El contraste fue evidente. Ambos plasmaron desde su primer acto de campaña, el tono que darán a su recorrido proselitista.

Héctor Yunes se reunió con los grupos y liderazgos políticos que le apoyan. Ante ellos presentó propuestas concretas y lanzó como prenda su trayectoria política y en el servicio público.

Habló de los mecanismos que pretende poner a funcionar para abatir el desempleo, habló de las medidas que aplicará para combatir la inseguridad, explicó lo que tiene pensado para atraer las inversiones.

Miguel Ángel Yunes, por su parte, arrancó presentando ante la Fiscalía General del Estado, una denuncia penal contra Javier Duarte. No aprendió la lección. Hace seis años utilizó la misma táctica. En lugar de medir fuerzas con su candidato opositor, se lanzó contra el gobernante, asumiendo que si lograba abatir la popularidad del mandatario estatal, esto impactaría en las cifras del abanderado tricolor.

Ahí están los resultados. Él sigue intentando llegar a la gubernatura.

Lo decía Albert Einstein: «Locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes».

Javier Duarte, mientras tanto, hace su parte. No son casuales decisiones como el retorno de Alberto Silva para rescatar la relación con los medios de comunicación, o su entrevista con la familia de la menor que habría sido violada en Veracruz, o el anuncio de la cancelación de las llamadas «foto-multas», o la difusión de sus bienes.

En los próximos días habrán más anuncios positivos que mejorarán la percepción entre el electorado.

A partir de este domingo los candidatos a la gubernatura de dos años iniciaron una intensa jornada de proselitismo. Son 60 días en los que deberán recorrer los 30 distritos electorales. Son dos meses en los que deberán convencer al electorado de que tienen las mejores propuestas, la mayor experiencia y la mejor trayectoria para cumplir con cada una de las propuestas.

Los candidatos y sus estrategas saben que deben ir en busca de ese amplio sector, mayoritario, de ciudadanos que no tienen definida aún la intención de su voto. Saben que esos votos son los que definen una elección y hay que trabajar para convencerlos.

Un factor de gran importancia para adjudicarse los llamados «votos de indecisos» es trabajar en la percepción. Se sugiere que muchos de los que no han definido aún por quién habrán de votar, terminan haciéndolo por quienes creen que va a ganar, y no por quien quieren que gane. Por tanto, la mejor manera de sumarlos es convencerlos de que están perfilados hacia la victoria.

Eso explica en gran medida la interminable filtración de encuestas presuntamente reales, «fieles a la voluntad del electorado», pero que a final de cuentas no son otra cosa que herramientas de propaganda que son utilizadas para fortalecer una percepción.

Otro instrumento recurrente entre los estrategas de campaña es el de la oferta política personalizada.

Ya siendo Presidente, en alguna ocasión Vicente Fox admitió que durante su campaña le mintió a la población, y que muchas de las cosas que prometió sabía que no podría cumplirlas, pero tenía claro que en esos momentos lo importante era «decir lo que la gente quiere escuchar».

Esa es en gran medida la estrategia de Miguel Ángel Yunes Linares. El asume (así se lo habrán dicho sus analistas) que entre la población más que una sed de justicia, lo que impera es el morboso deseo de venganza. Que los votantes lo que quieren es ver al Gobernador en la cárcel y, por lo tanto, quien prometa cumplir ese capricho tendrá su voto.

El candidato de la alianza PAN-PRD está dispuesto a prometerlo. ¡Vaya! Es capaz hasta de firmarlo. Como aval de sus palabras está Dante Delgado, único ejemplo en Veracruz de que un Gobernador si puede llegar a la cárcel.

¿Y las propuestas para abatir el desempleo? ¿Para combatir a la delincuencia? ¿Para reducir los índices de pobreza?

¿Y su declaración «3 de 3»?

¡Al diablo! En opinión de Miguel Ángel Yunes Linares, al pueblo lo que hay que darle es circo. Serán dos meses dedicados a exacerbar los ánimos, a sembrar una noción de hartazgo para recoger el voto del rencor.

Ojalá se imponga la sensatez.

 

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