Alguna vez un maestro de la facultad me dijo que una buena columna política es para leerse, comentarse, discutirse o rebatirse. Y los dos primeros párrafos de una columna que leí la semana anterior son para rebatirse. El primero dice: “Las señales están ahí. Cada día resulta menos creíble esa supuesta ‘ruptura’ entre Héctor Yunes y Javier Duarte”.

“Hay versiones -no confirmadas- de encuentros, de reuniones subrepticias entre estos dos personajes. El diseño de la lista de candidatos a las diputaciones locales habría sido producto de acuerdos entre ambos”, dice el columnista en el segundo párrafo.

A ver; a menos que se lo hayan ordenado de allá arriba y no le quedara de otra, es como imagino a Héctor Yunes reuniéndose con Javier Duarte que cada vez que tuvo oportunidad lo tundió, descalificó, ridiculizó y humilló.

Subrepticiamente se reúnen los ladrones, los que tienen algo que esconder. En el caso de Duarte no me extrañaría que se vea así con los de su laya, pero en el caso de Héctor sorprendería de manera muy ingrata a quienes lo conocen como honesto y de una pieza.

¿En qué beneficiaría al candidato tricolor una reunión con Duarte? No le va a dar dinero para su campaña porque no tiene, ni le abonará su prestigio político porque carece de él. ¿Entonces?

¿Que entre los dos van a acordar los nombres de los candidatos a diputados? Por Dios, ese borrego no se lo come nadie. Duarte no está en posición de sugerir y menos de proponer nada. No lo veo discutiendo con Yunes Landa los nombres de los aspirantes a menos que le sepa algo turbio, como seguramente se lo sabe a Peña Nieto y a Osorio Chong que lo apapachan tanto.

Si es verdad que han existido estas reuniones y se llegan a filtrar, Héctor se ganará el desprecio de los votantes por desleal y mentiroso, y le abrirá de par en par el zaguán del triunfo a Miguel Ángel Yunes para que pase por él el próximo 5 de junio.

En otro de sus párrafos el columnista argumenta: “La percepción pues, de que la campaña de Héctor Yunes ‘va muy lenta’ y que eso se debe a la distancia que ha mantenido el Gobernador de Veracruz, podría ser errónea. La distancia en los hechos, existe, porque así lo han convenido ellos, pero sigue pesando el compromiso que -aseguran- Javier Duarte hizo en la capital del país: ‘El PRI no perderá en Veracruz’”.

Este párrafo es mucho más discutible y rebatible que los dos anteriores. La campaña no va lenta por el distanciamiento entre ambos; va lenta porque está mal planeada y organizada. Porque Héctor da la impresión de caminar amarrado y porque quién sabe dónde carajos dejó aquel ímpetu que tenía cuando anduvo en sus giras como senador.

Es hasta infantil suponer que entre los dos hayan convenido distanciarse. Un distanciamiento jamás se pacta porque sale mal. Fue Duarte quien con sus burlas y humillaciones se distanció desde hace meses, que ahora ruegue por acercarse a Héctor eso es otro cantar.

Por otra parte, el gobernador no tiene ningún peso moral ni político como para comprometerse a hacer ganar al PRI y por ende a Yunes Landa.

Pero vamos a aceptar que le hubiera prometido el triunfo a Enrique Peña, ¿tu crees lector que el Presidente le haya creído a un sujeto tan devaluado?

Quien le comentó estas falacias al columnista lo hizo con ánimo de que alguien crea que Javier Duarte aún tiene vigencia, poder político, y no es el cadáver (también político) que últimamente pretende gobernar por el twitter.

Quizá fue algún amigo de esos escasísimos que aún le quedan al gobernador, o quizá fue el propio Javier Duarte que en estos tiempos es el tipo más solo y rechazado de Veracruz.

En la toma de protesta de Héctor Yunes como candidato del PRI ayer en Boca del Río, Javier Duarte estuvo como invitado en el presídium y Héctor agradeció su asistencia. Hay una foto donde el gobernador saluda de pie la mención que le hizo el candidato. Hubo aplausos institucionales y hasta ahí.

Pero cuando Héctor dijo que si llega a la gubernatura correrá a los inútiles y meterá a la cárcel a los corruptos, en medio de la estruendosa ovación se escuchó un grito: “¡Ahí te hablan, Javier!” que seguramente llegó a los oídos del gobernador quien en todo momento se vio incómodo y fuera de lugar. Como un asistente no deseado.

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