Son de historias

Se había descubierto en el espejo por la madrugada con el rostro pálido, tenía días de sentir cierto agotamiento, apuraba a ponerse la camisa blanca para partir de inmediato a la oficina de correos, la fresca y húmeda mañana le hizo socorrerse del grueso abrigo gris de lana afelpada. Tomó unos cuantos sorbos de café, comió apresuradamente los dos huevos duros que se había preparado. Sus largas piernas le impulsaban sus pasos de prisa rumbo a la oficina de correos. Ya ahí el señor Franz con su mirada dulce de grandes ojos resplandecientes, saludo discretamente, con una casi imperceptible inclinación de cabeza a sus compañeros, sentándose en la silla que le correspondía junto a su pequeño escritorio e inició sus actividades laborales. Durante el curso de la mañana se sintió con energía, en un espacio de sosiego considero oportuno escribir la carta que tenía pensado al señor Carl Bauer, padre de Felice Bauer, con la cual mantenía una relación difícil: He cegado a su hija con mi escritura. […] Sea como fuere, tenga usted en cuenta lo siguiente, que es lo esencial: todo mi ser se centra en la literatura, y hasta los treinta años he mantenido ese rumbo a rajatabla; si alguna vez lo abandono, dejaré de vivir. De ello deriva todo cuanto soy y cuanto soy y no soy. Soy taciturno, insociable, malhumorado, egoísta, hipocondríaco y realmente enfermizo. ¿Cómo ha de vivir su hija con un hombre así, que ha dejado toda distracción a fin de conservar las energías justas para dedicarse en exclusiva a la literatura?

Después de concluir la carta levantó ligeramente la mirada, girando su cabeza hacia la derecha encontrándose que la joven Milena Jesenská colocaba su atención en él, por unos breves instantes le miró extrañado. El señor Franz de súbito tuvo una sensación rara en su garganta, un fuerte acceso de tos se apoderó de él, la joven Milena se apresuró a llevarle un vaso con agua, lo cual él agradeció con dificultoso movimiento de su mano izquierda. Con pequeños sorbos logró calmarse un poco, respiraba lenta y profundamente, sus breves palabras eran gruesas y roncas, sostenía el vaso fuertemente con la mano engarfiada, permanecía sentado, observando los hermosos ojos de la joven Jesenská que se encontraba a su lado colocándole ella su mano izquierda sobre el hombro derecho.

 

Por la tarde Franz acudió a visitar a su amigo Max Brod, hablaba de la vida, de la inseguridad vital permanente como fruto de la intromisión de lo improbable en lo probable, de lo fantástico o imaginado y de la realidad. De la indecisión de la realidad y lo improbable, del alejamiento del ser humano de las abstracciones que lo obligan a expresar equivocadamente las expresiones y sensaciones de la vida, ala que no es capaz de adaptarse y que termina por ser una carga para el hombre mismo.

Las palabras del señor Franz, mostraban a Brod el afán de supervivencia del hombre, que transformado de lo que era y es, estos no perciben la realidad. Un estado de consciencia intranquilo, que no  permite la liberación.

Franz volvió a tener un fuerte acceso de tos, de donde surgieron microscópicas partículas de flüge, que pringaban con intensos puntitos rojos la blanca camisa. Max Brod corrió por un vaso con agua, en tanto el joven Franz sacaba de la bolsa trasera de su pantalón un pañuelo blanco, para evitar el esparcimiento de aquellas partículas que transformaban el  ambiente en una Metamorfosis de espanto, que le producía ansiedad y una sensación persecutoria de un Proceso con El rechazo de lo que sucedía. Lo que Brod observaba en esos instantes, era la Descripción de una lucha, de El pasajero que la desventura de las Resoluciones le llevaban  por el camino de Ser desdichado. Con voluntad y haciendo un esfuerzo, Franz se despidió de su amigo Max, tomando El camino a casa, Los transeúntes le miraban, caminaba entre Los árboles apurando el paso con sus largas piernas porque su instinto le decía que tenía Un sueño aún por alcanzar. Allá a lo lejos miró la figura encantadora de Dora Diamant, que limpiaba el  pescado para la cena. Franz continuó con la tos con flema con discretas estrías de sangre, que se acentuaban por la noche. Su hermana Ottla acudió por él y se lo llevó con los suyos a pasar unos días de descanso en el hermoso y apacible pueblo de Schelesen.

El 3 de junio de 1924 Franz Kafka murió a medio día. Lo acompañaba aquella joven judía, Dora Diamant. En la necrológica que Milena Jesenská preparó para el Národní listy que se publicó el día 6, escribió: “Era tímido, medroso, dulce y bueno, pero los libros que escribió son crueles y dolorosos. Veía el mundo lleno de demonios invisibles que destrozan y exterminan al hombre desprotegido”.

Luego apuntó “conocía el mundo de manera insólita y profunda, y él era también un mundo insólito y profundo”.

Sintácticas

Las enfermedades del alma y del espíritu hay que encausarles al régimen de la razón, aunque lenta, pero infaliblemente, iluminan los pensamientos y las emociones de los hombres. Los padecimientos físicos son consecuencia de los impactos emocionales que producen los estímulos externos del medio en que se habita. No hay mejor medicamento que aquel que no llega a tomarse.

De Perogrullo: La mejor prevención es la prevención.

De un doctor curandero: Vamos a dar un curso.

Graciela Armendáriz. Soprano. Wolfang Amadeus Mozart. La

flauta mágica KV 620. Aria: de la reina de la noche: