Renato Domínguez es un baterista muy versátil; se inició en grupos de música tropical, pasó por los grupos de fiestas, por la música de banda, por la música duranguense, por la salsa, por el jazz latino. Actualmente participa en varios proyectos de jazz, es docente de JazzUV y baterista del grupo Sonex.
Comenzó al año y medio de edad, en su natal Villa Rica, con unos botes de leche Nido

El Nido del sonido

Lo que yo creo, lo que he sentido a través de mi experiencia en la vida es que yo estaba predestinado a la música porque, sin tener un entorno musical, sin tener ascendencia ni vínculo alguno con la música, desde muy pequeñito, desde que apenas gateaba, mi gusto por la música era total.
Nací en Villa Rica, un pueblito muy chiquito en el que se escuchaba música tropical, cumbia y baladas; mi papá tenía discos y casetes de Los Terrícolas, Los Pasteles Verdes, Germaín y sus Ángeles Negros, y todos esos grupos.

Villa Rica, Veracruz
Villa Rica, Veracruz

Mi abuela paterna vendía pan y, desde que empecé a caminar, me llevaba por todas partes, pregonando su pan, y cuando había bailes, preparaba antojitos para ir a venderlos y me llevaba con ella. El saloncito de mi pueblo es muy humilde, con techo de lámina; mientras ella vendía, yo me metía a ver cómo tocaban los grupos, eso era lo único que iba a hacer, a escuchar música, y recuerdo que veía el grupo completo, pero me llamaba mucho la atención la percusión y la batería. Recuerdo que me agachaba en una esquinita por ahí, de espaldas a uno de los troncos que soportaban las láminas, y me quedaba viendo hasta que me vencía el sueño y mi abuela, al terminar la venta, me levantaba y me llevaba a la casa, ya por la madrugada.
Recuerdo que tenía una conciencia musical tremenda, escuchaba perfectamente los sonidos y la entonación, y tenía como música dentro de mí.
Me despertaba muy temprano, a las seis de la mañana, y me iba a buscar botes de leche Nido, los buscaba por medidas. Los acomodaba en la arena o en la tierra y me iba a cortar un par de pequeños maderos (siempre fui muy ágil para treparme a los árboles), agarraba un cuchillo y los pelaba hasta que quedaban lisitos, pero como quería que mis baquetas se vieran más bonitas, agarraba un casete de mi papá, lo partía con una piedra, le sacaba la cinta con la que forraba mis maderitos, y me ponía a tocar, y tocar, y tocar mis botes, solo; eventualmente, algunos primitos o amiguitos se me unían un rato, pero después se aburrían y yo seguía porque me gustaba mucho. Pasaba gran parte de mi tiempo tocando. El gusto, la obsesión y la pasión por la música me nacieron a muy, muy temprana edad, como al año y medio o dos años.higuera
Después me tocó ir al kínder, pero mi kínder no era un aula, era una higuera inmensa; esos árboles tienen las raíces a flor de tierra y esos eran nuestros asientos; en una de las ramas estaba la campana que la maestra tocaba a la hora de salir al recreo, aunque en realidad ya estábamos afuera. Yo siempre fui muy independiente, mi mamá no se enteró de muchas cosas que yo hice de muy pequeñito. Cuando salía al recreo me iba al estero, pasaba por un sembradío de tomates y me ponía a comer tomates y a nadar hasta que escuchaba la campana; entonces salía corriendo por el mismo lugar, a pie pelado porque andábamos descalzos, y regresaba todo empapado, con los ojos rojos como de sapo, a seguir la clase. Fue una infancia muy austera en lo material, pero muy feliz.Botes
Al salir de la escuela me dedicaba a hacer lo que más me gustaba, que era tocar mis botes. Una de las primeras canciones que empecé a tocar es esa de Chucho Pinto que se llama La escoba para barrer: Esta es la escoba, esta es la escoba,/ la escoba para barrer;/ esta es la escoba, esta es la escoba,/ la escoba para barrer (canta); era música tropical bailable, pero estaba muy bien hecha, ahora mismo tengo la oportunidad de escucharla y veo que no era menos con respecto a lo que escucho ahora.
A veces agarraba un brazo de palmera, lo convertía en guitarra y me subía a la resbaladilla del supuesto parque, que no era más que esa resbaladilla y pasto; me trepaba a tocar a la cima, con mi caña, y me ponía a cantar y cantar, y me imaginaba que estaba cantando para la gente, que tenía público, lo sentía de verdad.
Desde entonces yo sabía que quería hacer música, no tenía los medios materiales y lo que se requería para ser músico, pero yo ya tenía conciencia de que eso quería hacer, y le agradezco mucho a la vida y al Creador por esa lucidez que tuve a tan temprana edad.

El que se va de la Villa, llega a Banderilla

Mis padres se separaron cuando yo tenía cinco años y nos fuimos a vivir a Banderilla, de donde es la familia de mi mamá; ahí entré a la primaria.
Cuando llegamos, mi mamá se puso a trabajar para sacarnos adelante. Somos tres; yo, que tenía entre cinco y seis años, y dos hermanas menores. Desde esa edad, además de ir a la escuela, tuve que trabajar en diferentes oficios: fui ayudante de un tío que era albañil, fui aprendiz de carpintero, fui zapatero, fui nevero, vendí pan, fui pastor de ovejas, sembré la tierra con mi bisabuelo; recuerdo que la pasaba muy bien porque no pensaba que fueran trabajos pesados, yo sabía que tenía que hacer cosas para ayudar a mi mamá a subsistir; incluso en este momento no lo veo como algo difícil, simplemente era lo que me tocaba vivir en el momento, y lo viví.

Banderilla, Veracruz
Banderilla, Veracruz

En todo ese tiempo la música siguió conmigo; iba a la escuela, iba a trabajar y después pasaba cinco o seis horas escuchando música en una grabadorcita que tenía mi mamá. En Banderilla se escuchaban más géneros de música popular, yo cantaba esas canciones y me ponía a hacer voces; buscaba la primera, la segunda y la tercera. Yo no tenía ningún instrumento musical, pero un día me encontré, en un mercado ambulante, una guitarrita de plástico y me la compré. Era una guitarrita de juguete, de color azul con blanco; lógicamente no sabía afinar guitarras ni mucho menos, pero le buscaba una afinación y me trepaba a un aguacate que daba a la azotea de la casa y me pasaba varias horas ahí, bajo el árbol, tocando con mi guitarrita una tonada o dos, que a mí me parecían musicales.
Vivíamos en las afueras de Banderilla, donde había potreros y mucha vegetación, y me gustaba irme al monte a estar solo. Tenía mis guaridas entre los arbustos; a veces me daba sueño y me acostaba un rato, entre la hojarasca, y después me regresaba a la casa. Esas son las experiencias que me tocó vivir y de ellas estoy muy orgulloso.

Yo quiero tener un grupo Amigo y así más fuerte poder tocar…

Unos primos míos y unos amigos comenzaron a reunirse a espaldas de la casita en la que yo vivía con mi mamá y mis hermanas, para hacer un grupo musical; todos ellos laboraban en trabajos pesados. Cooperaron y consiguieron dos guitarras, un bajo y un güiro, uno de ellos cantaba, y con eso empezaron a hacer sus primeros ensayos. Ninguno de ellos sabía tocar nada, pero tenían muchas ganas y, lógicamente, empezaron tocando la música de su entorno, que era música tropical bailable y baladas. Yo me fui acercando como no queriendo la cosa, sólo a escuchar porque no tenía ningún instrumento, ni ellos se imaginaban que a mí me gustara tanto la música. Uno de mis primos se compró unas congas y después compraron un par de timbales, corrientitos, y siguieron ensayando. Tarola_baquetaNunca me invitaron al grupo ni mucho menos, pero poco a poco me fui acercando más y empecé a agarrar un cencerro que había ahí, y a hacerles el tiempo. Un día, el que tocaba los timbales, o tarolas como les decíamos en esa época, llegó bien borracho; se quedó dormido y me dijeron que las agarrara. Como yo había escuchado esa música desde muy pequeño e, incluso, la había tocado con mis botes, no me fue difícil acoplarme. Y, sin haber tocado con ningún grupo, empecé a hacerlo mejor que el percusionista, y como él tomaba y no llegaba a los ensayos, me dijeron que me quedara en el grupo.
Empezamos desde cero, pero poco a poco fuimos poniendo piezas del Súper Show de los Vásquez, Rigo Domínguez y su grupo Audaz, Acapulco Tropical, el grupo Miramar, y todos esos grupos de aquella época.
Ahora sí ya estaba de lleno en la música; tenía como 11 años, estaba en primero de secundaria y formaba parte del grupo Amigo.
La primera vez que tenía que ir a una tocada era a un lugar que se llama El Ranchito, allá por el Trapiche del Rosario. Mi mamá no me dejó ir: “no, no vas a ir a ningún lado –me dijo- estás muy chico y te van a volver un borracho y un vicioso. No vas”; esa fue la única vez que le hice caso a mi mamá, y me quedé llorando.

De la cerca a la Meca

Seguimos ensayando, el grupo sonaba mejor en la medida en que adquiríamos experiencia en los ensayos y llegó el momento en que yo ya quería una batería. No había dinero para comprarla, pero había otro grupo que nosotros veíamos como grande porque era un grupo ya hecho, se llamaba Agua Azul; ellos ya tenían equipo y todos los instrumentos, y empezaron a prestarnos la batería.Batería
Los ensayos eran en las noches porque todos trabajaban. Ensayábamos por donde ahora está el parque, en una privada de la calle 5 de Febrero, y ellos vivían del otro lado de la carretera federal, por la colonia Ocotita. Ellos también tenían sus trabajos, eran carpinteros, albañiles, etc., y sus ensayos eran de siete a diez de la noche; nosotros teníamos que esperar a que terminaran, para ir por la batería. Donde vivíamos no había alumbrado público ni pavimento, había luz en las casas, pero afuera era la oscuridad total; a las diez de la noche agarrábamos la carretilla, nos metíamos en una vereda entre la milpa para ahorrar camino, y salíamos a la carretera federal, la cruzábamos y llegábamos a donde estaban ellos, desarmábamos la batería, la subíamos a la carretilla, agarrábamos de regreso y ensayábamos de once de la noche a una o dos de la mañana. Al terminar había que desarmar la batería, echarla a la carretilla y agarrar la vereda entre la milpa para llevarla de regreso. Les tocábamos como a las dos de la mañana, y se levantaba Humberto para recibirla. Así era cada vez que queríamos ensayar con batería; a veces nos daba un poco de pena, pero con batería el grupo sonaba mejor.
Poco a poco empezamos a salir, a tener un poco más de tocadas, y hubo dinero para comprar la primera batería, era muy sencilla, de una marca muy barata, Eclipse, pero era nuevecita y era nuestra.carretilla
Aunque termináramos muy tarde de ensayar, mi mamá me levantaba temprano para que me fuera a la escuela. Ya se corría el rumor de que yo andaba en la música y me acuerdo que uno de los maestros, el maestro Juan, también era músico (tocaba la guitarra) y me apoyaba mucho; cuando tenía que faltar a alguna clase, él me daba chance. En esa época empecé a dejarme crecer el pelo y no querían dejarme entrar a la escuela, pero el maestro Juan me dejaba pasar.
Con ese grupo tuve mi primer acercamiento directo con la música. Se llamaba grupo Amigo pero en el callejón nos decían los tumba cercas, porque algunas veces que regresábamos en la madrugada con el equipo se caía algún baflezote sobre una cerca y la tumbaba, así que éramos el Grupo Tumba Cercas

No quiero nada de ti, así no quiero seguir, para nada…

Como te comentaba, yo desde muy niño tenía muy buen oído musical, entonces, cuando queríamos sacar una canción yo la escuchaba y oía absolutamente todas las notas y cuando mi primo empezaba a sacarla en la guitarra, yo le decía: “no, no, espérate, que ahí tienes una nota mal”, y lo corregía.Bajo
Después hubo la posibilidad de comprar un tecladito, e igual, hubo que aprender desde cero, y también era yo el que sacaba las canciones.
El bajista era el mayor del grupo. Una anécdota que no se me olvida es que estábamos una vez sacando una canción y el bajo llevaba una figura que no estaba haciendo, y le dije: “Sergio, en esa parte la canción lleva una figura, no es como lo estás haciendo” y me contestó, “mira chamaquito pendejo, yo tengo 20 años en la música y a mí no me vas a decir cómo es que lo tengo que hacer”. “No te lo estoy diciendo por molestar, te estoy diciendo que no lo estás haciendo como debe ser”, le contesté; se quitó el bajo y me dijo: “¿Ah, sí?, pues a ver tócalo tú”, y entonces, sin ningún problema, agarré el bajo, hice la figurita como era, y me dijo: “pues entonces quédate tú tocando el bajo, yo me voy”. El tipo se molestó y yo tuve que agarrar el bajo, pero no me fue difícil, yo sabía cómo sonaban los instrumentos, yo sabía cómo había que hacerlo, solamente por el oído, por la intuición y por las ganas. Trajimos un baterista que era muy buena persona, pero arrítmico, le costaba mucho trabajo.

Fue en un cabaret/ donde continué/ tocando…

Tocamos en muchas fiestas de esas que llaman “moleras”, de esa época recuerdo anécdotas increíbles, que si se las contara, se morirían de risa.
Después empezamos a tocar en los burdeles que estaban a la orilla de la carretera, El Caballo Blanco, El Balalaica, El Bar Rosita. El ambiente ya era un poquito más pesado, pero nosotros lo que queríamos hacer era música, ¿dónde?, bueno pues a donde hubiera que hacerla.Salsa
Como experiencia les voy a platicar algo bien extraño que me pasaba. A lo mejor esa música teóricamente es muy simple, de dos acordes y una rítmica muy elemental, pero a la hora de estarla tocando yo sentía cosas increíbles, sentía escalofríos, sentía como que me derretía, sentía cosas maravillosas dentro de mí y estaba tocando música muy sencilla que no tenía ninguna complejidad, pero lo hacía con mucho amor y ese amor se reflejaba.

(Continuará)


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