Los indicadores de la actividad económica en México se encuentran en una inequívoca perturbación de insolvencia, el desplome de la economía es notable, fundamentalmente en los bolsos, las bolsas, los bolsillos y en las tarjetas bancarias  de los ciudadanos, que han modificado sus comportamientos ante la crisis por la insolvencia financiera, ya que los recursos económicos que se aportan para mantener los hogares, son insuficientes. Ésta insuficiencia ha modificado el comportamiento tradicional de mercado social que demanda la población, el poder adquisitivo se pierde día a día, basta darse una vuelta por los puntos de venta y de un día para otro los costos han variado, con preferencia hacia la alza. La recuperación de la estabilidad de la moneda se observa lejana, el comportamiento inadecuado de las estrategias de gobierno y de quienes rigen y norman la bolsa de valores son deteriorantes e insuficientes, el precio de los productos se va a la alza, en tanto el poder adquisitivo se devalúa ante la indiferencia convenida de los monopolios permitidos en este país, en donde tradicionalmente se permite permanencia en los cargos públicos de quienes deben de equilibrar la economía, y no son retirados de ellos porque están inmersos en la dinámica de comportamiento de los organismos, que rigen, cuidan y vigilan los intereses de las potencias dominantes en el orbe de la economía.

Los salarios, no tan sólo se encuentran prácticamente estancados, sino que están en retroceso continúo, con incrementos precarios que no alcanzan siquiera el incremento desmesurado de los precios de los productos elementales, lo que conlleva a un endeudamiento fuera de control con obstáculos lógicos ante el avance de la pobreza en México. En este país las cosas sobre la economía, no se han hecho bien, las medidas regulatorias son permisibles para la banca y los monopolios, lo que resulta en un Estado complaciente ante las riquezas especulativas, que someten a una población estática, paralizada por el mismo formato de pensamiento que le domina.

Sintácticas

De los abrazos de Eduardo Galeano:

El comandante Tomás Borge me invitó a cenar. Yo no lo conocía. Tenía fama de ser el más duro de todos, el más temido. Había otra gente en la cena, linda gente; él habló poco o nada. Me miraba, me medía.

La segunda vez, cenamos solos. Tomás estaba más abierto; contestó muy suelto mis preguntas sobre los viejos tiempos de la fundación del Frente Sandinista, Y a media noche, como quien no quiere la cosa, me dijo:

Ahora contame una película.

Me defendí. Le explique que yo vivía en Calella, un pueblo chico, donde poco cine llegaba, películas viejas…

Contame- insistió, ordenó-. Cualquier película, cualquiera, aunque no sea nueva.

Entonces conté una cómica. La conté, la actué, intenté resumir, pero el exigía detalles. Y cuando terminé:

Ahora, otra.

Conté una de gangsters, que terminaba mal.

Otra.

Conté una de vaqueros.

Otra.

Conté, inventándola de cabo a rabo, una de amor.

Creó que estaba amaneciendo cuando me di por vencido, supliqué clemencia y me fui a dormir.

Me lo encontré a la semana. Tomás se disculpó:

Te exprimí, la otra noche. Es que a mí me gusta mucho el cine, me gusta con locura, y nunca puedo ir.

Le dije que cualquiera podía entenderlo. Él era ministro del Interior de Nicaragua, en plena guerra; el enemigo no daba tregua y no había tiempo para el cine, ni lujos así.

No, no- me corrigió-. Tiempo, tengo. El tiempo…uno se hace el tiempo, si quiere. No es problema de tiempo.

Antes, cuando estaba clandestino, disfrazado, me las arreglaba para ir al cine. Pero ahora …

No pregunté. Hubo silencio, y siguió:

No puedo ir al cine porque…yo en el cine, lloro.

Ah- le dije-. Yo también

Claro- me dijo-. Enseguida me di cuenta. La primera vez que te vi, pensé: “Este tipo llora en el cine”.

¡Hermosa, celestial Anastasia!

Anastasia Huppmann. Frédéric Chopin Fantaisie Impromptu in C♯ minor Op.