes priistas acusados por corrupción; es el desgaste propio de un partido que permaneció por más de 70 años en el poder y que hoy busca mantenerse más o menos vigente, no desplomarse para encarar de la mejor manera el proceso de 2021, a fin de llegar a la sucesión de 2024 lo menos desbaratado posible.

Difícil escenario es el priista, cuya dirigencia sabe perfectamente que para salvar la nave necesita del rescate panista; de tal manera que de la posible alianza con su adversario histórico depende en gran medida que el barco tricolor no naufrague en el turbulento mar electoral de 2021.

En el fondo, la gente del PRI está consciente de que sin los panistas, el tricolor podría obtener el próximo año un desafortunado resultado de un dígito, el más bajo en su historia.

El peor escenario posible para el Revolucionario Institucional no es la derrota, porque ésta ya está presupuestada, sino el desplome a menos del 10 por ciento de los sufragios emitidos; a ello se debe el sentido de urgencia con el que ven la alianza con otras fuerzas políticas.

@luisromero85