En junio entrevisté al escritor xalapeño Rafael Toriz, entre otras cosas me platicó que está traduciendo a Pessoa por encargo de la Universidad Veracruzana. Le comenté que yo, además del ortónimo, Fernando Pessoa, conozco cuatro heterónimos: Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis, pero que alguna vez leí que eran más de 70. Su respuesta me apabulló: «el último censo da 127 heterónimos, otra persona dice que son 136, yo tomé nada más 19».
Fernando António Nogueira Pessoa nació en Lisboa, Portugal, el 13 de junio de 1888 y murió, en la misma ciudad, el 30 de noviembre de 1935. Solo vivió 47 años en los que escribió con tal profusión que en la Biblioteca Nacional de Lisboa hay un baúl que contiene más de 25 mil documentos —entre cartas, poesía, teatro y textos filosóficos— de su autoría. Los manuscritos han sido un verdadero dolor de cabeza para los estudiosos de su obra pues los embauló sin orden alguno, y clasificarlos ha implicado un esfuerzo titánico.
«Como si fuera un complejo rompecabezas —refiere la revista Gatopardo—, las piezas se encuentran escondidas entre pedazos de servilletas, hojas y folletos; en el reverso de sobres, cartas o al interior de libros —donde Pessoa escribió compulsivamente a lo largo de su vida».
Heterónimo, según la segunda acepción del Diccionario de la Real Academia Española, significa: «Identidad literaria ficticia, creada por un autor, que le atribuye una biografía y un estilo particular». A diferencia del pseudónimo, que es un nombre falso, el heterónimo es una multiplicación de la identidad; a cada nombre con que firmó Pessoa, corresponde un poeta con personalidad propia. Pessoa no era polivoz, era poliedro; no era un hombre con multiplicidad de voces, era un cuerpo compuesto por infinidad de caras, cada una independiente de las otras.
Uno de los Poemas Inconjuntos, de Alberto Caeiro, dice:
Si después de morirme quisieran escribir mi biografía
no hay nada más sencillo.
Tiene sólo dos fechas
la de mi nacimiento y la de mi muerte.
Entre una y otra todos los días son míos.
El sábado pasado, 30 de noviembre, se cumplieron 84 años de la última de sus fechas; recordémoslo con una diminuta selección de lo que sucedió a lo largo de sus poco más de 17 mil días.
De Fernando Pessoa
Autopsicografía
El poeta es un fingidor.
finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que de veras siente.
Y los que leen lo que escribe
en el dolor leído sienten duro,
no los dos dolores que él tuvo,
sino sólo el que ellos no tienen.
Es así como en los palos de la rueda
gira, distrayendo a la razón
ese juguete de cuerda
que se llama corazón.
* * *
De Alberto Caeiro
El guardador de rebaños
XLVIII
De la más alta ventana de mi casa
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos que parten hacia la humanidad
Y no estoy ni alegre ni triste.
Ese es el destino de los versos.
Los escribí y a todos debo mostrárselos
porque no puedo hacer lo contrario
como la flor no puede esconder su color,
ni el río esconder que corre,
ni el árbol esconder que da frutos.
Ellos ya van lejos como si fueran en una diligencia
y yo sin querer siento pena
como un dolor en el cuerpo
¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán a parar?
Flores, mi destino recoge para ojos.
De árboles se arrancan frutos para bocas.
Río, el destino de mi agua no era permanecer en mí.
Me someto y me siento casi alegre,
casi alegre, como quien se cansa de estar triste.
¡Vayan, vayan, váyanse de mí!
Pasa el árbol y queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la que fue suya.
Paso y quedo, como el Universo.
* * *
De Álvaro de Campos
Lisboa Revisitada
No: no quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.
¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es morir.
¡No me vengan con estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡Aparten de aquí la metafísica!
No me pregonen sistemas completos, no me alineen conquistas
de las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!)
¡De las ciencias, de las artes, de la civilización moderna!
¿Qué mal hice a todos los dioses?
¡Si poseen la verdad, guárdensela!
Soy un técnico, pero tengo técnica sólo dentro de la técnica.
Fuera de eso soy loco, con todo el derecho a serlo.
Con todo el derecho a serlo, ¿oyeron?
¡No me fastidien, por amor de Dios!
¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto, lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona, les daría a todos gusto.
¡Así, como soy, tengan paciencia!
¡Váyanse al diablo sin mí,
O déjenme que me vaya al diablo solo!
¿Para qué hemos de ir juntos?
¡No me toquen en el brazo!
No me gusta que me toquen en el brazo. Quiero estar solo,
¡Ya dije que soy un solitario!
¡Ah, que fastidio querer que sea de la compañía!
Oh cielo azul —el mismo de mi infancia—,
¡eterna verdad vacía y perfecta!
¡Oh suave Tajo ancestral y mudo,
pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh amargura revisitada, Lisboa de antaño de hoy!
¡Nada me das, nada me quitas, nada eres que yo me sienta!
¡Déjenme en Paz! No tardo, yo nunca tardo…
¡Y mientras tarda el Abismo y el Silencio quiero estar solo!
* * *
De Ricardo Reis
La flor que eres, no la que das, yo quiero…
La flor que eres, no la que das, yo quiero.
Porque me niegas lo que no te pido.
Tiempo habrá de que lo niegues
después de haberlo dado.
¡Flor, séme flor! Si avara te arrancase
la mano de la infausta Esfinge, perenne sombra
errarías absurda
buscando aquello que no diste.
Oda
Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas,
por eso la luna brilla toda
en cada lago, porque alta vive.
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