—Hola, Luis, soy Servando Quiroz, ¿cómo estás?
—Chingándole, como siempre, pero bien, gracias
—Te comento que mi hija Ileana trabaja en Radio Más y me preguntó si conozco a alguien que esté interesado en hacer un programa de jazz, por supuesto que inmediatamente pensé en ti, tienes experiencia en radio y eres apasionado y conocedor del jazz, ¿te interesaría hacer ese programa?
—Por supuesto que me interesa, a la pasión de la que hablas por el jazz, hay que sumar la pasión por la radio
—¿Entonces puedo darle tu teléfono a Ileana para que se comunique contigo?
—Claro, Servando, muchas gracias por pensar en mí

Esa conversación telefónica sucedió a mediados o finales de noviembre de 2006. Ileana —quien desde entonces es una amiga queridísima— me llamó al siguiente o al tercer día. Me explicó someramente de qué se trataba e hicimos una cita para vernos en Radio Más. No recuerdo qué día fue pero sí que noviembre agonizaba. Ese día me bañé, acaso hasta me perfumé y me encaminé hacia el Cerro de la Galaxia. Me presenté con Ileana, hablamos un poco y me llevó con Manuel Vásquez, jefe de producción de esa época. Manuel me explicó la idea que tenían del programa y me dijo que estaban cerrando el año, estaban haciendo la producción para las vacaciones y eso ocasionaba una locura generalizada (con otras palabra, pero eso me dijo), pero que me buscaría a principios del siguiente año.

Cuando el 2007 era bebé, llegó la llamada y se fijó la nueva cita. Esa vez platiqué también con Cristina Medina, la directora desde el inicio, y durante muchos años, de la estación. Nos conocíamos porque en los ochenta habíamos coincidido en el Canal Cuatro Más, antecesor de RTV, en donde ella era conductora de noticias y yo, integrante del glorioso departamento de Arte y Diseño. Salí de esa segunda incursión con fecha y hora para hacer el programa piloto.

Unos días antes de la fecha acordada, envié el guion para que hicieran la rúbrica. El día de la grabación, Ileana me presentó a Bruno Rubio —otro carnal vitalicio que me agencié en ese lugar en el que tantas querencias tengo— y me dijo que sería mi realizador. El piloto pasó las pruebas de rigor y fue aprobado. Manuel me dijo que tenían por norma no salir al aire antes de tener un stock de, al menos, cinco programas grabados. Solicité que fuera un programa nocturno porque el jazz es alcahuete y le gusta inducir a la nocturnidad, esa dama pletórica de misterios y de secretos inconfesables bajo el sol. Hice las grabaciones, me ubicaron los miércoles a las nueve de la noche y me pidieron un guion para hacer un spot. Me convertí, por supuesto, asiduo escucha de Radio Más y, debo confesarlo, me aleteaban mariposillas en la panza cuando escuchaba mi spot. Tengo grabado el primer programa; tras la rúbrica, entra un fondo y sobre él mi voz:

«Miércoles siete de marzo, no hay plazo que no se cumpla, estamos al aire —entra el sonido del despegue de una aeronave, según indiqué en el guion—. Después de un tiempo de prepararlo, maquinarlo, macerarlo, finalmente, El jazz bajo la manga vuela en el aire; finalmente estamos juntos, porque este proceso solo se completa en la medida en que del otro lado hay algún oído que nos confirme…». Y me tiré un choro que acabo de escuchar pero no transcribiré porque el pudor no me lo permite.

Inicialmente, el programa era de media hora, después de la quinta o sexta emisión, Manuel me dijo que estaba teniendo muy buena aceptación, que hiciera diez programas de media hora y a partir del onceavo me extendiera a una hora. La siguiente vez que fui me dijo que el próximo programa —el octavo— ya fuera de una hora.

El formato de programa grabado duró, quizá, un par de años; después pasó a ser en vivo y nació una nueva etapa, la comunicación directa con el público dota de una vitalidad adictiva que, una vez degustada, se torna irrenunciable; las llamadas, los mensajes, las manifestaciones de los escuchas alimentan y promueven la retroalimentación de quienes están tras el micrófono.

Hubo varios cambios: de transmitirse de nueve a diez, pasó a salir al aire de diez a once, un horario más propicio para entablar complicidades. De los miércoles, pasó a los martes; después hubo retransmisiones los domingos; en otra época, el programa principal era los domingos y las retransmisiones los miércoles. En la etapa final, con un nuevo nombre —Horas Extra— impuesto por la dirección de RTV duartista, era de las cero horas a las dos de la madrugada de los jueves, el horario más ad hoc para los insomnes.

Como cualquier criatura, los pasos balbucientes del inicio fueron siendo sustituidos por zancadas firmes y seguras. El primer año, Manuel me lanzó al agua pero me puso flotador, me dijo que transmitiría un concierto del Festival JazzUV —con toda la nerviolera que implica transmitir en vivo algo que se supone pero nunca se sabe cómo sucederá—, pero que él me acompañaría. Al siguiente año, me fui solo a transmitir dos o tres conciertos. Y así fue aumentando hasta que llegué a transmitir todo el festival, me iba al concierto de las cinco de la tarde, se grababa y Bruno salía corriendo a la estación para darle una manita de gato y transmitir, a las once de la noche, la primera media hora del programa; después me iba al concierto estelar, que era a las ocho de la noche en el Teatro del Estado, y Gumaro García se iba en chinga para preparar la segunda media hora del programa; todo esto durante la semana que duraba el feliz acontecimiento.

El jazz bajo la manga tuvo muchos invitados en el estudio, mucha música en vivo, muchas charlas, muchas entrevistas, muchas cosas que no caben en unas cuantas líneas. Así transcurrieron siete años de esplendor, y la última semana de enero de 2014, sin decir «agua va» me comunicaron que mi etapa en Radio Más había concluido.

Tras superar, o, al menos, mitigar, el desconcierto y la desolación, me fui corriendo a Formato Siete, añejo semanario informativo que iniciaba su aventura en Internet. El portal tenía un mes de fundado, solo había tres columnas: Apuntes, de Manuel Rosete; Hora Libre, de Álvaro Belin, y Al pie de la letra, de Raymundo Jiménez. Fui acogido y El jazz bajo la manga, la cuarta columna, apareció por primera vez el domingo nueve de marzo de 2014; de entonces a hoy ha aparecido, al menos, cinco veces por semana.

Tras un largo ayuno de seis años, El jazz bajo la manga, sin abandonar este espacio, retorna a la palabra hablada. El miércoles uno de julio, a las diez de la noche será la primera transmisión a través de Hiperfrecuencia Radio (www.hfmradio.com.mx). Es una emisora abierta, pero apelo a su comprensión y a su solidaridad para que se caigan con, al menos, treinta pesos por emisión. En las páginas de Facebook y de Twitter, cuyos enlaces aparecen en la parte inferior de esta columna, publicaré la cuenta en la que pueden hacer sus aportaciones. Los espero.

 

 

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