Hay dos fotos que pintan de cuerpo entero al vividor Antonio Luna Andrade. En la primera aparece con Javier Duarte al que obsequió una camisa del Movimiento Cardenista que el gordo luce con orgullo. En la segunda se le ve levantando el brazo a Miguel Ángel Yunes Márquez.

Al primero le sacó lo que quiso, no para los pobres que desplazaba a sus jacarandosos mítines con recursos del erario, sino para su bolsillo.

Al segundo no alcanzó a sacarle nada porque perdió la gubernatura.

Antonio Luna comenzó su carrera en el azaroso mundo de la política cuando le birló a su padre, Antonio Luna Gutiérrez, el nombramiento de diputado plurinominal por el Partido Acción Nacional. Luego se fue al Partido Demócrata Mexicano y como no vio claro con las ganancias, se unió al Partido Cardenista de Rafael Aguilar Talamantes quien le enseñó el arte de movilizar incautos.

Cuando le quitaron el registro a ese partido, Fidel Herrera lo ayudó a registrarlo como partido estatal a cambio de que apoyara a Javier Duarte.

Luna Andrade se jactó de haberle dado a Javier casi 300 mil votos, cosa que nunca fue cierta. Pero en retribución, Duarte lo compensó con programas asistenciales y lo forró de billetes.

De esas prebendas Antonio daba una piscacha a sus segundos y se quedaba con la tajada de león. A la tropa la llenó de promesas, aunque algunos afortunados recibieron lotecitos para levantar sus viviendas. En contrapunto, los más fregados se contentaban con láminas y despensas a las que también les sacó jugo el vividor.

Y es que en agradecimiento, cada beneficiario tenía que acompañarlo a los mítines. Y aparte, tenían que mocharse con las innumerables cuotas que también iban a los bolsillos de Antonio.

Es decir, la explotación del jodido en una de sus tantas expresiones.

A diferencia de Amadeo Flores Espinosa; de los taxistas, de líderes sindicales y ex duartistas a los que Yunes Linares chantajeó y amenazó para que apoyaran a su hijo a llegar a la gubernatura, con Antonio Luna no tuvo que batallar. El moscardón mantenido llegó solito al redil cuando se dio cuenta que el PRI ya no daba para más.

Bastó una charla con un emisario del gobernador y la promesa de un futuro mejor, para que Luna Andrade y sus huestes anunciaran su “apoyo incondicional” a la candidatura de Yunes Márquez.

“Previo consenso, previo análisis de las propuestas, lo identificamos a usted como esa persona que hace falta como gobernador en Veracruz para que presida un gobierno que procure vida digna a todos los ciudadanos. Dios no podía permitir más castigo para sus hijos; tenemos en usted a un gran candidato…” dijo el vividor, segundos antes de levantarle el brazo al hijo del gobernador.

Luna prometió 100 mil votos al panista lo cual era una barbaridad, pero Yunes Márquez sabía que en una elección que se presagiaba apretada, los votos que lograra juntarle este sujeto serían bienvenidos.

El domingo 1 de julio Yunes perdió y con él Antonio Luna.

En los corrillos políticos se comenta que mediante un propio trata de ofrecerle “sus servicios” al gobernador electo Cuitláhuac García, pero hasta el momento le han dado con la puerta en las narices.

¿Qué puede ofrecer un tipo de su calaña a un gobierno de izquierda? ¿Movilizaciones, acarreos, marchas y plantones pagados? Nada de eso necesitará Cuitláhuac en los seis años por venir.

Incierto futuro el que tiene frente a sus ojos este auténtico mantenido del erario que a pesar de su dilatada edad, en una de esas hasta tendrá que ponerse a trabajar para sobrevivir.

Eso sí, lo bailado nadie se lo quita a Antonio Luna Andrade. Y es que mientras pudo medrar, este vividor le salió carísimo al erario veracruzano.

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