En esta segunda parte de la conversación, Jhoe Garay habla de su aventura neoyorquina.

Giant step

Después de un tiempo de estar fuera de mi casa, las cosas se calmaron, a mi papá le costó más trabajo entenderlo pero mi mamá habló conmigo y me dijo ok, si quieres hacer esto, hazlo bien, checa cuáles son tus opciones y si necesitas tomar más clases por semana, hazlo. Ella fue la primera que cedió y que dijo vamos a arreglar las cosas, vamos a ir por el lado que te apasiona, lo que querías desde un principio. Empecé a buscar opciones y un amigo, también guitarrista, que se llama Marcos Toledo me dijo oye, ¿y qué tal si vamos a Nueva York? Le dije a mi mamá voy a ir a checar a Nueva York, voy a tomar unas clases, a ver escuelas, uno nunca sabe, voy a hacer audiciones. Mi plan era de irme tres semanas, tenía mi boleto de vuelta, pero estando allá fue tanta la impresión de ver el movimiento del jazz y de la música en general, de ver que había tantos conciertos en una noche, de tener que decidir entre un artista y otro porque la oferta y los lugares en que se presentan son muchos, que después de una semana le hablé a mi mamá y le dije hola, ma’, todo bien; oye, tengo algo que decirte: ¿crees que puedas vender mi carro?, es que ya no voy a volver. Yo creo que al principio fue un poco de sorpresa para mi mamá, pero al final ella sabía que esto era lo mío y que ese era mi siguiente paso.
Me fui un poco a la aventura, yo no tengo familia Nueva York pero mi amigo Marcos, con el que me fui, ya había ido y una vez que fue a comer a un restaurante que se llama La Lanterna di Vittorio —que en el sótano tiene un club de jazz que se llama Bar Next Door— conoció a un señor de Puebla que trabaja ahí; ese señor le dijo ¿eres mexicano?, yo también soy de México. Cuando nos íbamos, teníamos el problema de dónde íbamos a quedarnos y me dijo le voy a mandar un mensaje al señor que conocí en el restaurante, se veía buena onda y amigable. Le mandó el mensaje y le contestó puedes quedarte en mi casa, voy a decirle a mi esposa que les haga un espacio. Y caímos a la casa de nuestro amigo Óscar Leal —que sigue trabajando en ese restaurante— en Queens. Cada vez que vengo le llevo una botella de tequila, unos dulces de tamarindo, alguna cosa, porque fue una de las personas que nos ayudó bastante.
Además, cuando me fui ni siquiera era temporada de audiciones en las escuelas, me dediqué más bien a arreglar mis papeles, hacer mi examen del TOEFL para poder entrar a una universidad de allá, a checar cuáles escuelas estaban disponibles y cuándo eran las fechas de audición, todo eso, pero yo quería estar ahí, me enamoré de la ciudad y del movimiento tan grande de la ciudad, y ahí comenzó la historia neoyorquina (risas).

Time On My Hands

Como te decía, fue mucha impresión y muy glamuroso y muy padre conocer Nueva York y todo el movimiento del jazz, pero también me topé con que yo no sabía nada, ese nivel tan alto me hizo ver en dónde estaba yo realmente, y dije tengo que ponerme a estudiar para alzar mi nivel si me quiero quedar acá. Tomé clases con Peter Bernstein, con Melissa Aldana y con Lage Lund. Me hice un plan muy estricto, no me levantaba tan temprano porque me dormía bastante tarde, pero ya sabía que a las 10 de la mañana, lo primero que tenía que hacer era escuchar, de principio a fin, el disco Blowin’ the Blues Away, de Horace Silver, me gustaba mucho y Peter Bernstein en las clases que había tomado con él unas semanas antes me había dicho que era muy importante que me clavara con un disco y yo elegí ese. Luego me ponía a transcribir canciones de Louis Armstrong por tiempo indefinido, hasta que sacara la sección de la canción que quería y la transcribiera. Luego me ponía a estudiar técnica: escalas, arpegios, repertorio. Luego aplicaba las escalas y arpegios en tal canción. Luego memorizaba standards. Fue una rutina muy organizada y muy disciplinada durante unos seis meses.

Hold on!

Después ya fue tiempo de hacer la audición para el City College of New York, que es donde estoy haciendo la licenciatura. Mi amigo Marcos y yo fuimos juntos a hacer la audición, yo estaba muy nerviosa porque era la primera audición en vivo que hacía para una universidad del extranjero, porque la de Nueva Orleans fue un video.
Audicioné, toqué lo que tenía que tocar, me hicieron unas preguntas, todo muy bien. Esa misma tarde le avisaron a mi amigo que había sido aceptado y me dijo sí me aceptaron, ¿ya te llegó el correo? Revisé mi correo y no me había llegado nada El día siguiente fue mi cumpleaños y me lo pasé así: me siento muy mal, es que ya no me aceptaron porque no me han mandado nada. Estaba con esa incertidumbre, esa ansiedad y pensaba ¿qué voy a hacer si no me aceptan? —porque en ese momento estaba con el estatus de turista en Estados Unidos—, y también afectó lo que decía mi familia: es que la música no se te da, es que la música no te deja nada, y pensaba si no entro a la escuela voy a volver a casa y van a seguir reafirmando esas cosas que me dicen.
Esa noche de mi cumpleaños, 15 de marzo, me mandaron el correo de que había sido aceptada en la escuela y fue mucho alivio y me dio mucha emoción saber que iba a estudiar lo que me gusta en uno de los lugares más ricos en música en ese género en especial, y dije yo sabía que podía, yo sabía que tenía algo especial, que tenía algo que ofrecer.
Empecé la escuela, mis primeros semestres fueron un poco difíciles, tuve que acostumbrarme al idioma, a la terminología que ellos usan, a convivir con gente de todas partes del mundo y a tocar juntos; fue un reto. Creo que los dos primeros semestres fueron especialmente difíciles porque todavía me quedaba la estela de las cosas que me habían dicho aquí: no la vas a armar, no puedes, no tienes talento, todas esas cosas, hasta que al final de mi segundo semestre dije ya basta, que no te importe lo que piensan de ti, si estás aquí es porque tienes algo que ofrecer. Esas ideas del pasado que todavía quedaban en mi cabeza no me estaban ayudando a nada, entonces dije córtale aquí y para adelante, échale ganas, tú puedes, y una vez que te quitas esas ideas y esos prejuicios que tienen de ti, es cuando fluyes y creces mucho, te quitas de los miedos, te quitas de tantas cosas que llevas cargando en tu cabeza. A partir de ahí surgieron cosas muy buenas: me dieron la beca de la escuela, me dieron la beca de Latin Grammy, más gente me invitó a tocar, y a partir de ahí fue para arriba, la verdad es que me siento muy afortunada del lugar en el que estoy ahorita y muy agradecida con todas las personas que han sido parte de mi proceso, tanto musical con mis maestros de la escuela, como personal con los amigos que han estado siempre conmigo, con la gente que habló conmigo en los momentos difíciles.

Quinteto

En Nueva York tuve la fortuna de encontrarme a músicos mexicanos, uno de ellos es un pianista, compositor y arreglista muy bueno que se llama Alec Castro, es de Sinaloa. También conocí a un contrabajista de Japón que se llama Motonori Kobayashi. Alec me presentó a Berta Moreno, una saxofonista tenor española.
En la Ciudad de México conocí a Rivelino Quiroz, increíble baterista y compositor de la Ciudad de México, luego supe que se fue a estudiar la maestría a Nueva York y nos conectamos allá.
Moto y yo tomamos juntos algunos cursos y siempre fue muy organizado y muy estudioso, eso me gustaba porque a veces te encuentras con músicos muy buenos pero informales, llegan tarde o no se aprenden la música antes de llegar al ensayo, y Moto era muy organizado y tenía muy buena actitud.
Una vez nos juntamos los cinco a tocar y resultó muy bien, y empezamos a juntarnos un poco más seguido para tocar en vivo, así nació la banda de amigos que se llama Jhoe Garay Quintet.

The maple leaf

The Banff Centre, organiza en Canadá un programa de tres semanas que se llana The International Workshop for Jazz and Creative Music. A partir de esa liberación mental que tuve, mi filosofía ha sido inténtalo, si sale, bien, qué padre; si no, no pasa nada, no te vas a morir, no vas a matar a nadie, es un aprendizaje más; entonces decidí audicionar: subí mis videos, mandé una información personal y un poco de mi biografía, y tuve otra grata sorpresa: me aceptaron y me becaron.
Fui a ese workshop y ahí colaboré con artistas reconocidos internacionalmente como Vijay Iyer, Gary Bartz, Tyshawn Sorey, Tia Fuller, Gretchen Parlato, Matt Stevens, Todd Whitelock y algunos otros.
Ahí conocía a una vibrafonista que se llama Chien Chien Lu, luego ella se mudó a Nueva York y conectamos otra vez, empezamos a tocar juntas, tuvimos un par de fechas en vivo.

Latin Grammy

Para participar en el programa de becas de la Fundación Cultural Latin Grammy, hay que armar unos videos, llenar una aplicación, enviarla y ellos eligen a cierto grupo de estudiantes para darles una beca para que puedan seguir estudiando. Al principio volvió la idea de no me van a elegir, pero otra vez esa nueva yo habló dentro de mí: pues inténtalo, no pasa nada, lo peor que puede pasar es que tengas unos videos padres Internet. Grabé tres videos con mi quinteto, en un tema tuvimos de invitada a Chien, la vibrafonista.
En el quinteto hay muy buena química y mucha confianza como para poder hacer sugerencias o aportar ideas diferentes a la música que ya está, todos nos sentimos abiertos a decir tengo esta idea, ¿qué les parece si intentamos esto, y si funciona, bien, y si no, pues no pasa nada? Grabé los videos con esta increíble banda y afortunadamente todo salió como esperaba y me dieron la beca.

Simple as that

Había compuesto algunas cosas desde principios de mi carrera, pero nada me gustaba, decía no, esto no suena bien, esta idea está fea; siempre juzgaba mucho las cosas que componía y, de nuevo, a partir de esa liberación mental dije voy a llevar mis partituras a la banda y voy a escuchar cómo suenan, en lugar de hacerme ideas que ni siquiera sé si son ciertas. Llevé mis composiciones al quinteto, empezamos a sonarlas y me di cuenta de que todo estaba en mi cabeza, que sonaban muy bien, y a partir de una primera canción que saqué que se llama Thallium —que le dediqué a un neurocientífico muy famoso que se llama Oliver Sacks—, empezaron a salir más composiciones.
Empecé a ser más libre, a veces simplemente escucho cosas en mi cabeza —de melodía y armonía al mismo tiempo— y voy a mi instrumento, busco dónde está ese sonido y lo escribo para que los demás puedan leerlo y podamos sonarlo juntos, ese es mi proceso de composición.
Con el quinteto tenemos tocadas regulares en Nueva York y uno de mis planes para este verano es traerlos a tocar a la Ciudad de México y hacer un intercambio cultural entre México y Nueva York
Estamos pensando en grabar en agosto, estamos checando el repertorio. Yo creo que lo más difícil es que todos concordemos en tiempo porque cada uno de los miembros tiene un proyecto del que es líder, entonces tenemos que ajustarnos todos en tiempos y horarios para poder hacerlo posible.

Por debajo de la mesa / acaricio tus rodijazz…

Yo creo que mi estilo no tiene definición, me pasa algo curioso, mis influencias, mayormente, son de jazz tradicional, desde Louis Armstrong hasta guitarristas como Wes Montgomery, Grant Green, Joe Pass, Jim Hall. También me gusta Horace Silver y Telonius Monk es una de mis grandes influencias, pero al momento de componer, siempre lo hago muy modal, de estructuras libres, no uso armonías de jazz tradicional. Suenan bien pero me parece curioso que aunque mis influencias no son modernas o fuera de lo tradicional, mis composiciones van por ese lado.
Yo creo que sí hay algo de influencia de la música mexicana en mi música porque es lo que crecí escuchando. Creo que cuando vas a la calle, al tianguis o vienes a lugares como Xalapa que tienen música en las plazas o en la calle, esa música se queda en alguna parte de tu cerebro, y viviendo en un lugar tan rico musicalmente como es México, es imposible no estar influenciada por eso, no lo niego pero no creo que sea algo consciente o que yo diga voy a poner esto del son jarocho o cierto ritmo de tal región en mi música, sino más bien es como algo que tengo inconscientemente y que seguramente está ahí y sale en pequeñas cosas, pero no es tan evidente como decir mira, eso suena a son jarocho o esto es un bolero.

(CONTINÚA)

PRIMERA PARTE: La incansable lucha por el «sí»
TERCERA PARTE: Voz de la guitarra mía



CONTACTO EN FACEBOOK        CONTACTO EN G+        CONTACTO EN TWITTER