Esta vez el espíritu navideño, ese que nos acompañaba desde los primeros días de noviembre hasta la cruda del 6 de enero, valió para dos cosas: para nada y para lo mismo.

Esta vez terminamos el 2016 encarajados y comenzamos el 2017 en el mismo talante.

Y cómo no vamos a estar así si Javier Duarte nos dejó en bancarrota; si no han detenido a ningún pez gordo de los que saquearon la entidad; si sigue la inseguridad; si nomás en noviembre el desempleo aumentó una barbaridad y si Fidel sigue siendo cónsul en Barcelona.

Para colmo, los astrólogos no ponen nada de su parte para hacernos más agradable el comienzo de año. Agoreros del desastre, vaticinan que “ahora sí” un terremoto acabará con la ciudad de San Francisco pues estará más perrón que el de 1906. También predicen que el Papa se va a morir este año y que Fabiruchis saldrá del closet.

Estos fulanos llevan 110 años prediciendo la desaparición de San Francisco y es la hora en que no le han podido atinar. En cuanto al Papa, algún día se tiene que morir ese santo varón y respecto a Fabiruchis ¿a ti te importa que salga del closet, lector?

Más que el que Duarte ande de pelada gastando como jeque el dinero que se robó, o más incluso que los 11 millones de compatriotas que nos piensa echar para acá Donald Trump, lo que nos tiene bien cabreados es el alza de la gasolina.

Ahora resulta que va a costar más llenar el tanque del auto que pagar la letra de ese mismo auto.

Yo pregunto ¿consensuaron contigo el alza de los hidrocarburos? ¿Consultaron a legisladores, gobernadores, empresarios o a la ciudadanía?

¡Qué va! Simplemente nos aventaron el fregadazo y ya.

¿Qué pensará Peña Nieto?

Por más que me devano los sesos no me explico su política económica y petrolera. ¿Acaso quiere perder por patiza las elecciones de este año y las del 2018?

Hay enojo y frustración en dos terceras partes del país por el narco, los robos, los asesinatos, secuestros, levantones, desmembrados y por la corrupción e impunidad de los gobernantes. Hay enojo y frustración porque no tardan en dispararse los productos de la canasta básica además del pasaje, las colegiaturas, la ropa, el calzado y hasta los tacos que nos comemos en la esquina.

México es un pueblo golpeado, vilipendiado, sufrido y jodido. Y si todavía le dan un puyazo con el aumento del 27% a la gasolina, ¿cómo rayos quieren que recibamos el Año Nuevo con el espíritu navideño de antaño?

Por centurias hemos aguantado de todo y quizá por eso nos ven la cara de bueyes. Pero todo tiene un límite y en ese sentido el gobierno federal está haciendo mal sus cálculos.

Hay una máxima que dice: No te metas con las creencias de tus gobernados y no metas  mucho las manos en sus bolsillos. Pero Peña Nieto desconoce esa máxima.

Instalado en su burbuja de confort se niega a ver lo que pasa en las calles, colonias y ciudades del país.

Alguien debe ponerlo en perspectiva.

La noche del 31 de diciembre de 1910, don Porfirio Díaz dijo a sus allegados que el país estaba en paz y en calma: “…acaso hay por ahí algunas gavillas de bandoleros que pretenden romper el orden constitucional, pero pronto estarán a buen recaudo de las autoridades”.

Tan confiado estaba el viejo que cuando quiso reaccionar ya era tarde y el 31 de mayo de 1911 partió de Veracruz rumbo al exilio del que jamás volvería.

Lo que está haciendo Peña Nieto con el aumento a los combustibles no es lo peor que ha hecho un gobernante, pero sí es la gota que está derramando el vaso de la paciencia nacional.

Le está jalando tanto los bigotes al tigre, que éste puede darle un zarpazo y tirarlo de la silla del poder.

El problema es que el presidente no ve, o pretende ignorar lo que se avecina. Y lo que se avecina no es nada bueno.

bernardogup@nullhotmail.com