En su ensayo Nueva refutación del tiempo, Borges apunta: «cada vez que recuerdo el fragmento 91 de Heráclito: No bajarás dos veces al mismo río, admiro su destreza dialéctica, pues la facilidad con que aceptamos el primer sentido (‹El río es otro›) nos impone clandestinamente el segundo (‹Soy otro›) y nos concede la ilusión de haberlo inventado». Sin citar al escritor argentino, Helio Martín del Campo me dijo exactamente lo mismo, cada vez que suena, la música y es otra y los músicos también son otros, yo agrego que, por supuesto, los escuchas también somos otros cada vez que nos encontramos cara a cara con la música. De eso, del maridaje que ha logrado entre melodía y ritmo a través del cajón, y de algunas otras cosas, nos habla en esta segunda parte de la conversación.
Yo no soy jaranero, aquí seré, aquí seré
Sonex ha sido mi proyecto principal a pesar de que he estado en mil proyectos, de flamenco, de música africana, de rap, de pop, terminé tocando hasta con Juan Gabriel, con Isabel Pantoja, con ese tipo de artistas en suplencias que hice en el DF, pero creo que en el son jarocho encontré mi identidad real aunque realmente me clavé en él un poco tarde, a pesar de que lo escuchaba con mi familia, a pesar de que mi abuelo, mi papá y mis tíos sabían mucho del son jarocho.
Voltee a ver el son jarocho un poquito tarde pero creo que ya estaba en mí, creo que ya estaba en mi destino que iba yo a terminar ahí, a pesar de que todavía sigo participando en muchos proyectos de diferentes tipos de música, lo último que estuve trabajando fue un proyecto de música india con un amigo que toca la cítara, y toca fusión y música tradicional de la India, que es otro concepto de la música también bien complicado y diferente: otras métricas y otro concepto, es música con mucha espiritualidad, entonces profundiza mucho en muchas cosas. Y así como participo en eso, participo en cosas de flamenco, de rock, de jazz.
La canción del cajón
Como percusionista, a veces me costaba mucho trabajo involucrarme en proyectos porque muchas veces solamente era el percusionista, no tenía nada que ver con lo melódico, pero yo creo que como comencé a tocar instrumentos melódicos antes que la percusión, eso me ha ofrecido la oportunidad de crear mi propio concepto de la percusión, también con ayuda de mucha gente que me ha dado herramientas, en especial un amigo muy querido, que acaba de ganar un Grammy Latino, que se llama Felipe Fournier, él vivió aquí en Xalapa, no lo vi tantas veces pero tiene una manera tan especial de ver la percusión que la ve como un instrumento melódico, por ejemplo, me decía el cajón no es solamente un tambor, no tiene solamente dos o tres tonos o dos o tres golpes, puedes melodizar el ritmo, ya no digamos con las tumbadoras porque esas sí tienen tonos y puedes hacer melodías, pero también puedes hacerlo con el cajón. Eso me marcó muchísimo, se lo agradezco a Felipe porque me abrió los ojos a otra cosa diferente en la percusión, yo creo que hay mucha gente que lo hace pero es complicado que la percusión pueda estar enfrente, igual que todos los demás instrumentos.
Desde hace ya varios años empecé a desarrollar por mi cuenta este set, que se llama cajón set, es como una batería pero un poquito más orgánica, por decirlo así, porque no tiene bombo, no tiene pedales, es el cajón con una tarola y los platillos, para mí era un reto, era como jugar con todos esos elementos y hacer que sonara para acompañar pero también para hacer un solo y que la gente realmente se conectara con un instrumento de percusión, que no fueran solo tamborazos y platillazos.
Antes de Felipe, hubo una serie de maestros que lo hacían, uno de ellos es Carlos «Tapado» Vargas, es miembro del grupo que se llama Éditus que grabó con Rubén Blades el disco Mundo, él ha sido inspiración de muchos percusionistas, precisamente porque eso, porque tiene la sensibilidad para melodizar el ritmo. Pueden tocar solamente un contrabajo y el cajón o una flauta y el cajón y no vas a decir ¿qué es esto?, entiende tan bien el concepto de la melodía que camina de la mano con el que está acompañando, nadie lo va cargando nunca, incluso va como poniéndoles la mano para que no se caigan.
Este concepto del cajón me ha dado muchas cosas buenas, mucho trabajo, principalmente, porque es algo nuevo, no es una batería ni es un cajón solamente. Es un sonido que me gusta mucho y tengo ya muchos años estudiándolo y haciéndolo y me ha dado la oportunidad de colaborar con un montón de gente, por ejemplo, en el flamenco, con el maestro Jorge Pardo, que fue flautista de Paco de Lucía en casi todos los discos de su septeto entre los 60 y los 90, y con otros flamencos como Enrique Heredia el «Negri», que es de una familia de gitanos muy respetada en el flamenco.
La percusión me ha dado muchísimas satisfacciones, no solo el cajón, también me gustan mucho las tumbadoras, me gusta la música cubana, me gusta la música africana. He estado también muy de cerca con amigos que hacen música africana, por ejemplo Yadi Cámara, es un amigo de Guinea que es hijo digamos que del Compay Segundo del balafón en África, él también es un súper genio del balafón y cuando vio mi concepto del cajón me dijo oye, me gusta mucho esto, no lo había visto pero suena muy bien y no parece lo que es, si me pongo de espaldas y lo escucho, no me imagino que seas tú haciendo todo eso con una mano.
El río de Heráclito
Es un poco irónico porque con Sonex toco la jarana (risas), pero me encanta, me gusta mucho porque también le he dado un desarrollo a la jarana, también gracias a mucha gente, a muchos maestros que han nutrido mi crecimiento musical, el mismo Jero -el bajista de Sonex- ha sido mi influencia; Ramón [Gutiérrez] de repente me invita a tocar con su septeto o con Son de Madera. Es una verdadera bendición tener esas dos cosas en mi vida como artista, la parte melódica y la parte rítmica, porque cuando las combino, siento que la gente se pone feliz, yo los veo. Nunca lo hago por eso o porque me lo digan, pero yo lo siento porque todo sale bien, suena como un río en el que siempre está fluyendo el agua y renovándose y cada vez es diferente, cada solo es diferente, cada concierto es diferente y cada vez es una alegría diferente porque descubres otras cosas, sientes otras cosas, para bien y para mal porque cuando se desafina uno, se siente como una puñalada en la espalda (risas).
Le agradezco mucho a la vida haber nacido en ese círculo de mi familia, haber crecido escuchando lo mismo a Glenn Miller que la murga o a John Coltrane o a la Danzonera La Playa o a Paco de Lucía o a Víctor Jara, Inti-Illimani, Rubén Blades, música latina, música de orquestas de jazz, todas esas cosas que me hicieron crecer como persona y como artista, que me hicieron ser lo que hoy soy y tengo, hablando de la música.
Ahora con Sonex estamos muy, muy contentos, más que por los conciertos que tenemos y por los discos que se vendan o por lo que nos paguen o no, porque hacemos la música que nos gusta. Yo hago la música que me gusta hacer y puedo compartirla con mis amigos y ellos siempre la aceptan bien y yo acepto la que ellos me ofrecen a mí, creo que eso es muy difícil de encontrar en estos tiempos en los que todo está de cabeza y nadie da paso sin huarache, ya casi nadie te tiende la mano para ayudarte sin que haya algo atrás, sin que se vaya a beneficiar con algo.
La música para mí ya va más allá de solamente el sonido, las notas, la armonía, el ritmo, todo eso que es lo técnico, lo teórico de la música, para mí ya significa familia, significa compartir, gozar, significa alegría, significa muchas cosas que ahorita te las estoy diciendo porque estamos en esto, pero son cosas que se sienten y luego no puedes describirlas, sería maravilloso que todos, en algún momento, pudiéramos experimentar la dicha de sentirnos así, llenos de energía, de amor.
Yo creo que a todo mundo le gusta la música, nada más que algunos no lo han descubierto todavía pero es una cosa de la que no puedes hacerte a un lado, la música te pega o te pega, para bien o para mal, o dices quita esa madre porque está horrible o te pones a llorar o te pones a reír o te paras a bailar o se te pone la piel chinita. Yo siempre estoy escuchando música y hay cosas que me ponen la piel chinita o que me ponen los ojos llorosos al escucharlas, sin estar pensando absolutamente en nada más que en eso que estoy escuchando y en lo que me hace sentir. Todos los días tengo esas emociones que me transmite la música, se me pone la piel chinita o siento ganas de llorar al escuchar un disco de jazz, por ejemplo, uno de mis temas favoritos de todos los tiempos es uno que se llama Comrade Conrad, de Bill Evans, empiezo a escuchar ese tema y lo mismo me dan ganas de llorar que luego de reírme que luego de salir a correr, cada vez que lo escucho me pasa eso. Ese es uno de los temas que han sido mi inspiración en la música, y en la vida también, porque Bill Evans tenía una manera única de tocar el piano y una sensibilidad para dejar ahí todo lo que estaba sucediendo en su interior.
(CONTINÚA)
PRIMERA PARTE: Rezumba y suena
TERCERA PARTE: Tanto le canto a la vida, tanto le canto al amor
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