«Hola, Luis. Voy viendo tu mensaje. Hermosillo… Me encanta su cine. Si gustas, márcame. Saludos», así respondió, cerca de las diez de la noche del lunes 13 de enero, el crítico de cine Juan José González Mejía al mensaje que le envié por la tarde para ver a qué hora podía llamarlo para hablar acerca de Jaime Humberto Hermosillo. Llamé y le pedí que me platicara sobre la obra de Hermosillo y su importancia dentro de la cinematografía nacional. ¿Por qué Hermosillo?, me preguntó. Cuando le respondí que porque acaba de morir, se sorprendió y se consternó, había dado clases todo el día y no había tenido tiempo de revisar noticias. Desconcertado, me dijo:

«Jaime Humberto Hermosillo es un cineasta que me parece esencial por dos razones: porque fue un autor, escribió sus películas, y porque las dirimió en un terreno que no lo hicieron ni [Arturo] Ripstein, ni [Felipe] Cazals, ni [Jorge] Fons, incluso, ni el último Buñuel mexicano —digámoslo así—, el de El ángel exterminador, El bruto, esos melodramas donde se trataban las hipocresías de las clases sociales, sobre todo altas. Hermosillo tuvo una arista muy interesante que fue retratar esa hipocresía pero no tanto desde la capital del país, él ubicó mucho su cine en la provincia, especialmente en Aguascalientes. Creo yo que la obra más importante que hizo fue La pasión según Berenice, en 1976; ahí echó los dados de un cine mexicano que le dio a la pantalla nacional una paleta de colores infrecuente, una paleta en la que el naranja, el rojo y el amarillo humedecido empataban bien con los infiernos particulares de personajes muy provincianos; Berenice es una señorita provinciana y de pronto se descubre como una especie de Susana San Juan, de Pedro Páramo, de Rulfo, llena de una sensualidad y un erotismo no abordados en el cine mexicano. Entonces, podemos decir que el melodrama de Jaime Humberto Hermosillo fue distinto al estos cineastas que te mencioné por los dos elementos que te acabo de referir: la sensualidad y la sexualidad; tal vez porque Hermosillo buscó aquello por lo que Buñuel no dio el paso definitivo que fue, precisamente, lo sensorial de la carne, de hecho, en sus últimas películas, ya en digital, en los años dos mil, sobre todo eXXXorcismos, de 2002, Jaime Humberto Hermosillo volvió a poner esa constante: la sexualidad.

«Otra película de Hermosillo muy notoria es Naufragio (1977), la historia de un hijo que regresa después de que la madre lo dio por muerto y se enfrenta a qué pasó durante su ausencia en una familia, digamos, normal.

«Otra película, que yo creo que es la más arriesgada de él y una de las más arriesgadas del cine mexicano es Las apariencias engañan (1983). El escritor y guionista Francisco Sánchez —quien lo admiraba mucho— escribió un libro que se llama Hermosillo: Pasión por la Libertad, en el que dice que en Las apariencias engañan, Hermosillo resquebraja el mito del macho en el cine mexicano; no el que pega gritos, no el que entra cantando ebrio a una cantina, sino el que es incapaz de llevar una relación amorosa dentro de los cánones de las familias tradicionales. Aquí vemos a un Gonzalo Vega y a una Isela Vega en roles prácticamente invertidos: Isela Vega es un transgénero —fíjate cómo se adelantó cuarenta años— que conserva el cuerpo de hombre y se disfraza de mujer, y así se casa con el macho Gonzalo Vega, y ante la sociedad son marido y mujer pero en la intimidad son dos hombres. Ahí, reitero, resquebraja el mito del macho mexicano.

«Otra película muy disfrutable, muy libre, incluso desde el título, es Amor libre, una película que en su momento no es que haya escandalizado pero sí llamó la atención por lo libérrimo de los personajes femeninos, protagonizados por Alma Muriel y Julissa, quienes conducen el destino de sus vidas y de sus cuerpos. Ahí, Hermosillo también se adelantó muchos, muchos años; temas actuales que Michel Franco o Carlos Reygadas han tratado de buscar en el cine mexicano de los últimos seis o siete años, Hermosillo los exploró hace treinta y tantos años.

«Tal vez su película más popular y taquillera es La tarea, con José Alonso y María Rojo, la cual le planteó a la audiencia mexicana un cine espléndidamente actuado, un cine popular, porque fue abierto a toda la audiencia, con la única restricción de la consabida clasificación ‹C›, pero, sobre todo, un cine que reiteraba las preocupaciones y las ocupaciones de Hermosillo: la intimidad como un espectáculo que puede ser una cárcel y, a la vez, una liberación. Hubo una segunda parte que se llamó La tarea prohibida, pero ya no tuvo éxito.

«En el estado de Veracruz, en 1979 filmó María de mi corazón, aquella película con un guión de García Márquez —que luego recogió en su libro Doce cuentos peregrinos— y protagonizada por Héctor Bonilla y María Rojo, donde ella es confundida con una mujer que tiene problemas mentales, cuando no era así.

«En el 85, Hermosillo prácticamente inauguró en la cartelera comercial —en paralelo con [Pedro] Almodóvar— el cine gay con Doña Herlinda y su hijo, ahí podemos ver a un Hermosillo instalado en otra de las aristas del melodrama: la preferencia sexual llevada a un nivel de arte contestatario, que actualmente tenemos en Julio Hernández, un gran discípulo suyo. Es una película muy arriesgada y muy bien lograda, y hasta bella película gay del cine mexicano. Ya no es en Aguascalientes, es en la Guadalajara provinciana y tradicional. Doña Herlinda tiene que hacerse de la vista gorda, tiene que aceptar la pareja varón de su hijo y tiene que, reitero, seguir no hipócritamente sino aceptar la relación que ya ha escogido su hijo.

«Otra película suya que me llama mucho la atención es El cumpleaños del perro, de hecho, escribo una columna desde hace veintiséis años que se llama así. Es una película con Héctor Bonilla, Jorge Martínez de Hoyos, Diana Bracho; ahí también hay una relación veladamente gay. Yo diría que es una película refrescantemente interesante porque rompe lo anquilosado de las relaciones en instituciones como la familia y el matrimonio, y creo que ahí podemos ver a un Hermosillo ya instalado en un melodrama que, reitero, no interesó a Ripstein, ni a Cazals, ni a Fons.

«Jaime Humberto Hermosillo es un cineasta que le dio valentía al melodrama mexicano en dos territorios muy interesantes: la sensualidad y el erotismo, cosa que no fue frecuente en directores de su época, incluso, muchos analistas europeos, cuando vieron El cumpleaños del perro, La pasión según Berenice, Las apariencias engañan, quedaron sorprendidos y dijeron este es el Almodóvar mexicano, pero no, Almodóvar es el Hermosillo español.

«Creo que era un verdadero maestro del melodrama, aunque él decía que no, que era un cineasta de géneros, por ejemplo, tiene una película deliciosa para niños que se llama Matinée, con Héctor Bonilla y Manuel Ojeda, trata de unos raterillos que se dejan seducir en unas aventuras por unos niños. Hay otra película —que iba a filmar Ripstein, por cierto— que se llama El señor de Osanto, está ubicada en la época colonial de México. En el 71, con La verdadera vocación de Magdalena se inició en el cine comercial mexicano, una película con Angélica María y Carmen Montejo en la que aparece el grupo de rock La revolución de Emiliano Zapata. En esta película no fue más allá por el conservadurismo de Angélica María, que era la novia de México y todo esto. En estas películas parece un poco más relajado, pero en realidad no era así.

«Como todos, Hermosillo inició con el cortometraje; el alfabeto, la gramática inicial de todos los cineastas son los cortometrajes. Hermosillo tuvo una relación muy cercana con Guillermo del Toro, fue su maestro en Guadalajara, y en un cortometraje de 1969 que se llama Los nuestros, dirige a la mamá de Guillermo del Toro, la señora María Guadalupe Delgado, que no era actriz; y en una escena de Doña Herlinda y su hijo, la protagonista es la señora María Guadalupe, incluso hay una escena donde aparece un jovencísimo Guillermo del Toro, tendría como veinte años, sale de extra.

«Los únicos guiones para cine que escribió el escritor José de la Colina —que, por cierto, acaba de morir el año pasado—, un gran cuentista, los hizo con Hermosillo, ahí podemos ver la importancia que tuvo Hermosillo como autor.

«Tuvo relación con la Universidad Veracruzana, yo no vivía aquí pero tengo entendido, por gente a la que le he preguntado, que en esa época se vivió como un festín, que fue un regocijo cultural muy placentero el hecho de que María de mi corazón se haya filmado aquí y que la Universidad Veracruzana la haya apoyado, pero hasta ahí te puedo decir de su relación con Veracruz.

«¿Qué le deja Jaime Humberto Hermosillo a los nuevos cineastas?, creo yo que le deja una obra sólida, sin cursilerías; una obra muy mexicana, era impensable que hubiera emigrado a otras cinematografías. Le dio inteligencia al melodrama, que es el gran género del cine mexicano, le dio tragedia y le dio, insisto en las dos palabras: sensualidad y erotismo, cosas infrecuentes en los melodramas del cine mexicano de todas las épocas. El cine de Hermosillo fue un cine muy libre, quiso retratar y reflejar la hipocresía de los conservadurismos y las entidades que los rigen: la familia, la iglesia, etcétera».

 

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