La historia de desencuentros entre el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Presidente Andrés Manuel López Obrador es harto conocida. Es casi tan añeja como la existencia misma del Instituto que nació como IFE y las aspiraciones presidenciales del tabasqueño que datan de hace más de 20 años.

Acaso los únicos momentos de diplomática cortesía han sido cuando López Obrador ha ganado las elecciones, primero como regente de la Ciudad de México (2000) y luego como Presidente de México (2018); momentos en los que reconoció un desempeño imparcial y transparente, frente a la frenética y obsesiva acusación de fraude electoral que mantuvo cada vez que el resultado no le favorecía.

López Obrador y los órganos electorales no se caen bien. Al Presidente molesta la actuación jurídica de un organismo que, en su perspectiva, debería estar al servicio del gobierno, algo que siempre criticó como candidato opositor. En cambio, la animadversión del INE tendría que ver con la incomodidad de lidiar con un candidato que no acepta las reglas, que moviliza a la gente en contra el árbitro y que desdeña la necesaria autonomía, criticando a sus autoridades y golpeando el presupuesto de la institución.

El actual Presidente ha sido un cliente frecuente de los órganos electorales. A lo largo de su trayectoria, López Obrador ha participado en seis elecciones, federales y locales: el saldo es de cuatro derrotas y dos victorias. De manera sistemática, el tabasqueño siempre alegó fraude en cada una de sus derrotas, desde 1988 hasta 2012, primero responsabilizó a la Comisión Electoral y luego al Instituto Federal Electoral (IFE).

La historia cuenta como López Obrador buscó ser gobernador de Tabasco casi con el mismo afán y perseverancia que lo llevó a la Presidencia. En las dos ocasiones que apareció en la boleta electoral por la gubernatura (1988 y 1994), perdió ante el PRI y alegó fraudes de los que culpó a la Comisión Electoral Estatal que organizó los comicios.

Ya en el año 2000, con la izquierda apoderada de la capital del país, no hubo conflicto postelectoral porque ganó de forma contundente la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México.

Los problemas entre el tabasqueño y las autoridades electorales vinieron 6 años después, cuando por primera vez participó en una contienda por la Presidencia de la República como candidato del PRD. López Obrador perdió por una mínima diferencia ante el panista Felipe Calderón, por lo que acusó al IFE de ser cómplice de su rival, lo que llevó a una prologada toma del Paseo de la Reforma que dejó miles de millones de pesos en pérdidas económicas.

“El IFE avaló el fraude electoral”, dijo el tabasqueño en aquellos días, en los que también señalaba a la ex lideresa magisterial Elba Esther Gordillo -hoy una de sus principales aliadas políticas- de orquestar “el robo de la elección”. Desde entonces se desató una furia que duró muchos años.

El Presidente ha dedicado toda una retahíla de adjetivos para descalificar y desafiar al órgano electoral. Cuando en 2012 fue nuevamente candidato a la Presidencia y perdió la elección con Enrique Peña Nieto, lanzó otra frase célebre: “No confío en el IFE, sólo en la gente”.

En 2018, ya en el fragor de la batalla que lo haría Presidente, López Obrador cuestionó en todo momento al INE, asegurando que sus consejeros tenían menos credibilidad que aquéllos que conformaron el desaparecido IFE. Conforme se fue acercando la jornada electoral, AMLO bajó el volumen de su discurso sobre el INE y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), tanto, que hasta los felicitó por comprometerse a que las elecciones serían limpias.

La tercera fue la vencida para López Obrador, quien por fin ganó la Presidencia y reconoció que las elecciones habían sido, en lo general, “libres y limpias». No obstante, tuvo un nuevo desencuentro con el INE, porque multó con 197 millones de pesos a Morena por irregularidades en un fideicomiso para apoyar a los damnificados de los sismos del 7 y 19 de septiembre de 2017.

Pero la disputa política volvió a encenderse la semana pasada, luego de que el INE lo citara a declarar sobre la restricción para que «Servidores de la Nación» porten indumentaria con el nombre del Presidente y ropa con los colores alusivos a Morena. No quiero ni pensar que habría ocurrido si los promotores de Prospera y cualquier otro programa social hubieran traído bordado en la camisa el nombre de Enrique Peña Nieto. Los priistas no se atrevieron a tanto, pero Morena y el Presidente, sí.

“Lo único que les voy a decir es vámonos respetando, no somos iguales, que no me confundan, eso sí calienta. Nosotros venimos de una lucha donde padecimos de los fraudes de Estado”, espetó al INE. “Vámonos respetando”, exige hoy un Presidente que lleva años insultando al IFE/INE y que sólo muestra respeto por las instituciones que se doblegan ante él.

Las del estribo…

  1. Aumento de la deuda pública, hospitales sin operar y contratos fantasmas, desvíos en SIOP y Sedesol con propósitos electorales, compras millonarias de equipo de espionaje, son sólo algunas de las irregularidades que empiezan a salir a flote de la administración de Miguel Ángel Yunes. Ya con el control del ORFIS y la Fiscalía, las investigaciones avanzan con rapidez, lo que explicaría la sumisa actitud del panismo afín al ex gobernador.
  2. Resulta que la Presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, acusa que no pueden utilizar el padrón del partido porque está “muy manoseado”. La excusa es muy burda para justificar una encuesta mapacheril que les permitiría ganar la dirigencia nacional a su propia oposición. A ver que dice el INE ahora que están a partir de un piñón.