De las viejas bandas de rock, heredó Gabriela Escobar la pasión por los parches, los platillos y las baquetas. Después de una breve incursión en su natal Ciudad de México, llegó a JazzUV y tras tres años de formación, ha formado su primer proyecto, La Huipa, una banda cuyo objetivo es, según declara en su página de Facebook, crear un «nexo entre la música, nosotros y quien nos escucha». Platiqué con ella y esto fue lo que me dijo:

Chinampa en un lago escondido

Yo nací en la Ciudad de México, en Tlatelolco, el 14 de junio del 91, soy la segunda de tres hermanos. Mis papás no son músicos, mi papá es artesano —es joyero— y mi mamá sí estudió danza en Bellas Artes cuando era joven, pero la dejó y anduvo trabajando en otras cosas, estuvo de bibliotecaria mucho tiempo. Como su pasión es la danza, siempre nos puso música: música afrocubana, pop, boleros, rancheras, música clásica, de todo un poquito pero sobre todo para bailar, y nos metió, a mis hermanos y a mí, a cosas de deportes: natación, futbol, básquetbol, ese tipo de cosas, pero música, jamás le pasó por la cabeza y creo que tampoco a nosotros, aunque a mí sí me metió a danza y estuve bastante tiempo.
De niños, mi papá nos ponía mucho rock, recuerdo a Led Zeppelin, Doors, Creedence, Pink Floyd. Como a finales de la secundaria y principios de la prepa, me empezó a llamar muchísimo más la atención la música, me compraron un Discman, ya tenía mis discos y me ponía mucho tiempo a escuchar música, no escuchaba lo que estaba de moda, escuchaba rock, metal, esa onda que nos ponía mi papá, y lo que más me llamaba la atención era la batería, porque en las bandas de rock, la batería juega un rol muy importante.

Primera escalera al cielo

Cuando entré a la preparatoria, me empecé a juntar con unas amigas a las que también les gustaba todo eso y dijimos hay que hacer una banda, hay que tocar, pero yo no tenía ni batería ni nada. Le dije a mi mamá que me gustaría tocar la batería y me consiguió unas clases en un centro cultural que estaba por el metro Hidalgo, ahí empecé a tomar una clase que se llamaba Conceptos básicos de batería, éramos como 12 personas, nadie ,o muy pocos, había tocado antes; solo teníamos una clase a la semana.
El maestro estudió jazz en la [Escuela] Superior de Música, aunque no nos enseñaba nada de jazz, tenía esa formación. Luego le salió un trabajo en España y se fue. Me quedé sin clases como medio año y después me metí a La Casa de la Música Mexicana que está por Garibaldi, esa escuela está muy chida porque hay todo tipo de instrumentos pero está más enfocada a la música popular y tradicional mexicana y latinoamericana: danzón, bolero, cumbia, chachachá, música vernácula, todo eso.
Las clases eran por la tarde, había taller y carrera técnica, como estaba terminando la preparatoria, nada más me metí al taller y estuve ahí como dos años. Había un ensamble de jazz latino, entonces ahí conocí el jazz latino, también tocaba con la orquesta tropical de la escuela. En ese tiempo tenía una banda de rock, pero era muy informal.
Cuando terminé la preparatoria, me independicé y me fui a vivir sola, como tenía que pagar mis gastos, me metí a trabajar, estuve de mesera, trabajé en una joyería, llegué hasta a una gerencia. Estuve así casi tres años pero llegó el momento en que me enfermaba a cada rato, mi semblante estaba súper gris, no estaba en mi ambiente, la verdad es que ya estaba muy mal y dije mejor me voy a regresar a vivir con mi familia y voy a ver qué hago con mi vida.

La tierra prometida

Regresé con mi familia, mi mamá tiene un negocio de fotografía y me metí a trabajar con ella como tres años. De repente ensayaba pero no en forma, tampoco estaba tomando clases, solo veía algunos tutoriales en YouTube, algunos libros que tenía de la escuela y le daba un poquito.
Quise entrar a la [Escuela] Superior de Música pero tenían muchos requisitos y no se podía entrar después de los 21 años, y dije por la edad, ya no puedo, y me puse a buscar otras opciones. Una amiga terminó su carrera de Biología en la UNAM y quería hacer una maestría aquí en Xalapa, e investigando en Internet sobre la oferta educativa que había en la Universidad Veracruzana vio que había una escuela de jazz y me pasó el dato. Llamé a JazzUV y me dijeron aquí no hay límite de edad, vienes, haces tu examen y te colocan en tu nivel, después sigue la licenciatura.
Le dije a mis papás y me dijeron si te vas, te apoyamos moralmente pero nuestras posibilidades económicas no alcanzan para pagarte todo; como estaba trabajando con mi mamá, hice un ahorro para venirme para acá.
Medio año antes de venir a Xalapa, estuve estudiando, contacté de nuevo al maestro que se había ido a España, ya había regresado y me dio, durante unos dos o tres meses, algunas clases un poco más enfocadas al jazz, me dio música para escuchar, preparé lo que iba a hacer en mi examen y vine a presentarlo, mi hermano también es baterista, entonces venimos los dos y quedamos en el primer nivel de cursos preparatorios.

Teotihuacanos y atenienses

Cuando llegué a Xalapa, sentí un cambio muy grande porque los últimos años estuve viviendo por Teotihuacán, en el Estado de México, y allá la escena musical casi está muerta, nunca escuché eventos como los que hay aquí, propuestas como las que hay aquí, allá no hay nada de eso, si no tocas ska, rock urbano, no comes. En el Estado de México no hay educación musical, entonces, cuando llegué acá, sí me sorprendió mucho el nivel, las propuestas, el ambiente, la vida cultural de Xalapa; me enamoré de aquí y me gusta mucho estar aquí también porque en los alrededores la vibra es mucho más tranquila que en el Estado de México o en el DF, y aquí se me han dado muchas oportunidades, he conocido mucha gente que viene de todos lados y eso también me ha aportado muchísimo.
Empecé las clases y vi que los maestros también tienen una mentalidad distinta a la de los del DF o del Estado, allá tampoco no encontré maestros con esa mentalidad de superarte, de realmente dedicarle a tu vida la música, de tener un porqué, un para qué, de hacer bien las cosas, de enfocarte y de llegar a la música de una manera más seria, con respeto, no nada más decir vamos a tocar, y ya, aunque también es respetable, yo creo que cada quien llega a la música por distintas razones, de distintas maneras; algo que también he aprendido aquí es que la música requiere de muchos tipos de músicos, que no podemos aceptar nada más a cierto tipo de músicos, y a veces las escuelas o algunos programas de estudio musical, nada más se centran en cierto tipo de estudiantes o cierto tipo de músicos y no estoy de acuerdo con eso.
Cuando me acerqué a la música, fue por una razón y ha ido cambiando con el tiempo, ha ido desarrollándose, y siento que cuando llegué aquí cambié mucho, me sentí más motivada y con mucha responsabilidad de estudiar; desde que entré a JazzUV ya no veo series, ya no veo películas, ya no ando dispersa y eso también está chido.
Yo tengo un canal de YouTube, lo hice para registrar mi progreso, he subido videos desde hace cuatro años y veo lo que hago ahorita y sí noto que he avanzado, que lo que hago ahora es otra onda.
Mi maestro ha sido Renato [Domínguez], pero tomé clases un tiempecito con Gustavo Bureau y también me identifiqué muchísimo con él por su manera de pensar y de ver la música; en cuanto al estudio, creo que checa más con mi ideología y con mi ritmo, pero con Renato es otra cosa, cuando empiezas a hablar con él, como que te explota la cabeza porque tiene una ideología muy espiritual, muy profunda con respecto a la música, eso fue algo que sí me cambió mucho, yo digo que Renato es como mi gurú musical.

El salto

Antes de venir estuve ahorrando pero tampoco fue muchísimo, llegué a Xalapa, a lo mucho, con cinco mil pesos. Llegué, renté un lugar y mis amigos me decían ¿y si no quedas y ya estás rentando?
Me metí a trabajar de mesera en una cafetería los fines de semana, eran unas friegas locas y estuve así casi año y medio, fue muy desgastante para mí porque los fines de semana es cuando había más tiempo para ensayar y yo no podía porque trabajaba de 8:00 a 8:00. Era muy cansado, muy estresante y el ambiente tampoco estaba muy chido.
Yo quería estudiar y no podía, entonces dije ¿qué hago? Por ahí dicen que si tienes la mano ocupada y quieres agarrar otra cosa, primero debes soltar lo que tienes, solo así se te darán nuevas oportunidades, y fue lo que hice, dije voy a dar ese salto, voy a dejar esto y voy a buscar una oportunidad, o a creármela, de hacer música, de empezar a ganar dinero de eso, pero sí tengo que dejar esto porque me está consumiendo tiempo y energía.
Me costó bastante porque dije ¿cómo le voy a hacer?, éste ya es un dinero seguro; pero al final sí lo hice porque, además, mis papás sí me han apoyado, tampoco fue que me dejaran, cuando vieron que estaba bien decidida, que ya estaba aquí y que ya iba en serio, me apoyaron, tal vez no como a otros compañeros o como a mí, cómodamente, me hubiera gustado, que me dijeran ahí está lo de tu renta, ahí está lo de tu comida y esto es para que te diviertas, no ha sido así pero sí me dicen oye, ¿cuánto te falta?, ahí está, nunca me han dejado en ceros, eso también me ha ayudado.

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: Hueso, banda, descubrimiento
TERCERA PARTE: El arte de hacer mi propia historia



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