“Quien esté libre de culpa que lance la primera piedra”

                                                                                      Misantla

Libres de culpa estaban todos, clamaban  ser escuchados y desde las alturas del puente miraban las aguas del río que corrían  presurosas como si estas presagiaran el diluvio. De pronto la traición y los sanedrines intentaron el prendimiento, que con toletes y escudos golpeaban a los creyentes defensores del agua. Al empezar a ser sacrificados por la fuerza publica, corrieron puente abajo, buscando protección. La policía les persiguió a ellas y ellos, golpeándoles ferozmente.

Conocedores de la zona, los protestantes corrían camino hacia su defensa, y tomaron por armas las piedras ardientes que deposita el río en su rivera, y con ellas defendiéronse de sus persecutores, y con fuerza las arrojaron sobre ellos, descalabrando a muchos de los jenízaros, que  mandados por la superioridad, corrían tras de los paladines, intentando atraparlos, alcanzando, golpear y abrir los cráneos de una gran mayoría de las mujeres defensoras del agua. Con sus armas de “la seguridad publica”. Los martirizadores tropezaban con las piedras, caían en el pedrerío de bruces, intentando cubrirse de los proyectiles lanzados por la muchedumbre enardecida. Prosternados, sus miradas no alcanzaba a atender las pedradas que de los cielos llegaban o con las que tropezaban en el suelo. Y se oían las lamentaciones y ayes por todos lados, que acaso los protestantes  no escuchasen y embravecidos con el calor de su sangre, lanzaban los proyectiles con mayor fuerza y precisión. Porque los pobladores  de estos lugares, son rebeldes, porque son hijos de gente rebelde y noble, que se han rebelado a través del tiempo.

Y en estos hechos, fortalecidos por las palabras de Ezequiel, se defendían: “Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo, aunque te halles entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones, no tengas miedo de sus acciones y palabras, ni temas delante de ellos”. Hijo del hombre y de Dios, glorifícate ante la crueldad de las acciones de Othón el que les llamó en un principio “chismosos”, desconociendo que en cada uno de ustedes, lleva dentro un reportero.

La voz del pueblo es la voz de Dios

Y ellos convirtieron las piedras en palabra, en la palabra escrita, que ya dio la vuelta al mundo en imágenes, de la sanguinaria crueldad a las que se les sometió. Ahí en ese rincón del Totonacapan en donde canta el papan, la primavera y el pijul, la policía del Estado arremetió contra sus habitantes, que solicitan la preservación del agua, del vital líquido, que corre por sus suelos, pero carecen por grandes temporadas desde hace mucho tiempo ya, de él.

No se les atendió, no se les escuchó; es la política del actual alcalde, embriagado por los humus del poder, a Othón se le descomponen los pensamientos y se olvida que el cargo y su relativo poder es transitorio, y que Misantla y su gente castiga tarde que temprano este tipo de locuras, ya han sido varios los casos en que el pueblo de Misantla a una voz de su consciencia derriba muros y estatuas que les pretenden tenerles sometidos.

Othón Hernández Candanedo, no quiso escuchar, no supo atender, porque no entiende de política, la política, no es lo suyo, lo suyo es ser verdulero, que es su origen.

De la película El amanecer de un siglo del director István Szabó:

Si crees que tienes poder, te equivocas.

De  Don Salvador Díaz Mirón:

¡ Tiembla, tirano ¡

¡Yo soy la libertad!